domingo, 12 de noviembre de 2023

CRÍTICA: "EL ASESINO" (David Fincher, 2023)

 

Manual de un asesino a sueldo

“EL ASESINO” êêê

DIRECTOR: David Fincher.

INTÉRPRETES: Michael Fassbender, Tilda Swinton, Charles Parnell, Kerry O’Malley, Arliss Howard, Sophie Charlotte.

GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 118 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2023

    En los últimos años David Fincher ha dirigido tres películas, el thriller psicológico Perdida (2014), el biopic Mank (2020) y el thriller El asesino (2023), todas alejadas en calidad de las tres grandes obras que conforman la cumbre de su filmografía: Seven, El club de la lucha y Zodiac. Es cierto que, con su último filme, pergeñado con una clara influencia de la obra seminal de los asesinos a sueldo, El silencio de un hombre (Jean-Pierre Melville, 1967), nos regala un artefacto entretenido demostrando su pericia como narrador, también lo es que no aporta ninguna novedad al género y que dejará poco poso en mi saturada memoria cinéfila.

    El asesino, basada en la novela gráfica de Alexis Nolent, nos presenta a un asesino a sueldo sin nombre a quien da oxígeno Michael Fassbender, que ha dedicado toda su vida a viajar por todo el mundo cumpliendo siniestros encargos. Ahora, después de tantos años de soledad y asesinato, le asaltan las dudas sobre su horrible profesión y desea abandonar esa vida. La falta de concentración hace que hierre el disparo en su último encargo, circunstancia que hará que se enfrente a sus jefes en una persecución por varios países.

    Como apunte para el aficionado subrayo que mis dos películas favoritas sobre asesinos a sueldo son la citada obra de Melville y Chacal (Fred Zinnemann, 1973), la mejor adaptación de una novela de Frederick Forsyth y que tiene como eje central el intento de magnicidio del presidente de la República Francesa Charles De Gaulle. Por supuesto, la trama de El asesino es mucho más simple, predecible y hasta paródica, pero no por ello es una cinta desdeñable. Michael Fassbender da vida a un carismático, estoico y meticuloso asesino a sueldo parco en palabras y que se encuentra en París para cumplir un último contrato. Mientras espera que aparezca su objetivo, el protagonista, armado con un rifle con mira telescópica y situado en un ático frente al edificio en el que aparecerá su víctima, nos entretiene con una serie de pensamientos automáticos sobre detalles de su profesión, una suerte de monólogo interior con el que nos da a conocer la metodología de su trabajo, durante el cual no debe sentir empatía hacia la víctima ni influir cuestiones personales.  

    Es el estereotipo perfecto del profesional del crimen, un sicario con clase que viste con colores apagados y un absurdo sombrero de pescador para pasar desapercibido en un mundo hipervigilado, acostumbrado a tener paciencia en las largas y tensas esperas, que siempre repite un mantra: “cíñete al plan, anticípate, no improvises, no confíes en nadie…”, que escucha en un viejo iPod canciones de The Smiths para relajarse y se ayuda de la tecnología para cometer sus encargos. Aún reconociendo el buen pulso de Fincher, los refrescantes cambios de escenarios, el dinamismo de la acción y la notable planificación del relato, nada de lo que ocurre me sorprende, me asalta una molesta sensación de déjà vu que, con vanos matices, apenas altera una fórmula ya muy trillada.

       El asesino se impone como una película ortodoxa y academicista que centra su mayor interés en el magnetismo de Michael Fassbender, un actor con buen tiro de cámara pero que ofrece sus mejores dotes en arcos dramáticos más acentuados, en las introspecciones psicológicas de personajes que se ven necesitados de mayores cargas emocionales y siempre moviéndose por sociedades en constante decadencia. Cuando la infalibilidad del asesino se ve comprometida, sabe que alguien que le ama y espera en un paradisíaco país tropical puede estar en peligro, lo que le preocupa más que su condenada existencia. Es el momento en que la función nos muestra al asesino a sueldo anónimo iniciando una sangrienta odisea de venganza, durante la cual merece la pena señalar dos estaciones: la pelea cuerpo a cuerpo con un enorme y musculoso sicario apodado The Brute y el cara a cara con una asesina fría, cínica y turbadora encarnada por Tilda Swinton. El asesino se clausura con un plácido happy end sin diálogos, en consonancia con el flujo constante de la conciencia del asesino que conforma toda la narración.

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