miércoles, 26 de mayo de 2021

CRÍTICA: "RIDERS OF JUSTICE" (Anders Thomas Jensen, 2020)

 

La mejor película del año hasta la fecha

“RIDERS OF JUSTICE” êêêê

DIRECTOR: Anders Thomas Jensen.

INTÉRPRETES: Mads Mikkelsen, Nicolaj Lie Kaas, Gustav Lindh,Roland Moller, Nicolas Bro, Lars Brygmann, Albert Rudbeck Lindhardt, Morten Suurballe.

GÉNERO: Acción- Comedia negra / DURACIÓN: 116 minutos / PAÍS: Dinamarca / AÑO: 2020.

   El director y guionista danés Anders Thomas Jensen no es ni mucho menos un principiante en esto del cine, tras firmar tres cortometrajes en la década de los 90 (uno de ellos, Noche de elecciones ganó el Oscar al Mejor Cortometraje en 1998), debutó con el largometraje Luces parpadeantes (2000), una comedia negra muy aseada que versa sobre cuatro gangsters aficionados que engañan a un capo robándole una gran suma de dinero. En el año 2003 estrena otra comedia negrísima titulada Los carniceros verdes, que narra las peripecias de dos compañeros de trabajo que abren su propia carnicería lejos de la tiranía de su antiguo jefe. Un par de años más tarde firma una de sus mejores películas hasta esa fecha, Las manzanas de Adam (2005), la historia de un neonazi que es enviado en servicio comunitario a la casa del párroco. Allí el ministro Ivan encomienda a Adam la tarea de cocinar un pastel de manzana con las manzanas del árbol situado frente a la iglesia. Su película menos inspirada hasta la fecha -aunque nada despreciable- es Men & Chickken (2015) con Mads Mikkelsen dando oxígeno a un profesor que sólo piensa en mujeres y se pasa el día masturbándose.                                 

                       

   Una magnífica filmografía que alcanza su cota más alta con Riders of Justice, la historia de Markus (Mads Mikkelsen) un militar de carrera que se ve obligado a regresar a casa cuando su hija Mathilde (Andrea Heick Gadeberg) sobrevive a un accidente de tren en el que ha fallecido su esposa. Todo indica que la tragedia en donde ha habido once muertes se ha debido a la mala suerte… hasta que Otto (Nicolaj Lie Kaas) un experto en algoritmos y también pasajero del tren siniestrado, aparece  por la granja de Markus con sus dos colegas, Lennart y Emmenthaler (Lars Brygmann y Nicolas Bro). Otto está convencido de que no fue un accidente sino un atentado.

   Cuando visionaba las primeras escenas de esta magnífica película pensaba que la historia transitaría sobre los territorios de la culpa, la venganza y la redención tan trillados en los últimos años. Lo que no esperaba es que Riders of Justice exigiese al espectador una complicidad total para no tener la tentación de hacer un análisis vago de una obra incómoda y en cierto modo transgresora. Fusionando el cine de acción, el thriller y la comedia negrísima, la función aborda el tema de las coincidencias que tanto gusta a su guionista y director: Markus, un duro militar, informa a su esposa de que se tiene que quedar durante tres meses más en el lugar de maniobras. El coche familiar no arranca y su mujer y su hija se ven obligadas a viajar en tren. Al poco tiempo, el vagón en el que viajan vuela por los aires. ¿Un accidente? ¿Un atentado? La madre muere, la hija sobrevive y Markus vuelve a casa para cuidar de su hija. La chispa que desató el caos fue que una niña pidió a su abuelo una bicicleta azul por Navidad, pero como en la tienda no había, el dueño de la tienda manda robar una, la bicicleta azul de la hija de Markus. Sin bicicleta, decide junto a su madre viajar en tren. La teoría del caos que se desencadena cuando tres personajes excéntricos, expertos en algoritmos, hackeo y tecnología intentan darle una explicación lógica a lo sucedido y convencen a Markus de que lo sucedido no fue un accidente, tal vez llevados por el sentimiento de culpa de uno de ellos, Otto, que viajaba en el mismo tren y cedió el asiento a la esposa de Markus, que murió allí sentada.

