Nunca he sido fan de Jason
Statham, sus destructoras correrías y la burricie de sus peculiares métodos
empleados en series como Transporter 1, 2 y 3 y Crank, cuya entrega
seminal estrenada con el subtítulo de Veneno
en la sangre data de 2006. Tres años más tarde se estrenó esta secuela
titulada CRANK 2: ALTO VOLTAJE, dirigida también por el tándem Mark
Neveldine/Brian Taylor y protagonizada -cómo no- por el rapado hostiador
Statham de nuevo en la piel del asesino a sueldo Chev Chelios, que tiene que enfrentarse a un gángster que le ha robado su corazón y lo
ha sustituido por un artefacto con batería que requiere fuertes descargas
eléctricas.
Si en la primera
película Chelios se pasaba 24 horas seguidas peleando, matando y follando sin
descanso para mantener el flujo de adrenalina a toda máquina en su cuerpo,
combatiendo así un veneno mortal inyectado en sus venas e impidiendo de ese
modo que llegue al corazón, ahora necesita descargas eléctricas regulares para
tratar de encontrar al tipo que le ha extirpado su corazón y lo ha sustituido
por una batería portátil. Su novia Eve
(Amy Smart), que ya no ignora a qué se dedica, le acompaña de nuevo en esta poco
sutil aventura.
Lo único
salvable y recordado de estas mediocres películas son los imaginativos y
antológicos polvos que nos regala la pareja Statham/Smart entregados a todo
tipo de malabarismos sexuales ya sea en pleno barrio de Chinatown o como en
Crank 2 en la pista de un hipódromo, con la Smart con las tobillos
“parriba” y ambos con las nalgas llenas de tierra, revolcándose como cerdos en
el fango y con todo el graderío animándoles, fíjense en la plástica elasticidad
del calvorota. Hay quien dice que son escenas sexuales ridículas y absurdas,
¡bah! No saben de qué hablan, nada mejor que un buen polvo público con toda la
platea jaleándote ¿Qué no te atreves? No formarás parte del casting para mi
próxima peli porno.
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