domingo, 13 de diciembre de 2020

MIS PELÍCULAS FAVORITAS: "CRÓNICA NEGRA" (Jean-Pierre Melville, 1972)

Mis películas favoritas

“CRÓNICA NEGRA” (UN FLIC) êêêê

DIRECTOR: Jean-Pierre Melville.

INTÉRPRETES: Alain Delon, Richard Crenna, Catherine Deneuve, Riccardo Cucciolla, Michael Conrad, André Pousse, Paul Crauchet.

GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 96 minutos / PAÍS: Francia / AÑO: 1972.



   Decimotercer y último largometraje de Jean-Pierre Melville, pionero del cine polar (cine negro francés). Cuentan que tras el fracaso crítico-comercial de Crónica negra (Un Flic) el realizador cayó en una profunda depresión que le arrastró a una muerte prematura a los 55 años de un infarto. Lo creo, siempre he pensado, aunque resulta obsceno generalizar, que la crítica oficialista y el público visto como una masa amorfa son estúpidos por definición. Lo cierto es que al menos para este cronista Crónica negra juega en la misma liga que sus mejores películas: El confidente (1962), Hasta el último aliento (1966) El silencio de un hombre (1967) y Círculo rojo (1970).

    La banda de Simón (Richard Crenna), buen amigo del comisario Edouard Coleman (Alain Delon) en su tercera colaboración con Melville) atraca una sucursal bancaria en una pequeña y desértica localidad turística de la costa en periodo invernal. El atraco no sale todo lo bien que lo habían planeado: uno de los atracadores sale herido y un empleado del banco cae muerto. Seguidamente interceptan un alijo de cocaína en un tren que pertenece a una banda rival. Simón regenta un nigth club llamado “Simon’s” con la colaboración de Cathy (Catherine Deneuve). Junto a los otros miembros de la banda, Marc Albouis (André Posse), Paul Weber (Riccardo Cucciolla) y Louis Costa (Michael Conrad), se muestra duro, implacable, codicioso y desconsiderado. Igualmente, el comisario Coleman exhibe un carácter frío, descortés y duro como los malhechores.

    Con una brillante fotografía en tonos azulados cortesía de Walter Wottitz, el film arranca con un perfecto trávelin en una calle de la localidad turística de Saint-Jean-de-Monts. Con insertos de un tempestuoso oleaje, un Plymouth Fury III (que al igual que el Pointiac de Coleman pertenecían a Melville) estaciona cerca de la sucursal bancaria del Banque Nationale de París. El día es frío, lluvioso y el viento azota con fuerza. Simón se acerca a la sucursal y detrás de él, uno tras otro, dos miembros más de la banda, menos Costa, el conductor. Con buen pulso y maestría, Melville resuelve los casi doce minutos de la escena con una composición genial de planos y miradas en cadena que generan una súbita angustia y una sostenida ambivalencia. Intercalando planos generales de la vacía localidad costera con la potente ebullición de lo que se está cociendo en el banco. La activación de la alarma es un mal menor porque pronto se inicia un breve y seco tiroteo que hace huir de manera desenfrenada a la banda.


  Con una narrativa austera, parca en diálogos y rebosante de sobreentendidos (hablan los silencios y las imágenes), Melville hace un uso virtuoso de la elipsis y como es costumbre en él, describe con minuciosidad las ejecuciones de las acciones de los criminales, fijando su mirada sobre la ambigüedad moral a uno y otro lado de la ley, pues en ambos lados, representados por Simón (el jefe de la banda de atracadores) y el comisario Coleman, encontramos la misma carencia de sentimientos y empatía, y se actúa con la misma crueldad.