      Una vez convencido Markus, se inicia una guerra feroz con una banda de moteros denominada “Riders of Justice”, a la que creen culpable del atentado porque están seguros de que en el tren también viajaba un testigo importante en un caso contra la banda criminal. A la policía el cálculo de probabilidades les parece absurdo, también a los espectadores, pero la trama gira en un enfrentamiento encarnizado entre los dos bandos que dejará un reguero de cadáveres partiendo de una elucubración sobre el azar y las imposibles coincidencias. Acción  hiperviolenta y humor bizarro entroncan a la perfección para dar vida a unos personajes desplazados del sistema que guiados por esa especie picadora de carne que es Markus intentan de alguna manera destacar y dar cierto sentido a sus pobres existencias. Ser héroes por un día, imponer el orden en un mundo caótico.

   Así, Riders of Justice nos presenta a un grupo de losers marginales y solitarios con mucho tiempo para pensar, para autosugestionarse e idear realidades que sólo existen en sus cabezas, de ahí que las conclusiones sean ridículas y se alejen tanto de la verdad. Un trío de personajes tan excéntricos como entrañables que debido a sus temperamentos apocados y pusilánimes necesitan la rabia, la protección y el empuje de Marcus para llegar hasta el final en sus estúpidas convicciones. Cuando todo se desmorona y asumen con vergüenza sus errores, sólo les queda combatir juntos, ser solidarios y emplear todos sus esfuerzos para salir indemnes del desastre que sus alocadas teorías han originado. Todo ello genera escenas de una violencia visceral, pero también de una hilaridad corrosiva que gracias a un sólido guión se fusionan en un cóctel perfecto, generando una química especial dentro de un relato en donde todos los personajes  tendrán su momento único, contraponiendo siempre la rudeza del militar interpretado por el gran Mads Mikkelsen y el voluntarioso grupo de frikis patosos. El robo de una bicicleta desencadena un auténtico infierno, un efecto mariposa o una mera coincidencia por muy aterradora que parezca. Tal vez sólo se trate de escapar de sus vacías y deprimentes vidas para encontrar en ellas algún significado. Una excelente película.

domingo, 16 de mayo de 2021

CRÍTICA: "LA MUJER EN LA VENTANA" (Joe Wright, 2021)

 

Un truño importante

“LA MUJER EN LA VENTANA” ê

DIRECTOR: Joe Wright.

INTÉRPRETES: Amy Adams, Gary Oldman, Wyatt Russell, Fred Hechinger, Julianne Moore, Anthony Mackie, Jennifer Jason Leigh.

GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 100 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2021.

    Joe Wright, el director que adaptó con resultados decentes la novela de Jane Austen con Keira Nnightley como protagonista Orgullo y prejuicio (2005) o Expiación, más allá de la pasión (2007), adaptación de la novela de Ian McEwan, el mismo que nos presentó aquella extraña pero absorbente película de acción titulada Hanna (2011), y que logró que Gary Oldman creara una simbiosis perfecta con Winston Churchill en El instante más oscuro (2017), interpretación que le valió un Oscar al actor británico, patina considerablemente y de forma incomprensible con esta adaptación de la novela de A.J. Finn titulada La mujer en la ventana. Se puede alegar problemas de producción, de rodaje y distribución, pero todo será en vano si se utiliza como única excusa.

      Distribuida por Netflix, la película narra la historia de la Dra. Anna Fox (Amy Adams) una psicóloga infantil que tras sufrir una experiencia dolorosa y traumática padece una severa agorafobia. El pánico a los espacios abiertos la hace vivir sola, sin salir de su enorme apartamento en Nueva York. Allí espía las vidas sus vecinos y toma fotos de ellos. Hasta que un día escucha un grito escalofriante procedente de la casa de los Russell, una familia que se ha mudado de Boston, que todo el mundo admira y considera ejemplar. Después de presenciar un terrible acto de violencia, Anna está confundida y asustada, y comenzará a preguntarse si realmente fue verdad lo que vio.

