Alguien a través de la
red que conoce bien mi gran afición por el cine me recomendó la compra de un
Blu-Ray, aparato eficaz al máximo en la optimización de imágenes siempre que el
visionado se realice en una pantalla LCD con resolución Full HD 1080. Si bien
ya había verificado su calidad visual, decidí comprobar de manera algo más sugerente
para qué sirve esto de la alta definición y las enormes prestaciones del
invento. De modo que me fui a dar un paseo en moto con la intención de hacer
una parada en una tienda donde había visto en ese formato la película Instinto
Básico (Paul Verhoeven, 1992). Ya en casa, entrada bien la noche, con
la familia roncando (el éxtasis de la felicidad), compruebo la calidad de
imagen llegando velozmente al único paisaje (El-Monte-de-Venus) que en esos
momentos me interesa: pauso el Blu-Ray en la famosa escena del cruce de piernas que se produce
durante el interrogatorio en la comisaría y avanzo fotograma a fotograma,
fotograma a fotograma y… ¡Sorpresa! En un instante glorioso cae uno de mis
últimos mitos: ¡¡¡El vello púbico de color miel y los genitales de Sharon Stone se aprecian al límite de detalles
posible!!! ¡Qué gran gozo! ¡Qué útil es esto del Blu-Ray y la HD!
Por cierto, aunque se alzó dos veces con
el Golden Raspberry a la Peor Actriz
por Entre
dos mujeres y El especialista en 1994, y por Instinto
Básico 2 en 2006, Sharon Stone se merecía más que nadie el Oscar por su
interpretación de la femme fatal desquiciada y drogata Ginger en Casino (Martin Scorsese,
1995), papel por el que estuvo nominada y ganó el Globo de Oro a la Mejor Actriz. Yo no
lo he olvidado, como tampoco olvidaré el cruce de piernas de la perversa Catherine Tramell y su terrorífico
picahielo, que pasó a formar parte de forma instantánea de la historia del cine.
Y como me siento feliz, eufórico, animoso, salgo a la calle a gritar y me
tropiezo con unos niños que juegan al gua mientras se comen los mocos y con una
legión de parados que me miran atónitos rascándose los huevos –creerán que es
una apuesta o una de esas bromas televisivas, o peor, tendrán la confirmación
de cómo las partículas radiactivas de la mina de El Lobo pueden convertir a un
tipo supuestamente cabal en un gilipollas-, me trae sin cuidado, no me corto y
grito: ¡Oh Sharon, Dios bendiga las tierras de Meadville que te vieron nacer!
¡Dios bendiga tus 54 años cumplidos y tus 150 de cociente intelectual! ¡Dios bendiga los mundos
perdidos que escondes en tu pubis! Porque hoy, Día Mundial de la Celulitis Incrustada,
ya sólo creo en ti y en mi Blu-Ray.
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