       

     La delación, la amistad varonil, la imposibilidad de demostrar los sentimientos, los dilemas entre la amistad y el cumplimiento del deber, los romances en un segundo plano dotados siempre de un sentimiento teñido de una corrosiva melancolía, hacen que el cine de Melville nos muestre una fisicidad cotidiana que es la de todos nosotros, con nuestros miedos, frustraciones y esperanzas. Si bien esos hombres tocados con sombrero y vestidos con gabardinas que sueñan, dudan y actúan son meros arquetipos del cine negro clásico que el director tanto adoraba. El director galo paseaba por Saint-Jean-de-Monts esperando la lluvia, finalmente tuvo que recurrir a los bomberos y hacer uso de fuelles y reactores para reproducir la sublime y lívida ambientación azul polar con lluvia y viento que deseaba. Para la ocasión, el bar Le Cardinal fue transformado una sucursal del Banque Nationale de París. Y resulta asombroso observar cómo Melville aprovecha la prodigiosa iluminación para generar una atmósfera fatalista y adaptar los códigos del cine negro en una serie singularmente brillante de crímenes existenciales y procedimientos policiales. El asalto al tren, penalizado por unas chapuceras maquetas de juguetes, está muy bien desarrollado poniendo énfasis en cada uno de los detalles que le sirven a Simón para robar las maletas de cocaína con precisión y altas dosis de tensión. Todo en Crónica negra proyecta una sensación de fatalismo y gelidez, incluso ese ángel rubio tan sensual como evanescente al que da oxígeno Catherine Deneuve, vértice de un triángulo de pasiones enfrentadas en un final triste y doloroso, mirando al suelo, desconsolada, mientras Coleman con el rostro y la mirada congelada se marcha en el coche policial número 8. Magnífica película.  

jueves, 3 de diciembre de 2020

CRÍTICA: "3 DEL INFIERNO" (Rob Zombie, 2019)

 

Un cierre digno de la trilogía

“3 DEL INFIERNO” êêê

DIRECTOR: Rob Zombie.

INTÉRPRETES: Sheri Moon Zombie, Bill Moseley, Kevin Jackson, Wade Williams, Sid Haig, Richard Brake, Jeff Daniel Phillips, Danny Trejo.

GÉNERO: Terror / DURACIÓN: 111 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2019.

 

    No me habían gustado nada las dos últimas películas de Rob Zombie, la alucinógena The Lords of Salem (2012) y la tediosa 31 (2016), films decepcionantes si tenemos en cuenta que anteriormente había dirigido un par de películas (tres si contamos el espléndido documental Michael Lives: The Making of “Halloween) basadas en el mítico film de John Carpenter La noche de Halloween (1978), un díptico compuesto por Halloween, el origen (2007) y Halloween II (H2) (2009). Ya era hora de que el frontman de la banda White Zombie nos regalara una película que sin estar a la altura de sus primeras obras no me dejase sumido en la frustración. Lo hace precisamente con una secuela de la que para este cronista es su mejor película, Los renegados del diablo (2005), que a su vez es secuela de su ópera prima La casa de los mil cadáveres (2003).

     En 3 del infierno, Otis (Bill Moseley), Baby (Sheri Moon Zombie) y Capitán Spaulding (Sid Haig) han logrado sobrevivir de alguna manera a una tormenta de balas. Su recuperación “satánica” los lleva directamente a prisión, de donde escapan sin demasiados problemas. Una vez fuera conocerán a un cuarto miembro, Foxy (Richard Brake) que comparte sus peculiares virtudes, y con el cual volverán a desatar el caos allá por donde pasan.

     En 3 del infierno Rob Zombie no ofrece a su público incondicional nada novedoso, pero qué se puede pedir de una cinta que suponemos pone el broche final a la trilogía antes citada. El film se abre con un prólogo de estética setentera con el trío enredado en sus criminales correrías y su trasiego judicial. Un trío compuesto ahora por Otis, Baby y Foxy, aunque el preámbulo aparece también brevemente Capitán Spaulding, a quien da oxígeno Sid Haig, que falleció el 19 de septiembre de 2019. No estamos, ya lo advierto, ante una película para el público familiar, pero la orgía de sangre y ultraviolencia acercará a los fanáticos del cine Pulp, exploitation y grindhouse más subversivo, para lo que Zombie ha creado un sucio universo propio por donde se mueven como peces en el agua tres desalmados hijos de Satán que viajan sin buscar la redención, sino el éxtasis de un infierno que siempre viaja con ellos.

