jueves, 14 de mayo de 2015

CRÍTICA: "MARFA GIRL"

Larry Clark da una nueva vuelta de tuerca a su universo
MARFA GIRL êêê
DIRECTOR: LARRY CLARK.
INTÉRPRETES: ADAM MEDIANO, MERCEDES MAXWELL, DRAKE BURNETTE, JEREMY ST. JAMES, MARY FARLEY, INDIGO RAEL.
GÉNERO: DRAMA / EE. UU. / 2012  DURACIÓN: 106 MINUTOS.    
        

        
        La nueva película del fotógrafo y director de cine Larry Clark (Tulsa, 1943), que saltó a la fama con Kids (1995) crónica sobre un grupo de adolescentes neoyorquinos que consumen drogas y mantienen relaciones sexuales compulsivas con los cuervos del sida sobrevolando sus cabezas, resulta muy coherente con su trayectoria  fílmica (Bully, Ken Park), al retratar la vida de dos jóvenes, Adam (Adam Mediano) e Inez (Mercedes Maxwell) que viven en Marfa, una ciudad polvorienta de Texas cercana a México en la que conviven la comunidad blanca local, los descendientes de los inmigrantes mexicanos, un grupo de artistas y los policías de la frontera.
     

      
      A Clark siempre se le acusa de hacer la misma película, algo que no es del todo exacto si recordamos que debutó con un drama sobre un músico de jazz (Passing Through, 1977), que realizó un brutal, sangriento y notable drama sobre un grupo de desarraigados enganchados a la droga, Al final del edén (1998) y buceó por las tremendas diferencias de clases tomando como vehículo a un grupo de jóvenes marginales latinos de South Central que realizan una intensa incursión en Beverly Hills (Wassup Rockers) (2006). Claro, la adolescencia, el sexo y las drogas en un ambiente de skaters y surferos conforman la temática más recurrente de este peculiar realizador al que tantas veces se ha tachado de polémico, inmoral y pedófilo que se deleita con la visión de la carne joven, pero al igual, por ejemplo, que la mafia ha sido una temática recurrente en la filmografía de Scorsese. Ganadora del premio a la Mejor Película en el Festival de Roma, con Marfa Girl  el director se aleja de las grandes urbes y concentra su atención en una población texana en donde la policía de frontera tiene un cuartel general y tomando como guía al joven Adam nos retrata la pulsión de un lugar que se mueve por sus propios códigos: todavía se azota a los alumnos en el instituto, el toque de queda se utiliza por costumbre con toda normalidad y es posible asistir, como reminiscencia de la cultura india y latina, a los rituales de una curandera.


       Por supuesto, en ese particular y enrarecido microclima no podía faltar la figura del policía perturbado que le hace la vida imposible a alguien. Pero si hay un personaje de toda la variopinta fauna que nos presenta Clark ese es Marfa Girl, a quien da oxígeno maravillosamente Drake Burnette, una joven artista de mentalidad abierta y sexualidad frenética que debido a su condición de chica fácil despierta entre el público sentimientos encontrados. Sin embargo, es en su espíritu indómito en donde la palabra libertad alcanza una inmarcesible dimensión, su condición de chica blanca y rica que trabaja con una beca en la ciudad nos obliga a mirar el entorno con una mirada pícara no exenta de extrañeza. En Marfa Girl late como fondo el racismo severamente entroncado en la sociedad estadounidense (jodida esa escena en la que una camarera negra cree tener una cita con cena romántica con un policía que le confiesa sin tapujos que sólo la quiere follar), pero dentro de esta crónica social subyacen muchos de los males endémicos de la América profunda: la violencia e ignorancia de las comunidades cerradas, una policía a la que hay que temer más que a los delincuentes y un inquietante paisaje, magníficamente fotografiado por David Newbert, que esconde tantas miserias como falsas ilusiones.


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