domingo, 23 de febrero de 2014

CRÍTICA DE: "MONUMENTS MEN"

Qué buenos samaritanos son los americanos
MONUMENTS MEN ê
DIRECTOR: GEORGE CLOONEY.
INTÉRPRETES: GEORGE CLOONEY, MATT DAMON, BILL MURRAY, JOHN GOODMAN, CATE BLANCHETT, BOB BALABAN, JEAN DUJARDIN.
GÉNERO: CIENCIA-FICCIÓN / EE. UU. / 2014  DURACIÓN: 118 MINUTOS.   

     Resulta interesante la carrera como director del actor George Clooney (Lexington, Kentucky, 1961), un periplo que se inició en 2002 con la mínimamente curiosa Confesiones de una mente peligrosa, film que mezclaba no siempre de manera eficaz el drama y la comedia y que nos narraba la historia real de Chuck Barris, un famoso empresario del mundo del espectáculo con una doble vida: productor de televisión de día, asesino de la CIA por la noche. En 2005 vio su estreno la que es para mí la mejor película de su corta filmografía hasta la fecha, Buenas noches y buena suerte, un film magnífico basado en hechos reales que nos cuenta el enfrentamiento que mantuvieron el famoso periodista de la CBS Edward R. Murrow y su productor Fred Friendly contra el senador Joseph McCarthy, acontecimiento que determinó  el fin de la llamada “caza de brujas”. No me gustó nada Ella es el partido (2008), romance y fútbol americano para una comedia insulsa que no aporta nada. Pero Clooney volvió a subir el listón con Los idus de marzo (2011), adaptación de la obra teatral de Beau Willimon que narra la historia de un joven idealista que al trabajar para un prometedor candidato se dará cuenta de hasta donde se puede llegar en el sucio juego político.


      Como el ciclotímico autor nos viene entregando una de cal y una de arena, no sé por qué intuía que ahora tocaba aburrirse. A Clooney le gusta llevar al cine historias basadas, aunque sea muy libremente, en hechos reales, en esta ocasión ha elegido un asunto que nos sitúa a finales de la II Guerra Mundial, cuando un selecto grupo de historiadores, directores de museos y expertos en arte, tanto británicos cono norteamericanos, se les encomienda la importante y peligrosa misión de recuperar las obras de arte robadas por los nazis durante la segunda gran guerra para devolvérselas a sus legítimos propietarios. Era una misión imposible: las obras estaban muy bien custodiadas y el ejército alemán tenía órdenes de destruirlas en cuanto el Reich cayera. Pero aquellos hombres, los Monuments Men, comandados por el director de museo George Stout (George Clooney), el restaurador de murales James Granger (Matt Damon), el arquitecto Richard Campbell (Bill Murray), el escultor Walter Garfield (John Goodman), el oficial francés Clermont (Jean Djardin) y el director de teatro Preston Savitz (Bob Balaban), arriesgarán sus vidas en una carrera contrarreloj para evitar la destrucción de miles de años de cultura de la humanidad. En que la misión tenga éxito va tener mucho que ver la información que les facilite Claire Simone (Cate Blanchett), una secretaria francesa de los jerarcas nazis.


      En la onda de aquellas películas bélicas de los años 60, Clooney ha pergeñado MONUMENTS MEN como un entretenimiento banal, con escasos momentos de tensión, sin apenas elementos para el análisis y secuencias para la galería poco creíbles. La cinta cuenta con un buen diseño de producción, pero el montaje se me antoja torpe, dejando algunas situaciones colgando del limbo. Es de agradecer su carácter coral, pues vemos desfilar a un puñado de competentes actores que sin apenas esfuerzo mantienen en el espectador un mínimo interés por la odisea bélica de aquellos encargados de rescatar, catalogar y preservar las obras de arte robadas por los nazis en los diversos países ocupados. Un tesoro que, se hace necesario recordar, los nazis hacían desaparecer en su retirada con su política de tierra quemada. La idea puede resultar simpática, tanto como su interés por transitar los territorios que ya surcaron films como Un puente lejano, Doce del patíbulo o Ha llegado el Águila. El problema es que todos esos films, u otros como Los violentos de Kelly, resultan más conseguidos en su vertiente de puro entretenimiento.


        George Clooney, el demócrata, el actor y director comprometido, busca casi siempre un resquicio para situar al artista como elemento fundamental en el devenir de los acontecimientos sociopolíticos, así, en su nueva apuesta, no se conforma con poner énfasis en el valor y la camaradería, también en el carácter casi mesiánico de una misión providencial para la historia.


