MANIAC
(William
Lustig, 1980) es una de las películas que con mayor arraigo ha quedado
implantada en la memoria cinéfila de este crítico desde su psicotrónica y ya
lejana etapa de juventud. La película de Lustig es un ejercicio escalofriante,
sórdido y enfermizo rodado con tono semi-documental, cierta pátina neorrealista
en la ambientación y un clima absolutamente neoyorquino que irrumpió como una
bocanada de aire fétido haciendo añicos las convenciones del cine de horror
moderno, aletargado entonces por productos más o menos pulidos y refinados (Viernes 13, La noche de Halloween). La demoledora eficacia de este retrato del
asesino Frank Zito, dueño de una mente letalmente erosionada y castigada por
los remordimientos, con obsesión por los maniquíes y que, confundido con el
paisaje, deambula por la magnética y peligrosa Calle 42 asesinando con un
enorme cuchillo a hermosas féminas, recae en el indiscutible y categórico
protagonismo de Joe Spinell. Porque si uno es capaz de aislar la polémica
suscitada por la ira de las feministas en su denuncia por el catálogo de
mujeres sacrificadas, los truculentos, sangrientos y eficaces efectos de
maquillaje creados por Tom Savini, lo que queda es el rostro picado y vulgar,
los ojillos húmedos y hundidos, la figura burda de Spinell, coguionista del
film y protagonista magistral, imagen pesadillesca y eminentemente urbanita
desposeída de toda magia y glamour, tan real e insertado en el decorado de la
ciudad como los taxis amarillos, los chaperos y las putas, elementos perfectamente
integrados en la sucia poética de la noche neoyorquina.
El
excepcional póster del film logra captar magníficamente el estilo casposo y
brutal de esa atmósfera de alienación esquizoide, de soledad sangrante y
perturbadora sin perder, a día de hoy, ni un ápice de su fiereza; el rostro
insignificante y patético de un perfecto representante de la basura blanca
oculto tras las sombras de la noche, un marginado, un residuo abotargado y
corroído por mil demonios que subvierte los códigos estéticos-narrativos del
psychokiller tradicional, sin coartadas metafóricas. Le vemos abierto de
piernas, con un enorme paquete marcando su entrepierna (subtexto falocéntrico
atribuido siempre al cine de cuchilladas), pateando un charco de sangre,
blandiendo en su mano izquierda un aterrador
puñal y con la derecha agarrando con fuerza la cabellera escalpada a una
bella rubia. El cartel lleva impreso un consejo fatalmente despreciado: “Te advertí que no salieras esta noche”. Es la nueva imagen del Terror plasmada
de forma impactante y realista, todo un hito del grafismo gore, un clásico que refleja como pocos la pesada rutina del
psicópata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario