viernes, 30 de julio de 2021

CRÍTICA: "ZOLA" (Janicza Bravo, 2020)

 

Un loco, loco, viaje

“ZOLA” êê

DIRECTOR: Janicza Bravo.

INTÉRPRETES: Taylour Paige, Riley Keough, Nicholas Braun, Colman Domingo, Megan Hayes, Denis Mallen, Steve Heinz.

GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 90 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2020.

   Al parecer esta fallida película está basada en un hilo de Twitter sobre unos hechos reales que le ocurrieron a la stripper Aziah King. El hilo de 148 tweets narra el desastroso viaje a Tampa (Florida) de dos jóvenes que acaban siendo testigos de un asesinato. La película de Janicza Bravo es flojita y lo único salvable es la belleza de sus dos protagonistas femeninas, sobre todo la afroamericana Taylour Paige.

    Vayamos con la historia: una stripper llamada “Zola” Wells Aziah (Taylour Paige) que trabaja en uno de esos restaurantes Hooters de Detroit donde las camareras van vestidas con poca ropa, se embarca junto a otra stripper, Stefani (Riley Keough), su novio Derrek (Nicholas Braun) y el proxeneta que la explota, X (Colman Domingo) en un viaje a Florida con el objetivo de ganar mucho dinero en sus múltiples clubs. Lo que parecía un trabajo sencillo se convertirá en una alocada historia de crimen y prostitución.

           

     No he leído el hilo de Twitter que se hizo viral, en realidad poco importa, porque la película resulta más atractiva en lo visual que en lo narrativo, pues los diálogos son tan burdos e irrelevantes como la mayoría de los que se pueden leer en la red social del pajarito, por lo que, en este aspecto, la película no me resultó mínimamente cautivadora. Nos encontramos con una mujer joven, atractiva, y que no parece tonta que automáticamente queda hipnotizada por otra mujer que, efectivamente, se le nota que es idiota sin ni siquiera abrir la boca. Sin embargo, se deja arrastrar por ella a una aventura inquietante en Tampa que uno imagina que puede conllevar ciertos peligros que tal vez no compensen el dinero que piensan ganar. Y como uno pensaba al ver la compañía que viaja Zola, las cosas se salen de control. Algunos hallazgos visuales virtuosos y una iluminación estilizada no compensan la paupérrima escritura, ni el tono de comedia alocada acaba de funcionar en esta imposible fusión entre The Florida Proyect y Spring Breakers.    

      Zola no descubre nada nuevo, todos sabemos lo siniestro y peligroso que puede ser el mundo de la prostitución y el ambiente de los clubs nocturnos, también la decadencia social en la era digital. Pero siempre esperas que los personajes se den cuenta de lo absurdo de sus acciones, aunque pronto acabas comprendiendo que sólo una tragedia les hará abandonar el círculo destructivo de un viaje loco, aterrador y en cierto modo divertido, por lo que nunca se llega a generar verdadera tensión dramática. Estamos ante un material altamente inestable que se apoya en la gracia física de las dos actrices protagonistas que en ningún momento demuestran una personalidad arrolladora, y la directora fracasa en su intento de aunar la desfachatez cómica con el thriller contemporáneo. Zola rebosa contrastes cromáticos, pero no pasa de ser un mejunje agridulce y delirante, flaquea tanto a nivel narrativo que es imposible que despierte fuertes emociones… a no ser por el exceso de tópicos machistas.

domingo, 25 de julio de 2021

CRÍTICA: "RUN HIDE FIGHT" (Kyle Rankin, 2020)

 

Masacre en el instituto

“RUN HIDE FIGHT” êêê

DIRECTOR: Kyle Rankin.

INTÉRPRETES: Isabel May, Thomas Jane, Radha Mitchell, Eli Brown, Olly Sholotan, Treat Williams, Bárbar Crapton, Cyrus Arnold, Britton Sear, Cindy Vela.

GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 109 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2020.

    De la productora Cinestate, que nos ha regalado joyas como Bone Tomahawk, Brawl in Cell Block 99 (2017) y Dragged Across Concrete (2018), todas dirigidas por el gran S. Graig Zahler, nos presenta ahora esta polémica cinta titulada Run Hide Fight, que fue estrenada en el Festival de Venecia en 2020 fuera de competición. Una película repudiada con furia por la crítica oficialista internacional que descargó su vómito tóxico sobre ella. Cuestión que me mosqueó y me ofreció el impulso que necesitaba para darla una oportunidad. Total… ¿qué podía perder?

     La función nos presenta a Zoe Hull (Isabel May) una chica de 17 años que no está manejando bien el fallecimiento de su madre y a veces habla con ella como si estuviera presente. Zoe está resentida con su padre por su falta de emociones, y su mejor amigo, Lewis (Olly Sholotan) quiere que su relación se convierta en algo más. Pero Zoe lo que en verdad desea es terminar el último año de instituto e ir a la universidad para tener un nuevo comienzo. En lugar de esto, su instituto es atacado por cuatro estudiantes armados con intención de perpetrar una masacre.