        Todas las buenas intenciones del director se ven penalizadas por un guión flojo, sin garra, en el que hasta los toques irónicos (el escultor y el francés acosados por un francotirador, el restaurador que pisa una mina) se nos aparecen como sueltos ridículos de una película de Marty Feldman. MONUMENTS MEN es una película ligera, jamás logra tomar altura, lo que resulta doloroso teniendo en cuenta el nivel del reparto y el manejo de un presupuesto nada desdeñable, nunca logra definir su meta y Clooney parece empeñado en que su último invento pueda ser disfrutado por un amplio espectro del público. Presunción errática e imposible. Lo peor es que el film cae en lo que más odia su director: la pretenciosidad, pues queda claro que algunas de sus anteriores obras nos ofrecieron mucho más con menos pompa.



         Seamos serios, todos sabemos que muchos grandes museos –no digamos ya particulares- están erigidos sobre la terrible certeza de que muchas de sus obras han sido expoliadas aprovechando el caos de las dos grandes guerras y otras de carácter civil, faltan muchas del denominado por los nazis “arte degenerado” (ya saben, Picasso, Klee, Munch, Chagall) que los nazis quemaron en su retirada, pero ¿cuál es la procedencia real de muchas de las obras que cuelgan o se exponen en los más prestigiosos museos del mundo? Clooney ha realizado una película muy diplomática por no decir hipócrita, que no funciona en ninguno de los géneros por donde transita y a la que pone el punto final una impoluta bandera norteamericana que siempre es una buena excusa para tapar todas las vergüenzas. 

domingo, 16 de febrero de 2014

CRÍTICA DE: "ROBOCOP" (2014)

Obsesión por la seguridad
ROBOCOP êê
DIRECTOR: JOSÉ PADILHA.
INTÉRPRETES: JOEL KINNAMAN, GARY OLDMAN, MICHAEL KEATON, ABBIE CORNISH, SAMUEL L. JACKSON, JACKIE EARLE HALEY.
GÉNERO: CIENCIA-FICCIÓN / EE. UU. / 2014  DURACIÓN: 118 MINUTOS.   


      A decir verdad, no es que RoboCop (Paul Verhoeven, 1987), un clásico del cine de ciencia-ficción, una fantasía distópica en donde el cuerpo de un policía gravemente herido en acto de servicio es utilizado para fabricar una máquina letal mitad hombre-mitad robot, y crear así un arma eficaz en la lucha contra la delincuencia, haya dejado en la memoria de este cronista una huella indeleble. Sí lo consiguió con un amplio sector del público que siempre la reivindicaron como un buen producto para el entretenimiento desprejuiciado. Si yo la recuerdo con cierta simpatía es porque la asocio con una época irrepetible de mi vida, también por ese tono de película de justicieros en que derivaba finalmente la función cuando la memoria recuperada del agente le empuja a ejecutar una venganza sobre los que le masacraron, y al humor de su protagonista, el hoy olvidado Peter Weller.


      Alarmados los fans por lo que el director brasileño José Padilha (Tropa de Élite, Tropa de élite 2) hubiera pergeñado con un remake que ha tenido muchos problemas de producción, es hora de comprobar si el resultado está a la altura de las expectativas creadas por los tráilers que anunciaban el inminente estreno de un film del que estuvo a punto de hacerse cargo Darren Aranofsky: La acción nos sitúa en el año 2028, una época en donde la compañía multinacional OmniCorp domina la tecnología robótica para fines militares. Durante años, sus drones han ganado todo tipo de guerras en el extranjero y ahora quieren probarlo dentro de Estados Unidos. Ese es el objetivo de su director Raymond Sellars (Michael Keaton), pero su mayor obstáculo es que si se produce una baja colateral, la responsabilidad será de la compañía. La solución está en manos del científico Dennet Norton (Gary Oldman): crear un cyborg mitad hombre y mitad máquina, pues así será él quien asuma la responsabilidad de sus errores. La oportunidad se presenta cuando un policía honesto, Alex Murphy (Joel Kinnaman), empeñado en combatir la ola de crímenes que asola Detroit, cae gravemente herido en acto de servicio, y OmniCorp utiliza sus servicios para salvar lo que queda de él y dotarlo de extraordinarios poderes. Convertido en RoboCop, Murphy logra bajar los porcentajes de crímenes a  mínimos históricos. Pero dentro de la máquina habita un hombre que no sólo busca justicia, también venganza y su propia identidad.  


