domingo, 27 de septiembre de 2020

CRÍTICA: "EL DIABLO A TODAS HORAS" (Antonio Campos, 2020)

 

La esencia del Mal

“EL DIABLO A TODAS HORAS” êêê

DIRECTOR. Antonio Campos.

INTÉRPRETES: Ton Holland, Robert Pattinson, Bill Skarsgard, Mia Wasikowska, Json Clarke, Sebatian Stan, Riley Keough, Haley Bennett, Mia Goth.

GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 138 minutos / PAÍS: EE.UU / AÑO: 2020

 


  Dedicado en los últimos años a la televisión, de los tres largometrajes dirigidos anteriormente por Antonio CamposAfterschool, (2008, Christine (2016) y Simon Killer (2012)-, sólo he tenido la oportunidad de ver éste último cuya correspondiente crítica apareció en este medio. Un film muy aseado que sigue a un joven estadounidense recién graduado en la universidad y que viaja a París para olvidar una traumática ruptura sentimental, mostrando un perfil cada vez más desequilibrado.

 

    Su última película, El diablo a todas horas, está distribuida por Netflix y basada en la novela de Donald Roy Pollock nos narra la historia de Willard Russell (Bill Skarsgard) que desesperado por salvar a su mujer que padece un cáncer terminal, convierte sus oraciones en un sacrificio. Las acciones de Russell llevan a su hijo Arvin (Tom Holland) a pasar de ser un niño que sufre acoso en el instituto a convertirse en un hombre que sabe cómo y cuándo pasar a la acción. Los acontecimientos que tendrán lugar en Knockemstiff (Ohio) desatan una tormenta de fe, violencia y redención que se desarrollan a través de tres décadas.

     Si algo parece transmitir el cine de Antonio Campos es el interés de este cineasta neoyorquino de ascendencia brasileña por la violencia, sus formas y motivaciones. Estamos ante un relato típico del gótico sureño sobre la ignorancia, el pecado, la culpa, la redención y el fundamentalismo religioso dentro de una comunidad cerrada de hillbillies que en una coctelera infernal mezcla predicadores abyectos, paranoicos y abusadores, una pareja de serial killers, un sheriff corrupto, acosos escolares y dramas familiares que parecen heredarse genéticamente, elementos que abonan perfectamente el terreno para que el director pueda explayarse. Con una pausada voz en off que tiene al propio novelista como narrador, El diablo a todas horas abarca un periodo de tiempo que va desde la Segunda Guerra Mundial hasta la Guerra de Vietnam a mediados de los años 60 en dos poblaciones distintas, una perteneciente a Virginia y otra a Ohio. Con un prestigioso elenco y una excelente composición visual, Campos acierta intercalando historias de personajes que se cruzan como una maldición, y tomando al joven huérfano Arvin como eje de la función y que se verá arrastrado por un camino de crímenes, venganza y perdición.

   Con un potente diseño de producción y una admirable reconstrucción de épocas, Campos construye un andamiaje narrativo entre personajes que se cruzan e interrelacionan en algún tramo del metraje, derivando en un ejercicio de estilo rodado con profesionalidad que exige al espectador dejar suspendida la credibilidad y que no consigue arañar en los sentimientos de forma emotiva. El diablo a todas horas es un film noir muy pegado a la obra literaria en donde las explosiones de violencia son fogonazos casi purificadores en un ambiente podrido de degradación moral, que fluye del destino trágico que persigue a varias generaciones de una misma familia con un extenso catálogo de macabras atrocidades: violaciones y abusos machistas, suicidios y asesinatos a sangre fría que componen el ritual cotidiano de una sociedad de psicópatas que se aprovechan de la inocencia y la ignorancia y que están carcomidos por la esencia absoluta del Mal. Estamos ante una película que destaca más por el esfuerzo interpretativo del espléndido reparto y por la exquisita labor técnica que por la introspección psicológica de la galería de extraños y abominables personajes.


sábado, 12 de septiembre de 2020

CRÍTICA: "SÓLO LAS BESTIAS" (Dominik Moll, 2019)

De la soledad y el deseo

“SÓLO LAS BESTIAS” êêê

(SEULE LES BÊTES)

DIRECTOR. Dominik Moll.