     Con una primera parte del metraje en donde la acción se sitúa en una prisión en donde Baby, como homenaje a aquellas viejas películas de mujeres y cárceles calientes, se enfrentará a varias mujeres; y una segunda parte que nos traslada a un remoto pueblo mexicano en donde los protagonistas librarán una cruenta batalla con unos enmascarados, 3 del infierno dará que pensar a los aficionados que Los renegados del diablo ya contaba con un final expeditivo y absolutamente definitivo sin posibilidad alguna para una secuela: una huida hacia delante frente a una bestial balasera. Pero si en el cine es posible resucitar a actores que llevan décadas muertos, Zombie rescata del averno a sus abyectos protagonistas para situarlos en el mismo camino sangriento de siempre y librar otras batallas aún más salvajes, convertidos ya en héroes y leyendas de la cultura criminal a los que rinden pleitesía legiones de fans. Con la influencia de sus adorados Sam Peckinpah y Walter Hilll, diálogos afilados, una fotografía amarillenta tan quemada que achicharra a los reptiles de un paisaje polvoriento y fronterizo y una banda sonora con melodías setenteras que incluye tres temas de James Gang y dos de Terry Reid, conforman los condimentos de una brutal pesadilla en la que se amontonan los cadáveres y sus vísceras sirven de apetitoso alimento a todo tipo de animales carroñeros. 3 del infierno es, como cabía de esperar, una tabla de carnicero que chorrea sangre y que cierra con honra una trilogía de la que Zombie debe olvidarse ya para explorar otros caminos, igual de abruptos, salvajes, incendiarios y peligrosos si se quiere, pero con más imaginería, menos predecibles y reiterativos.



domingo, 22 de noviembre de 2020

CRÍTICA: "MANO DE OBRA"" (David Zonana, 2019)

Los males de una sociedad clasista

“MANO DE OBRA” êêêê

DIRECTOR: David Zonana.

INTÉRPRETES: Luis Alberti, Horacio Celestino, Hugo Mendoza, Jonathan Sánchez-Galera, Francisco Díaz.

GÉNERO: Drama social / DURACIÓN: 82 minutos / PAÍS: México / AÑO: 2019.

 

    Ópera prima del director mexicano David Zonana que había realizado el rodaje con un trío de cortometrajes interesantes: Princesa, Sangra alba y Hermano. Mano de obra sigue a Francisco (Francisco Alberti) un obrero que junto a una cuadrilla de albañiles trabaja construyendo una lujosa casa en la Ciudad de México. Tras la muerte accidental de su hermano en la obra, Francisco se entera de que su cuñada, ahora viuda, no recibirá ninguna indemnización por parte del dueño de la casa. Él, junto con los demás albañiles, buscará justicia no sólo por la nula compensación, sino también por una vida rebosante de carencias, contrastes y opresión.

     Con un libreto firmado por el mismo director y una pluscuamperfecta interpretación del protagonista casi absoluto Francisco Alberti, Mano de obra es una pequeña joya que se impone como una funesta fábula sobre los males de nuestra sociedad clasista y cómo los diferentes estatus generan desconfianza, egoísmo, revanchismo e incluso pueden destruir los lazos de amistad, empatía y solidaridad en apariencia sólidos entre las clases más desprotegidas y marginales. Así, se hace necesario escuchar la voz y la punzante mirada de Zonona sobre las desigualdades sociales aunque sólo sea como advertencia, pues ese sustrato puede transformarse en un campo de minas donde pueden explotar los radicalismos y la violencia, casi siempre generada por los abusos contra los trabajadores asqueados de malvivir en la miseria.

      Un albañil pierde a su hermano en un accidente laboral y el propietario del caserón, alegando que estaba ebrio cuando cayó del tejado, niega cualquier legítima compensación  a su viuda embarazada. Será el germen de una venganza ideada por Francisco como respuesta a la opresión, a la mano de obra barata y la falta de cotizaciones de un salario ínfimo cobrado en mano… y lo peor, Francisco, corroído por la rabia, sabe que su hermano no probaba el alcohol, lo sabe su cuñada y lo saben todos, por lo que el motivo que alega el dueño de la casa es un burdo infundio. Poco a poco Francisco se irá tomando sus pequeñas revanchas hasta que idea un plan de ocupación colectiva del lujoso caserón.

