martes, 26 de diciembre de 2023

CRÍTICA: "CERRAR LOS OJOS" (Víctor Erice, 2023)

 

El último refugio

CERRAR LOS OJOSêêê

DIRECTOR: Víctor Erice.

INTÉRPRETES: Manolo Solo, José Coronado, Ana Torrent, Helena Miquel, Mario Pardo, Soledad Villamil, María León, Josep María Pou.

GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 169 minutos / PAÍS: España / AÑO: 2023

     Tercer largometraje de no ficción en los 60 años de carrera del director vizcaíno Víctor Erice, que a sus 83 años bien puede constituirse como su testamento fílmico. Si recordamos que su último largometraje fue el documental El sol del membrillo de 1992, nos encontramos con un páramo de 31 años sin que las salas de cine hayan servido de templos para el estreno de una obra suya. Este cronista estaba convencido de que sería difícil que Cerrar los ojos superara el listón dejado por El espíritu de la colmena (1973) y sobre todo El sur (1983), mi película favorita del realizador y guionista vasco, pero está bien que haya podido sacar adelante este proyecto que se impone como una oda de amor al cine.

     Cerrar los ojos nos relata un enigma: Julio Arenas (José Coronado), desapareció sin dejar rastro durante el rodaje de una película. Nunca se encontró su cadáver, pero es posible que sufriera un accidente junto al mar. El misterio vuelve a la actualidad muchos años después a través de un programa de televisión que pretende evocar la figura del actor, ofreciendo como primicia algunas imágenes de las últimas escenas que rodó, filmadas por el que fue su íntimo amigo, el director Miguel Garay (Manolo Solo).

     Entendida como un sentido homenaje al cine, es cierto que Cerrar los ojos se impone como un ejercicio de nostalgia cáustica de alguien que sabe que los mejores años de su vida y de su carrera quedan ya muy lejos. Así, el relato supone una labor catártica por todos los proyectos que nunca fructificaron y una forma de expiación por décadas de amargas frustraciones. La película funciona como una triste extensión de los recuerdos de un tiempo que ya no existe y que jamás volverá, otorgando valor a lo vivido y restando relevancia a la memoria, que a veces sólo sirve para sumirnos en una severa aflicción. Para lo que en esencia nos cuenta, la función se ve necesitada de una poda con la eliminación de escenas y personajes que aportan poca cosa al argumento, a lo que se une una falta de ritmo en el desarrollo de la acción, ese lánguido viaje que varias décadas después emprende Miguel, el director de la película inacabada, para resolver el misterio de la desaparición de su amigo, el popular actor Julio Arenas.

     En Cerrar los ojos, hábilmente camuflada de thriller, está pulcramente dirigida e interpretada, e importa el carácter metacinematográfico utilizado con una simpleza simbólica, como las citas culturetas a películas clásicas y obras literarias, un recurso que, como algunos personajes y situaciones insustanciales, existen para rellenar líneas de diálogos sin que tengan relevancia en una trama que en durante su desarrollo acaba importando más el magma espiritual que el sentido estrictamente narrativo. Es verdad que en los desiertos de la memoria hay mucha vida, momentos de embrujo, ilusión y laceraciones que se perdieron en la noche de los tiempos y que navegan a la deriva por el mar de la nada. A veces, una fotografía puede servir de ancla ante los peligros de los acantilados del destino, encontrando un puerto azul y apacible para desaparecer y vivir como un anacoreta, trabajando por un plato de sopa y un jergón. A Julio Arenas le asustaba la crudeza y sinsabores de la vejez, y es en ese último tránsito donde lo encontramos más vivo que su amigo íntimo Miguel y que su hija Ana. Ambos con una vida vulgar y mortecina. Lo que otorga un carácter expansivo al valor de la inconsciencia y la desmemoria. 

domingo, 17 de diciembre de 2023

“UNICORNIOS” (Álex Lora, 2023)


“UNICORNIOS” (Álex Lora, 2023) êê

    Últimamente me da mucha pereza comentar películas españolas por la tendencia (más patente en el cine dirigido por mujeres) de hacer películas para no contar casi nada. Te sientas cómodamente, te concentras para ver la película y poco a poco te invade un sopor insufrible porque la experiencia es similar a lo que sentirías observando como crece una planta. En esta ocasión la función es la ópera prima en el largometraje de ficción de un director, Álex Lora.