INTÉRPRETE: Denis Minochet, Laure Calamy, Demien Bonnard, Nadia Tereszkiewicz, Bastien Bouillon, Guy Roger “Bibisse” N´Drin.

GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 117 minutos / PAÍS: Francia / AÑO: 2019

 


       El director francés Dominik Moll debutó en el año 2000 con la estupenda película Harry, un amigo que os quiere, en la que Sergi López se lucía con una magnífica interpretación dando oxígeno a un tipo que visita a un matrimonio amigo mientras están de vacaciones y agobiados por diversos problemas. Inferior, aunque también muy recomendable, fue su siguiente criatura, Lemming (2005), la historia de un matrimonio feliz que un día invitan a cenar al nuevo jefe del marido y a su esposa, pero lo que se presumía una velada feliz se convierte en una cena desagradable debido al odio y el resentimiento que corroe al matrimonio invitado. Mas flojo me resultó su tercer largometraje, El monje (2011) que versa sobre un joven novicio interpretado por Vincent Cassel al que intenta corromper Satanás. No he tenido la oportunidad de ver su penúltimo film, News From Planet Mars (2016) un relato sobre un divorciado y padre de hijos adolescentes que sueña con ser astronauta.

 

   

   Su última cinta, con buena recepción crítica en Francia, está basada en la novela de Colin Neil “Seules les bêtes” publicada en 2018. Un film que nos sitúa en un bello y abrupto paraje de montañas durante una copiosa nevada. Lugar de donde desaparece Evelyne (Valeria Bruni Tedeschi) que según veremos, ha mantenido una efímera relación extramarital con Marion (Nadia Tereszkiewicz). Nadie sabe nada hasta el día en que Alice (Laure Calamy) una trabajadora social casada con Michel (Denis Ménochet) un granjero de la zona, encuentra un coche detenido junto a la carretera, pero no hay nadie dentro de él. Alice lleva en secreto (a voces) una aventura con Joseph (Demien Bonnard), uno de sus pacientes. Él dice no saber nada de la desaparición, pero el cuerpo de Evelyne aparece cerca de su granero. Es el principio de un misterio que relaciona a cinco personas en dos continentes distintos.

 


    Dominik Moll debería ajustar más el metraje de sus películas, pues si algo penaliza a sus historias son escenas fácilmente prescindibles que acaban alargando innecesariamente la función. Soy consciente de que la cosa es complicada porque la diversidad y el contraste de los personajes se ven necesitados de una estricta definición que no es posible solventar con cuatro trazos de brocha gorda, sobre todo por la riqueza expresiva y el énfasis en sus diferencias. Aun así, este thriller rural funciona tanto en el apartado atmosférico en donde el paisaje montañoso y los rigores de las nevadas invernales con forman un personaje más de la función, como en la estructura narrativa, que en formato episódico con el rótulo de los nombres de los protagonistas dando paso a cada episodio, personajes que se entremezclan e interrelacionan por el azar o el fatal destino. Con la precisión de un entomólogo, Moll disecciona las emociones y destapa los secretos y anhelos de una serie de lugareños marcados por el ambiente gélido, el aislamiento social, la soledad y la insoportable rutina, desnudando sus pasiones, sus engaños, su inabarcable hastío.

    



  Sólo las bestias es un relato caleidoscópico y poliédrico del que emana un aroma por bucear en los meandros de los deseos sexuales frustrados e inconfesables a través de una tela de araña que el director va tejiendo con pulcritud alrededor de cinco personajes que se mueven por una atmósfera rural sombría (las escenas que ocurren en África son igual de siniestras) y acierta en descubrir las aristas punzantes que surgen de forma brusca de los sentimientos castrados. Resulta intrigante adentrarse en el laberinto que plantea Moll, un juego de espejos deformantes que deriva en un retrato nítido, cohesionado e inteligente gracias a la pericia para unir las piezas de un oscuro puzle. Con un trabajo pluscuamperfecto de todo el elenco, el espectador se sumerge en los giros y bifurcaciones de un guión complejo, un cruce de historias que conforman una fábula fúnebre tan cruda como dolorosa. Un mensaje devastador y nada didáctico sobre el vacío existencial que nos corroe.