    Mano de obra acabará exponiendo una moraleja devastadora sobre la condición humana, porque la realidad es cruel e impenitente, y el resentimiento una sustancia viscosa que nubla el sentido común. El propietario de la mansión vive parapetado tras un muro burocrático (“la oficina”) que vela por sus intereses. Todo es opaco y él un ser inaccesible para ese vulgar grupo de mugrosos obreros. Pero Francisco sabe que no es intocable y ante su continuo desprecio y la negativa a reparar parte del daño con una indemnización a su cuñada, optará por una solución atroz y desesperada e instalara a los olvidados de Dios en el paraíso para que cometan los mismos vicios que antes condenaban. Tal vez ignora que las revoluciones sólo sirven para cambiar una casta por otra. Y tú lo sabes, Pablo Iglesias.



lunes, 26 de octubre de 2020

CRÍTICA: "NO MATARÁS" (David Victori, 2020)

 

Una noche salvaje

“NO MATARÁS” êêê

DIRECTOR: David Victori.

INTÉRPRETES: Mario Casas, Milena Smit, Joaquín Caserza, Elisabeth Larena, Víctor Solé, Fernando Valdivieso, Albert Green.

GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 96 minutos / PAÍS: España / AÑO: 2020

 

   Tras una retahíla de cortometrajes, el director manresano David Victori presentó hace un par de años su primer largometraje, la irregular El Pacto (2018), un film que a modo de pacto con el diablo nos presenta a una mujer (Belén Rueda) que hace un pacto con un desconocido que le propone salvar a su hija que se encuentra en coma profundo a cambio de que le entregue otra vida. Una película en exceso esquemática y rebosante de clichés que no aporta nada al género del thriller sobrenatural.

    Me ha convencido más su segunda película, No Matarás, que con un guión escrito a tres manos por el propio director, Jordi Vallejo y Claudia Viola, nos narra la historia de Dani (Mario Casas) un buen chico que durante los últimos años de su vida se ha dedicado exclusivamente a cuidar de su padre enfermo terminal y decide retomar su vida tras la muerte de éste. Justo cuando ha decidido a emprender un largo viaje conoce a Mila (Milena Smit), una joven tan inquietante y sensual como inestable, que convertirá esa noche en una auténtica pesadilla. Un encuentro fatal que llevará a Dani a cometer actos que jamás hubiera podido imaginar.

   Lo primero que me gustaría resaltar de esta aseada película, excesiva en cuanto al diseño de los decorados, contenida en un plano interpretativo y algo disparatada en las situaciones que vive el protagonista, es el magnífico trabajo de Mario Casas dando oxígeno a un joven apocado que tras la muerte de su padre, lo que le ofrece una libertad de la que ha carecido durante los últimos años dedicados exclusivamente a su cuidado, sólo toma malas decisiones tras un funesto encuentro con una chica de aspecto gótico mientras cena en un restaurante. Que es la chica equivocada te lo diría tu madre si tuviese el valor de dejarla de entrar en su casa, sobre todo para Dani, que no fuma ni bebe ni se mete en líos, pero esa noche se verá arrastrado a una espiral de violencia que parece no tener fin.

    A la gran labor interpretativa de Casas se une el buen debut de la actriz murciana Milena Smit, que con atuendo negro y rebosante de tatuajes muestra desde el primer encuentro un temperamento inestable y, como comprobará Dani, se rodea de malas compañías, ella será la culpable de que el honrado y anodino Dani viva una noche de pesadilla tras disfrutar de un atropellado momento de sexo. Bajo la influencia de títulos como Cuando llega la noche (John Landis, 1985), ¡Jo, qué noche! (Martin Scorsese, 1985) y Good Time (Ben Safdie y Joshua Safdie, 2017), No matarás arranca con un nervioso y largo plano secuencia sobre el cogote y la espalda de Dani, sobre ella recaerá el peso de una película que nos alerta sobre el peligro de las relaciones tóxicas por muy fugaces que sean.