     Con un flojísimo guión rubricado por Tracey Lets (escritor que ganó el Pulitzer), tal vez resulte excesivamente obvio recalcar que la premisa de del relato está calcada de la obra maestra de Hitchcock La ventana indiscreta, algo que no tiene demasiada importancia ya que infinidad de películas la han plagiado como homenaje o vacuo guiño referencial, incluso, como es el caso, con escenas copiadas con descaro. Tampoco está de más apuntar que ni siquiera el título es original, pues es idéntico la película firmada por Fritz Lang que en España se tituló La mujer del cuadro (1944). Joe Wright apunta alto con los ecos referenciales, pero La mujer en la ventana se queda en poca cosa, y sólo Amy Adams con sus buenos cambios de registro se salva del naufragio dentro de una abstrusa arquitectura narrativa. 

   La mujer en la ventana es puro artificio, y el eje sobre el que gira la trama, alucinación o realidad, se ve torpedeado por situaciones bochornosas con la intención de que el misterio se mantenga hasta el final, utilizando eso sí torpes recursos, manipulando al espectador con giros muy tramposos y mal planificados.

    La zozobra es aún más dolorosa porque Wright ha demostrado ser un director competente aunque no un genio y porque el artefacto cuenta con un magnífico reparto compuesto además por Gary Oldman, Julianne Moore, Anthony Mackie y una irreconocible Jennifer Jason Leigh. Pero cuando la confusión del espectador es tan grande que se siente incapaz de discernir si lo que ve Anna está ocurriendo realmente o es producto de las alucinaciones de la protagonista, que hace uso de un cóctel de pastillas y alcohol para superar su ansiedad, la función la seguimos ya con una distancia sideral y con escasa empatía hacia el sufrimiento de la chismosa y atribulada psicóloga. La mujer en la ventana exige al espectador dejar suspendida la credibilidad para poder sumergirse en el conflicto dramático y poder asimilar así los derroteros absurdos por donde se bifurca el argumento a pesar del vano esfuerzo del elenco. Tomando como único escenario la casa de la protagonista, con una acusada torpeza estructural y subrayados innecesarios, Wright deja para el final el giro más sonrojante y pasamos del suspense al puro slasher de la forma más burda posible. Estoy convencido que, íntimamente, a todos los responsables de la película les gustaría borrar este desastre de su filmografía.

domingo, 9 de mayo de 2021

CRÍTICA MINISERIE: “EL INOCENTE” (Oriol Paulo, 2021)

 

“EL INOCENTE” êêê

DIRECTOR: Oriol Paulo.

INTÉRPRETES: Mario Casas, Aura Garrido, Alexandra Jiménez, José Coronado, Juana Acosta, Miki Esparbé, Martina Gusman, Ana Wagener, Gonzalo de Castro.

GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 8 episodios de 50 minutos / PAÍS: España / AÑO: 2021.

    Sigo a Oriol Paulo desde su ópera prima El cuerpo (2012), película en donde el director maneja con soltura los códigos del thriller psicológico manteniendo la tensión hasta el final, y que a través de unos flash backs bien diseñados abre dos líneas temporales que nos introducen en las convulsas relaciones de sus protagonistas y en las tripas de la intriga. El cineasta barcelonés estuvo a la altura con su segundo largometraje, Contratiempo (2017), otro entretenido y eficaz thriller que lejos de ser perfecto plantea un retorcido juego del gato y el ratón dentro de un laberinto rebosante de falsas pistas y retruécanos. No me gustó tanto Durante la tormenta (2018), que con un flojo guión con más agujeros que un queso emmental desarrolla una historia de nuevo laberíntica que discurre paralelamente en dos franjas temporales separadas por 25 años.