viernes, 4 de septiembre de 2020

CRÍTICA: "TENET" (Christopher Nolan, 2020)


Las dimensiones del espacio-tiempo
“TENET” êêê
DIRECTOR: Christopher Nolan.
INTÉRPRETE: John David Washington, Robert Pattinson, Elizabeth Debicki, Kenneth Branagh, Dimple Kapadia, Aaron Taylor Johnson.
GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 150 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2020.

   
    Tras la épica y magistral Dunkerque (2017) un subyugante relato bélico que narra la angustiosa situación de miles de soldados británicos rodeados por el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial en las playas de Dunkerque (Francia), Christopher Nolan nos regala un críptico y entretenido artefacto centrado en el mundo del espionaje internacional.


   Tenet sigue a un agente de la CIA, El Protagonista (John David Washington) que prefiere morir antes que entregar a sus compañeros. Tras superar esta difícil prueba, este hombre junto con su aliado, Neil (Robert Pattinson) tendrá una importante misión: evitar una amenaza mucho más peligrosa que la tercera guerra mundial. La clave está en una sola palabra: TENET.

   
    El confuso prólogo sirve como introducción de una historia inextricable y advierte del desafío que les espera a los espectadores. Con la fuerza visual que caracteriza a sus creaciones y una intrincada arquitectura narrativa que juega con el tiempo y el espacio y siempre rebosante de MacGuffins y agujeros negros, el director británico utiliza como título un palíndromo, Tenet (abrir o cerrar puertas) y camufla con verborrea científica e intelectual la trama de siempre: la lucha del bien contra el mal, para armar un relato tan prodigioso en la coreografía de la acción como complejo en su estructura narrativa.


    Un laberinto con el caparazón de thriller de espías en donde vemos correr el tiempo hacia atrás (que es uno de los trucos más antiguos del cinematógrafo al igual que los viajes en el tiempo) y en donde un espía seleccionado por sus poderosas cualidades tiene que salvar a la humanidad de un apocalipsis inminente (la rutina de James Bond), teniendo como némesis a un villano con acento ruso que da oxígeno Kenneth Branagh que se verá traicionado por su mujer (Elizabeth Debicki). Todo en orden, pero tratándose de Nolan la sencilla premisa se convierte en un complejo jeroglífico con la reversión del tiempo, sus causas y efectos.


    Tenet luce muy bien, cuenta con una magnífica fotografía de Hoyte van Hoytema (habitual en los últimos films del director) que imprime garra a la acción, siempre apoyada en la excelsa y adrenalínica labor de montaje. Tenet no es un gran Nolan, está muy alejada del inaccesible listón dejado por las sublimes El Caballero Oscuro y Dunkerque, pero al espectador se le pide que se deje arrastrar sin que merezca la pena el esfuerzo de tratar de entender los subterfugios de un argumento que en el fondo sólo es una película de espionaje que no emociona pero deslumbra por el tratamiento sonoro (buen trabajo de Ludwig Göransson), visual y técnico, con set-pieces apabullantes como la persecución de los coches marchando hacia atrás o la del avión. Ejemplos de ese punto megalómano que caracteriza al director.


   La obsesión por la noción del tiempo es uno de los temas recurrentes en la filmografía de Nolan desde su segundo largometraje, Memento, el problema es que su narrativa se ha vuelto cada vez más críptica e insondable, quedando la premisa enterrada bajo múltiples capas. Tenet es una película multigenérica, una mezcla de géneros que se fusionan muy bien con la trama, que no es otra cosa que una lucha de poderes de la que depende el futuro y el equilibrio de la humanidad, y en donde conceptos como la construcción y la destrucción, el caos y la entropía prefiguran un universo de infinitas dimensiones.