     Si algo demuestra la productora Cinestate es valentía, valentía para apadrinar los proyectos que le da la gana sin rendir cuentas a nadie y sin dejarse arrastrar por la babosa corriente del buenrrollismo y lo políticamente correcto que nos invade, una  ola agitada por una falsa y sectaria progresía cuyos postulados resultan tan casposos como venenosos. Kyle Rankin no relata nada diferente de lo que ya hicieron Denis Villeneuve en Polythecnique, Guy Ferland en Escuela de asesinos, Gus Van Sant en Elephant, Ben Coccio en Zero Day, Ilmar Ragg con La clase o Matt Jhonson con The Dirties, lo que pasa es que lo narra de otra manera distinta, pero la temática es la misma.

     Run Hide Fight no es ni mucho menos una película redonda, pero tampoco la mierda que nos han querido vender: las interpretaciones son correctas, la narración resulta dinámica, la historia inquietante, oscura, y explota un tema siempre peliagudo y de actualidad, que no es otro que las matanzas indiscriminadas en los institutos. Catalogada como una mezcla entre La jungla de Cristal y Elephant, Rankin no estimula la reflexión sesuda sobre esa problemática ni se entretiene demasiado en la presentación de los personajes, la mayoría de ellos meros estereotipos, ninguno tan atrevido como la protagonista, una chica de 17 años y 50 kg de peso que salva todos los obstáculos y que a modo del John McClane de La Jungla protege a los buenos y castiga a los malos. ¿Funciona? Sí, a pesar de que nos puede parecer que la misión le queda grande y las razones de los malos para consumar la matanza nos resulten pueriles.

     Pero no lo son, la lacra del bullying o acoso escolar se encuentra detrás de las motivaciones de  muchos estudiantes que perpetraron  actos violentos en institutos, pues habían sido víctimas de esos abusos. Es por eso que se sigue debatiendo sobre la necesidad de mejorar los ambientes educativos, el control efectivo de armas dentro de las instalaciones escolares y el necesario apoyo psicológico. Run Hide Fight es un artefacto entretenido que parte de una premisa tan simple como terrorífica siempre tomando como ineludible referencia espeluznantes sucesos reales. Los cuatro estudiantes que asaltan el instituto arrastran traumas y en algún momento se sintieron acosados y desplazados. Está claro que los rehenes son inocentes, pero de la atmósfera emerge la sensación de que todos somos culpables. Un consejo: si ves esta peli, deja suspendida la credibilidad y los prejuicios. De no ser así, busca otra cosa.


sábado, 17 de julio de 2021

CRÍTICA: "TWENTYNINE PALMS" , a propósito de Bruno Dumont

 

A propósito de Bruno Dumont

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DIRECTOR: Bruno Dumont.

INTÉRPRETES: David Wissak, Yekaterina Golubeva.

GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 119 minutos / PAÍS: Francia / AÑO: 2003.

   Ahora que Bruno Dumont ha presentado en el Festival de Cannes con escaso éxito de la crítica su última película, France (2021), he querido recuperar su tercera película Twentynine Palms (2003), con la que se le comenzó a colgar la etiqueta de director de culto, y que además fuera incluido en corrientes como el Nuevo Cine Francés Du Corps junto a Claire Denis, Gaspar Noé y François Ozon. Aunque a raíz  de este film otros críticos le clasificaran dentro de la corriente del Nuevo Cine Extremo Francés.

    El guión de Twentynine Palms (2003) está firmado por el propio director pero es una entelequia y tenemos la impresión de que carece de algo parecido, como premisa aportaremos que sus dos únicos personajes, David y Katia (David Wissak y la malograda Yekaterina Golubeva, murió con sólo 44 años) son presentados como un fotógrafo independiente y una chica con la que mantiene una affaire, que a bordo de un Hummer se dirigen desde Los Ángeles a Twentynine Palms, otra ciudad californiana pero en pleno desierto de Mojave. La excusa es la realización de una sesión de fotos para una revista, aunque nunca vemos ninguna cámara ni ninguna predisposición.

  Indudablemente Dumont tiene más detractores que defensores, pero los fieles seguidores de su arte visual (él cree que esta película debería ser vista en un museo, no por pretenciosidad, sino por esa minoría que puede conectar con su nivel de abstracción) y su peculiar estilo: generalmente usa recursos como planos larguísimos, primeros planos corporales dentro de historias que desarrollan emociones extremas, estallidos secos de violencia y una exposición feísta de las relaciones sexuales -a veces explícitas-  como signo de provocación y hastío de sus personajes. Aún así, sus películas Humanité (1999) y Flandres (2006) consiguieron el Gran Premio del Jurado en Cannes y Hadewijch (2009) el FIPRESCI de la crítica.

