domingo, 22 de enero de 2023

CRÍTICA: "EL ACUSADO" (Yvan Attal, 2021)

 

El sexo en la zona gris… o roja

“EL ACUSADO” êêêê

(LES CHOSES HUMAINES)

DIRECTOR: Yvan Attal.

INTÉRPRETES: Ben Attal, Suzanne Jouannet, Charlotte Gainsbourg, Pierre Arditi, Mathieu Kassovitz, Benjamin Lavernne, Audrey Dana.

GÉNERO: Drama judicial / DURACIÓN: 138 minutos / PAÍS: Francia / AÑO: 2021

    El actor y director francés Yvan Attal no dudó a la hora de otorgar los papeles principales de El acusado a su mujer, Charlotte Gainsbourg, y a Ben, uno de sus tres hijos con la actriz, ya que, se preguntó, ¿quién mejor para interpretar el papel de madre que la propia madre? Tenía razón, existe química, hay pasión, sincera empatía cuando Gainsbourg ve a su hijo acusado ante un tribunal, un sentimiento emocional que sólo se puede explicar desde un lazo maternofilial tan verdadero como profundo.

     Estamos ante el séptimo y mejor largometraje de Attal y, para este cronista, la mejor película del año 2021. El argumento gira en torno a un joven, Alexandre (Ben Attal) acusado de violar a una chica de 17 años, Mila (Suzanne Jouvannet). Ben es hijo de una famosa e influyente pareja que ahora están separados: Jean Farel (Pierre Arditi) un poderoso periodista, y Claire (Charlotte Gainsbourg) una ensayista conocida por su feminismo radical, que ahora está unida sentimentalmente al padre de la chica violada, un profesor de literatura llamado Adam Wizman (Mathieu Kassovitz). La denuncia ante la policía de Mila contra Alexandre destruirá la armonía familiar y pondrá en marcha una procelosa maquinaria familiar y mediática que enfrenta dos versiones opuestas, ya que Alexandre declara que el encuentro sexual fue consentido.

    Aunque es un tema que me provoca mucho hastío, Yvan Attal profundiza en el trillado tema del consentimiento sexual, sus límites y las consecuencias de una acusación de violación. Lo hace a través de la fusión del melodrama y el thriller judicial. El acusado nunca tiene intención de sentar cátedra ni de tomar partido, pero sobre la función sobrevuela un infierno de opiniones encendidas que un suceso así siempre suscita. Ben, el joven acusado, es un estudiante de una universidad de California y está visitando a sus padres en Francia cuando, acompañado de la hija de la pareja sentimental de su madre, acude a una fiesta. A la mañana siguiente, Ben es detenido y acusado de violación, una agresión que él niega e insiste en que no fue consciente de ello porque Mila nunca se negó y porque no hubo ninguna señal por parte de la víctima que le alertara. Sólo tenemos los testimonios enfrentados de los dos jóvenes y unas pruebas periciales y científicas no demasiado concluyentes. En ningún momento se nos muestra lo que realmente ocurrió en la caseta de obra donde ocurrieron los hechos que se juzgan, sólo vemos a Mila y Alexandre entrando en ella y cuando, finalmente y por separado, abandonan la caseta. La única pista nos la ofrece la expresión del rostro y la actitud de cada uno de ellos al salir.

      En los hechos juzgados hay condicionantes, y aunque Mila aprecia a Claire (una magnífica Charlotte Gainsbourg), ella pertenece a una familia ortodoxa judía, todo lo contrario que Alexandre, hijo mimado de una familia liberal de clase alta. Esa procedencia de ambientes tan disímiles tiene una acusada incidencia en la percepción de lo ocurrido, de esa zona gris (tal vez roja, como defiende la abogada de la defensa) en donde se esconde la verdad que fluye a través de un relativismo incómodo, y de los juicios paralelos en las redes sociales y medios de comunicación en donde todo se amplifica y simplifica en una lucha de géneros o de clases.

    Attal dibuja con un afilado y sugerente interés el perfil de los personajes, superando la caricatura y los manidos estereotipos para mostrar la subyugante radiografía de una realidad común, cínica y en tantas ocasiones dolorosa: el padre del joven estudiante, un periodista referencial que se acuesta con todas las becarias en un intento por rejuvenecer su ajada decadencia física; la madre del acusado, una feminista de severos principios salvo cuando se trata de defender el honor de su hijo acusado de violación; el amor apasionado de ésta con el padre de la víctima, que se ve dinamitado cuando el caso estalla con una denuncia de la víctima ante la policía; y Ben, el acusado, un estudiante ejemplar, que se siente arrepentido de haber aceptado un estúpido reto, pero que moralmente no se salvará del juicio social. Basada en la novela de Karine Tuil, que a la vez se inspira en un hecho real, El acusado nos apela todos, a la conciencia individual y colectiva, aunque por la terrible ambigüedad de lo narrado, nuestra sentencia puede que quede suspendida en el limbo, o en esa zona gris tan confusa como inexpugnable.

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