     Oriol Paulo vuelve al medio donde comenzó su carrera con aquel olvidado telefilm titulado Ecos (2006), como creador y director de esta miniserie de ocho episodios de Netflix basada en la novela de Harlan Coben. La historia comienza una noche de hace nueve años, Cuando Mateo (Mario Casas) intercedió inocentemente en una pelea y termina siendo culpable de una muerte accidental. Ahora es un exconvicto que no da nada por sentado. Su mujer, Olivia (Aura Garrido) está embarazada y los dos están a punto de conseguir la casa de sus sueños. Pero una llamada alarmante e inexplicable al móvil de Olivia destroza la vida de Mateo por segunda vez. En su búsqueda por la verdad, encontrará una sorprendente aliada en la inspectora de policía Lorena (Alexandra Jiménez) que está a cargo de la investigación de un caso de suicidio.



     Mientras junto estas letras El inocente ocupa la segunda posición entre las series más vistas de Netflix a nivel mundial, nada extraño, Paulo sabe cómo enganchar al espectador desde las primeras escenas que poco a poco nos sumergen en un intrincado argumento rebosante de emociones, un abanico de subtramas y giros inesperados a modo de inextricable rompecabezas que va dejando piezas sueltas que encajarán a la perfección en los episodios finales de la serie. Pero hasta que las incógnitas sean despejadas, el espectador irá descubriendo los misterios de cada personaje, sus tormentosos pasados, sus conexiones, sus secretos inconfesables, el por qué actúan de esa manera y, sobre todo, su decidida voluntad de avanzar en sus tremendos destinos tras los sucesos vividos.

 

    Todos los personajes arrastran traumas y episodios oscuros de un pasado que no deja de perseguirlos, desde la inspectora de policía Lorena que vio el cadáver de su padre, policía como ella, segundos después de suicidarse, pasando por Mateo, un joven involucrado en una muerte accidental que aún le atormenta, hasta llegar a Olivia, que tuvo una vida perra en un prostíbulo del que logró huir, o el mismo agente de la UDE Teo Aguilar (José Coronado) que trata de ocultar capítulos espeluznantes de sus pasado recogidos en una cinta que tratará de recuperar cueste lo que cueste. Por otro lado, están los padres de Dani, el desgraciado chaval al que segó involuntariamente la vida Mateo y que tendrán un papel esencial en la trama. Al igual que las compañeras de Olivia en el prostíbulo Marbellí Kimmy (Martina Gusman) y María Luján (Juana Acosta), cada una con intereses distintos, un prostíbulo regentado por Anibal, un macarra violento al que da oxígeno Miki Esparbé.

     Estamos, amigo lector, ante un thriller de múltiples y punzantes aristas, con un argumento que se bifurca en incontables direcciones para narrarnos las vidas, con sus luces y sombras, de unos personajes que anhelan una segunda oportunidad que no a todos les será concedida, vidas que se verán reflejadas en un espejo fragmentado, un caleidoscopio que nos enseña trozos unas existencias marcadas por el fatalismo, el sadismo, el sentimiento de culpa, las ambiciones y la redención. Por supuesto, en El inocente está impreso el sello personal del director catalán, que juega a su antojo con la psicología de los personajes siempre de la mano de una historia cargada de suspense, violencia y emociones al límite, de vueltas de tuerca y alambicadas subtramas que definen un perfil ajustado de los personajes, de sus reflexiones, acciones, sueños y temores, además de cargar con los efectos de unas tragedias que dejarán marcadas de forma indeleble sus vidas. Con una cuidada puesta en escena, un gran trabajo de todo el reparto y una prodigiosa planificación del espacio-tiempo, El inocente se clausura con una virtuosa conjunción de todas las piezas, pero queda la tensa mirada de Mateo para alertarnos de que quizás el círculo no esté completamente cerrado. 

sábado, 1 de mayo de 2021

MIS PELÍCULAS ESPAÑOLAS FAVORITAS: "FURTIVOS" (José Luis Borau, 1975)

 

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DIRECTOR: José Luis Borau.

INTÉRPRETES: Lola Gaos, Ovidi Montllor, Alicia Sánchez, Ismael Merlo, José Luis Borau, Felipe Solano, Antonio Gamero.