   Con una fotografía de colores saturados y una puesta escena estridente, lo más interesante de No matarás lo encontramos en la transformación radical de ese chico tímido y apesadumbrado que representa Dani en su tranquila, rutinaria y, por qué no decirlo, triste existencia al principio de la función, pero que a raíz los terribles acontecimientos vividos en el transcurso de una fatídica noche acabará sumergiéndose en un submundo que le es ajeno, y será capaz de cualquier cosa para sobrevivir, o si es posible, evitar dar con sus huesos en la cárcel. Todo ello genera dilemas morales no sólo en Dani, también en los espectadores, que nos volvemos a situar en el momento en que el protagonista, que sueña ya con un viaje alrededor del mundo que le ha regalado su hermana, conoce y decide irse con la enigmática y sensual vampiresa Mila, que le arrastrará por un camino de perdición. No matarás se clausura con un largo primer plano de Dani que deja el final abierto, aunque todos sabemos que no se puede confiar en una fiera herida cuando el destino está en sus manos.



jueves, 22 de octubre de 2020

CRÍTICA: "EL CONDUCTOR" (Lodewijk Crijns, 2019)

 

Viaje infernal

“EL CONDUCTOR” êêê

TÍTULO ORIGINAL: Bumperkleef (Tailgate)

DIRECTOR: Lodewijk Crijns.

INTÉRPRETES: Jeroen Spitzenberger, Anniek Pheifer, Roosmarijn van der Hoek, Liz Veerger, Willem de Wolf, Truus te Selle, Hubert Fermin.

GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 85 minutos / PAÍS: Países Bajos / AÑO: 2019

 

    Simpática película holandesa presentada en el Festival de Sitges en el presente mes de octubre. No había visto nada del director Lodewijk Crijns a pesar de haber comenzado su carrera profesional en 1999, pero tras ver Bumperkleef (Tailgate), que traducido sería algo así como “chupar rueda” o “a rebufo”, me veré obligado a seguirle la pista. La película centra su interés en Hans (Jeroen Spitzenberger), un tipo con tanta seguridad en sí mismo que raya en la prepotencia. Un día, conduciendo de camino hasta la casa de sus padres acompañado de su mujer, Diana (Anniek Pheifer) y sus dos hijas, mantiene una discusión de tráfico con otro conductor (Willem de Wolf). El hombre, resentido por los malos modales de Hans, comienza a seguirle y le exige una disculpa, pero la disculpa de Hans, que en un principio le había negado esa concesión, llega tarde, cuando el extraño hombre ya ha decidido aplicar un correctivo moral a ese conductor tan impulsivo, maleducado e irrespetuoso.

    Catalogada como un cruce entre El diablo sobre ruedas y Carretera al infierno, la nueva película de Crijns se ocupa más de bucear en la tensión psicológica entre los conductores de los coches que en las persecuciones de coches que están bien rodadas pero que ocupan un segundo plano. Y claro, en el primer aspecto siempre sale ganando el maduro y brutal psicópata, de modales elegantes, corazón frío y una peculiar forma de dar matarile a sus víctimas. 

    Con un ajustado metraje, el director holandés (firmante también del libreto) juega con los tiempos de la acción en un in crescendo vertiginoso sin despreciar los momentos hilarantes, como cuando los coches de Hans y del psicópata se encuentran parados en la carretera y Hans se da cuenta (tarde) que no está delante de un pardillo que se amilana fácilmente o que sólo desea asustarlos. La chispa que lo incendia todo no debería haber pasado de una vulgar discusión de tráfico, pero los perfiles de los protagonistas trazados por el director nos anticipan que el viaje de la familia derivará en un terrorífico juego del gato y el ratón.

    Bumperkleef (Tailgate) tal vez no deje mucho poso en el espectador, pero se eleva como una pequeña película sin pretensiones que sumerge al espectador en un día de tráfico denso en la autopista, lugar en donde las prisas del padre de familia se hacen más acuciantes para no llegar tarde a la comida con sus padres y acabarán pasándole a él y a su familia (incluidos sus padres) una mala factura. El coche como un personaje más de la función en un país donde sabemos que la bicicleta es insustituible (atención al prólogo con un ciclista), por lo que cabe destacar la entrada de Hans y su familia que observan temerosos cómo todas las furgonetas similares a la del psicópata parece que esconden un peligro latente. Con un competente trabajo de todo el reparto, la metafórica premisa, sin duda anecdótica, nos invita a reflexionar sobre cómo la perdida del control y las acciones irracionales pueden ser el detonante de una tragedia fácilmente evitable. Créeme, si no ves Bumperkleef (Tailgate) no pasa nada, pero si la ves se te pasará en un suspiro.