     Tenemos a una joven, Isa (Greta Fernández), una chica moderna, atractiva, feminista, inteligente y poliamorosa. Cuando un amigo con el que tiene una relación, Gillem (Alejandro Pau), le propone que sean una pareja monógama, Isa no quiere aceptar esa relación y Gillem rompe con ella. Los padres de Isa están separados, tiene una relación distante con su madre escritora, Mercé (Nora Navas) y sólo habla por teléfono con su padre. También mantiene relaciones sexuales con una amiga, y habiendo cursado estudios de imagen trabaja en la empresa dirigida por Mikel (Pablo Molinero), un tipo narcisista y contradictorio. En su mundo artificioso de apariencias, sus contradicciones van saliendo a la luz y su mundo se va derrumbando atrapada en la espiral paranoica en que se han convertido sus fugaces relaciones interpersonales y las redes sociales.

    Retrato de una generación desnortada y sentimentalmente deshabitada, vidas con bellas envolturas, pero tan ficticias e ilusorias como los unicornios, la trama sigue a Isa, otra esclava del móvil, en su día a día mostrando las relaciones con sus colegas del trabajo, con las personas de ambos sexos con quienes practica sexo, con sus padres y en sus encuentros espontáneos con otros personajes. Interrelaciones que tratan de explicar sus dilemas existenciales, conflictos que generan su aislamiento emocional y un vacío desalentador. Su asumida seguridad se verá desequilibrada cuando todas sus expectativas laborales y sexuales se van desmoronando.   

    Hablamos de cierta juventud que reniega de los conceptos y valores tradicionales de la pareja y la familia, pero que son incapaces de encauzar sus vidas en otros itinerarios alternativos rompiendo todos los tabúes sexuales y afectivos en la búsqueda de una mayor libertad allí donde se difuminan los límites, sin el lastre del compromiso, sin el yunque de la posesión. Sin embargo, sus ambiciones, deseos y dudas les conducen a una inhóspita soledad, a una dolorosa confusión, a una crisis de identidad que se ve reflejada en la necesidad de evadirse asistiendo a fiestas grotescas, coqueteando con las drogas y sintiendo el pálpito de la fría compañía de la tecnología, impenitente esclavitud.  Las influencers que marcan el dictado a su comunidad de seguidores y las nuevas formas de relacionarse no acaban de llenar los contenedores vacíos de tantas almas que no consiguen dar un sentido a sus vidas, y ni el poliamor ni las redes sociales ni las relaciones carnales efímeras calmarán esa angustia. Pero eso ya lo sabíamos.

jueves, 7 de diciembre de 2023

RECORDANDO A CONCHA VELASCO EN SUS MEJORES PELÍCULAS

     La multifacética actriz vallisoletana Concha Velasco (1939-2023), fallecida el pasado 2 de diciembre, forma parte de la memoria sentimental de varias generaciones desde que comenzó su carrera como intérprete a mediados de los 50 con sólo 15 años. Actriz de cine, teatro y televisión, cantante, bailarina y presentadora, ha sido uno de los iconos más populares e incombustibles del cine patrio a lo largo de siete décadas. Su debut se produce con un fugaz papel de bailaora sin acreditar en la comedia La reina mora (1955), y su última aparición en la pantalla grande fue en 2020 en la cinta de terror Malasaña 32. Junto a Tony Leblanc formó una de las parejas más recordadas y famosas de nuestro cine y fue conocida como “La Chica Ye-yé” por el tema que interpretó en la película de 1965 Historias de la televisión. Todo un exitazo. Mi sinceridad me obliga a reconocer que en pocas ocasiones me he sentido seducido por su protagonismo debido a la mediocridad de las producciones en las que participó la prolífica artista (más de un centenar de títulos) y no recomendaría a nadie películas tan inanes y apolilladas como Las chicas de la cruz roja. Sin embargo, tuvo la oportunidad de desplegar todo su talento interpretativo en las siguientes películas:

EL INDULTO” 

(José Luis Sáenz de Heredia, 1961)

    España, 1906. Embarazada tras haber sido violada, Antonia (Concha Velasco), se ve obligada a casarse con Lucas (Pedro Armendáriz), para salvar su honor. Pero su madre le entrega a Lucas 20.000 reales con la condición de que no se acerque a nunca más a Antonia ni al niño que va a nacer. Cuando se queda sin dinero, Lucas reclama a su mujer y termina matando a la madre de ésta. Pedro (Manuel Monroy), hermano de Lucas, protege a Antonia ante las amenazas de éste.