GÉNERO: Drama rural / DURACIÓN: 99 minutos / PAÍS: España / AÑO: 1975.

     El bueno de José Luis Borau debuta en el año 1963 con un spaguetti western titulado Brandy, una coproducción hispano-italiana que haciendo bueno el dicho “la unión hace la fuerza” nos relata la vida en un pueblo de Arizona cuyos habitantes capitaneados por un borrachín llamado Brandy se enfrentan a los caciques y poderes del pueblo. Tras filmar dos thrillers muy decentes, Crimen de doble filo (1965) y Hay que matar a B (1975), nos presenta la que es sin discusión su mejor película, Furtivos (1975), Concha de Oro en el Festival de San Sebastián y uno de los grandes hitos del cine español, una de las películas más tristes y desgarradoras de nuestra cinematografía.

     En los estertores del franquismo y teniendo como escenario los gélidos bosques de Segovia de la España profunda, se filmó esta película con guión del propio Borau y Manuel Gutiérrez Aragón. Una historia que nos presenta a Ángel (Ovidi Montllor) un cazador furtivo que vive apartado en el bosque con su madre, Martina (Lola Gaos), una mujer tiránica y violenta. En uno de los escasos viajes a la capital, Ángel conoce a Milagros (Alicia Sánchez), una chica alegre que se ha fugado del reformatorio y que es la novia de un delincuente habitual conocido como el Cuqui. Ángel la protege y la lleva a su casa. La animosidad de su madre hacia ella, así como la atracción que Ángel siente hacia la chica desembocará en un terrible drama. 

    José Luis Borau acomete este visceral drama rural durante la larga agonía del franquismo, un descarnado fresco ambientado en la España profunda que sumerge al espectador en triángulo mortal formado por Ángel, un alimañero que procura tener libre de lobos un coto de caza para que el gobernador civil (a quien da vida el director) pueda cazar ciervos a sus anchas; Milagros, la chica que va a dinamitar la podrida, decadente y enfermiza convivencia  en esa casa en el bosque, que Ángel comparte con su madre, Martina, el otro vértice del triángulo, una mujer tempestuosa, envidiosa y celosa.

     Furtivos es el lacerante retrato de una España retrógrada, carroñera, anclada en costumbres agrestes, un país mísero que acoge inconfesables secretos, una tierra de gobernadores civiles grises, fatuos y paternalistas, de relaciones intrafamiliares violentas y posesivas hasta el incesto. Furtivos es, en definitiva, un relato realista con múltiples aristas sobre la degeneración moral de un país y la desintegración de la aparentemente sólida célula familiar tras años de frustraciones acumuladas. Un país que iniciaba el recorrido hacia una larga transición de dudosa perspectiva.

     Borau expone las tripas de la sociedad rural rebosante de amargura, sumisión y miserias para que se pudran a la vista de todos, con momentos de un dramatismo sobrecogedor (Ángel arrastrando a su madre para sacarla de la casa donde tienen que dormir él y Milagros) y de un salvajismo espeluznante (Martina matando de forma real a un perro que hacen pasar por un lobo), un tránsito hacia un fúnebre clímax final en la cegadora nieve como un blanco y amplio sepulcro.

   La violencia latente y soterrada estalla, pero el director maño utiliza el recurso de la elipsis con una fuerza tan brutal como silenciosa, como paso anodino del ruido y la furia al vacío y la muerte, como un susurro lúgubre que alerta de la inminente tragedia. Un susurro con un olor acre a muerte que actúa como metáfora del grito ahogado de aquella España oscurantista, oprimida y reprimida, de comportamientos malsanos y asfixia vital, con personajes víctimas de una libertad castrada, y por lo tanto, peligrosa, que sobreviven como pueden en el ancho páramo de la desolación. Con magníficas interpretaciones de todo el elenco y una prodigiosa iluminación del gran Luis Cuadrado, Furtivos levanta acta sobre una época plomiza y oscura de nuestra historia, de pasiones reprimidas, sucias perversiones e indescriptibles crueldades. El legado de un tiempo mezquino que todos hemos heredado.