   Twentynine Palms es un espacio geográfico, una ciudad, pero con los personajes exasperados por el árido paisaje, Dumont también nos lo presenta como un estado emocional, de vertientes psíquicas subterráneas que sinuosas destrozan el dique de las emociones en un hotel, en los abruptos caminos, entre el polvo y las rocas del desierto tras conversaciones irrelevantes y escenas tocadas con el pincel de la abstracción. Diálogos simples, anodinos y abstrusos que se quiebran con una carcajada, extemporáneas ráfagas de ira, llantos compulsivos y orgasmos como puñaladas. Porque la locura es también un estado y el miedo a sí mismo… y al prójimo, a la naturaleza humana. El terror y el sexo. El sexo grotescamente improvisado que actúa como bálsamo para atemperar los instintos animales. Una morosa narrativa y un abrumador minimalismo nos hace especular sobre los peligros latentes, tal vez la mayor de las amenazas la representan ellos mismos, tal vez alguien en el exterior esperando su momento en una tierra estéril y hostil.

     En la función no hay héroes, nadie muestra ninguna virtud ni buenas intenciones, David y Katia no son ejemplos de nada, los escasos “te quiero” que pronuncian suenan huecos, irreales, no existe empatía ni conexión, la relación que mantienen en esta extraña road movie sólo provoca desasosiego en los espectadores, cada vez más sumidos en una atmósfera asfixiante y perversa, un tormento que augura un sórdido y violento final. Y ese final llega de forma brutal y azarosa, como un pasaje más en la sinfonía del caos que compone Dumont entre la infinita soledad del paisaje y el tedio angustioso de la pareja en su incierto viaje al infierno, o lo que es lo mismo, al abismo de la desesperación. Un film inclasificable con una atmósfera enfermiza, y tal vez por esto, inolvidable. Porque el cine es, sobre todo, atmósfera.


sábado, 10 de julio de 2021

CRÍTICA: "NOCTURNAL" (Nathalie Biancheri, 2019)

Del amor, la soledad y otros tormentos

“NOCTURNAL” êêê

DIRECTORA: Nathalie Biancheri.

INTÉRPRETES: Cosmo Jarvis, Lauren Coe, Sadie Frost, Laurie Kynaston, Amber Jean Rowan, Yasmin Monet Prince.

GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 86 minutos / PAÍS: Reino Unido / AÑO: 2019.

   Tenía pendiente el visionado de esta película que representa el debut en la ficción de la directora Nathalie Bianchieri, un drama en el que Laurie (Lauren Coe) una estudiante que vive con su madre con la que no se lleva bien, alimenta una secreta amistad con Pete (Cosmo Jarvis), un tipo mucho más mayor que trabaja temporalmente de pintor en su instituto y comienza a obsesionarse con ella.

    Y tenía ganas sobre todo por el protagonismo de Cosmo Jarvis, intérprete británico nacido en los Estados Unidos y de ascendencia armenia al que vengo siguiendo desde sus primeros trabajos en la pantalla grande hace ya un lustro. Como era previsible, no me ha defraudado, logrando además una química especial con la joven actriz Lauren Coe. Tal vez debido a su experiencia como documentalista, Nathalie Bianchieri consigue crear una atmósfera tan atractiva y desangelada como realista, una magnífica ambientación que envuelve con el manto de la noche una ciudad costera iluminada con calidez donde se balancean de manera agreste las olas y las fábricas vomitan humo.

    En ese entorno húmedo, plomizo y desasosegante se desarrolla la historia de Pete y Laurie, 16 años ella, 31 él, una extraña pareja cuya relación comienza con la atracción que siente Pete por esa colegiala que poco a poco se deja seducir, sin saber bien las intenciones de ese solitario y atormentado pintor de brocha gorda que, por cómo se maneja, parece ocultar algún secreto y por el que cada vez siente más curiosidad y atracción.

     Biancheri nunca juzga a los personajes y deja que desnuden sus emociones en un ejemplo modélico de dirección de actores y química interpretativa dentro de una relación más afectiva que sentimental que va subiendo de intensidad y mostrándose cada vez más desgarradora, con la sombra del infortunio y el fatalismo acechando. No importa que intuyas lo que sucederá, la historia sigue manteniendo el interés debido a su hipnótica pareja protagonista. Nocturnal es una triste y pequeña película sobre la prisión de los sentimientos, la imposibilidad de cambiar el destino, el peso de los remordimientos y dos almas que se funden en una imperiosa necesidad afectiva. Tras el dramático giro argumental, la historia se abre a una dimensión tan diáfana como previsible, dejando atrás la sombra de la duda bajo el cobijo de la noche y los ecos de una sinfonía melancólica. Pete y Laurie han iniciado su proceso de maduración y nosotros seguiremos eternamente enamorados de ellos.