    Dirigida por José Luis Sáenz de Heredia y basada en la novela de Emilia Pardo Bazán, El indulto encumbra a Concha Velasco en uno de sus primeros papeles dramáticos y acapara casi todo el protagonismo de una historia de bajas pasiones, violencia sexual, celos, venganzas y sucesos trágicos que tienen lugar en un pueblo español durante el reinado de Alfonso XIII.  Con un magnífico guión del propio director y una brillante iluminación llena de contrastes de Cecilio Paniagua, estamos ante un sólido melodrama fatalista que levanta acta sobre la decrépita moral de la época, la permisibilidad de la ley ante los delitos machistas y la cobardía de una sociedad sumida en las tinieblas.


TORMENTO” (Pedro Olea, 1974)

    La acción nos sitúa en Madrid a finales del siglo XIX. Tras hacer fortuna en América, Agustín (Francisco Rabal), vuelve a España y se instala en casa de unos parientes, Francisco y Rosalía de Bringas (Rafael Alonso y Concha Velasco). Enseguida comienza a cotejar a Amparo (Ana Belén), una atractiva joven que trabaja de criada en la casa y que oculta un inconfesable secreto: su relación amorosa con un sacerdote, Pedro (Javier Escrivá).

     Dirigida por Pedro Olea, adapta la obra homónima de Benito Pérez Galdós que narra la vida de una sirvienta que se debate entre los amores que le profesan un cura y un hombre que se ha hecho rico en América. Tormento es el relato de una sociedad decadente, de moral pacata y desvencijada y los amores tristes y atormentados de Amparo, impecable en sus labores como criada, pero que, a pesar de sus virtudes, se ve asaltada por los fantasmas del pasado, que siempre vuelven. Empleada de la arrogante, mezquina, codiciosa y odiosa Rosalía de Bringas, una Concha Velasco esculpiendo la forma humana de la envidia y que se siente impotente ante el hechizo que Amparo ejerce sobre su primo Agustín. Inolvidable ese final en la estación de tren cuando, desde el vagón y antes de partir con ella, Agustín le pide a Amparo que se despida de su familia. El cruce de miradas entre Ana Belén y la rencorosa Concha Velasco murmurando puta… puta… puta… cuando el tren se aleja, es puro fuego.


LA COLMENA” (Mario Camus, 1982)

       Adaptación de la magistral novela de Camilo José Cela en la que tiene un pequeño papel como el inventor de palabras Matías, La colmena, dirigida con virtuosismo por Mario Camus, es para este cronista la mejor película en la que intervino la recordada Concha Velasco en el papel de Purita, una afectuosa prostituta que acaba teniendo un romance con Martín (José Sacristán), un harapiento superviviente republicano que vive de la caridad de su hermana y duerme en un burdel. La acción nos sitúa en el Madrid de 1943 en plena posguerra. Son años de hambre, enfermedades, represión, homofobia y miedo. En el Café La Delicia regentado por Doña Rosa (representado como émulo del mítico Café Gijón), un grupo de tertulianos se reúne todos los días. Un enjambre, una colmena, de gentes que a veces son felices y a veces, no.

       Oso de Oro en el Festival de Berlín de 1983, La colmena nos muestra un fresco realista de la vida mísera y la crudeza de la sociedad de posguerra, con el ajetreo del Café La Delicia regentado por Doña Rosa donde se reúnen un grupo heterogéneo de poetas pobres e intelectuales peripatéticos que un día descubren que las mesas de mármol en torno a las cuales se sientan no son otra cosa sino lápidas. Película coral rebosante de excelentes intérpretes, la trama se desarrolla a través de un encadenado de microhistorias entrelazadas en las que entran y salen personajes de diferentes clases, con sus prejuicios, pesares y aspiraciones, un rincón de una ciudad de Madrid deprimente y gélida, con sus colas de racionamientos, pensiones de mala muerte y casas de latrocinio. Una radiografía desangelada y áspera de una época tenebrosa. Atención a la soberbia banda sonora de Antón García Abril... y un recordatorio: lo queramos o no, todos somos hijos de esa mugre.