      Se podría decir, y estoy cansado de repetirlo, que esta nueva versión de RoboCop se nos presenta como absolutamente innecesaria, una muestra más de la sequía creativa hollywoodiense. También que unos efectos especiales de última generación no resulta una coartada meritoria cuando se trata de actualizar un producto que desde el estreno del original han transcurrido ya casi tres décadas. Todo eso era previsible, de modo que el gran objetivo de este remake no puede ser otro que rascar unos milloncejos a la taquilla. ¿Estamos pues ante una película despreciable? Tal vez no, aunque sí ante una película prescindible. Padilha apenas asume riesgos, flirtea con la denuncia política que lleva implícita la pérdida de libertades y derechos civiles para tratar de interesar a un público más maduro, y por otro lado de desliza por el terreno del divertimento banal y comercial con la intención de captar al público adolescente más palomitero.  


        Insisto, sin considerarme un fan de la película de culto dirigida por Verhoeven en la década de los ochenta, uno podía adivinar la frescura y desinhibición a la hora de afrontar la sátira sobre el carácter voraz de los sistemas capitalistas y las corporaciones, y al mismo tiempo disfrutar de una aventura sci-fi de serie B en formato de thriller futurista que no desdeñaba la violencia descarnada y el humor negro más corrosivo. Padilha se olvida de todo eso para conectar a su héroe con los fulgores tecnológicos y el miedo por los traumas recientes, en la visión de un mundo que en su deprimente deambular carece de energía para la rebelión.


        Sin embargo, el Detroit de hoy es más parecido al que describió Verhoeven en su exitoso y recordado film (una ciudad cochambrosa y espectral con índices apocalíptico de paro y crímenes), una ciudad donde, en definitiva, la acción ejecutiva sobre el control de los Servicios de Seguridad del Estado tiene visos reales de quedar en manos de corporaciones privadas: de la era Reagan a la era Obama sólo ha cambiado el color de la piel del inquilino de la Casa Blanca. En ROBOCOP padilha ha dado vigencia a un híbrido más cerebral y emocional, dotando a la trama de un carácter melodramático que apunta a los dilemas sobre la traumática creación del cyborg que se convertirá en RoboCop, en la vida que deja detrás el agente Murphy y en su presente como servidor indestructible, una nueva existencia en donde el componente humano propulsa el elemento mecánico como coraza para la protección de los inocentes y también de su sufrida familia.



         Con las estimulantes presencias de Gary Oldman, Samuel L. Jackson y Michael Keaton, ROBOCOP es un producto de acción bien facturado, aunque sorprende el énfasis que los guionistas ponen en el drama familiar que no aporta nada a la trama y en determinados momentos se nos antoja ridículo, pero lo que en realidad estimula al realizador es proyectar la fijación estadounidense sobre la seguridad y las presiones de los lobbys para privatizar todos los servicios públicos. Y los servicios de seguridad representan la joya de la corona en ese conglomerado empresarial que muchos llaman eufemísticamente patria.

martes, 11 de febrero de 2014

"EXÓTICA", MI PELÍCULA FAVORITA DE ATOM EGOYAN

EXÓTICA
Drama - Canadá, 1994 - 104 Minutos.
DIRECTOR: ATOM EGOYAN.
INTÉRPRETES: BRUCE GREENWOOD, MIA KIRSHNER, DON McKELLAR, ARSINÉE KHANJIÁN, ELIAS KOTEAS.
    
      Atom Egoyan es un director del que desconozco casi toda la primera parte de su obra, una filmografía compuesta hasta el momento por una decena de películas. Debuta en el año 1984 con Next of Kin, film que al igual que Family Viewing (1987) y Speaking Parts (1989) no he tenido la oportunidad de ver. Comencé a interesarme por su cine a raíz de El liquidador (1991) que sin ser una gran película, sí resulta una obra original con cierto atractivo. Por Dulce porvenir (1997) en la que desarrolla el brutal drama de unas familias cuyos hijos han muerto en el accidente de un autobús escolar, es nominado al Oscar como mejor director. El viaje de Felicia (1999) es un atractivo film con Bob Hoskins en el papel de un psicópata banal y solitario. Ararat (2002) se nos presenta como una magistral reflexión sobre el genocidio del pueblo armenio a manos de los turcos.
    
      Exótica es una excelente película a costa de unos personajes que confluyen en el club de strip-tease Exótica: Francis (Bruce Greenwood) un solitario inspector de impuestos traumatizado por el asesinato de su hija. Thomas (Don McKellar) el dueño de una tienda de animales y coleccionista de toda clase de bichos raros, un negocio sobre el que Francis tiene que realizar una auditoría. Christina (Mia Kirshner) una joven bailarina que trabaja en el club y cuya adolescente sensualidad desprende un fuerte magnetismo. Eric (Elias Koteas) el disc-jokey del club, que conoce a Christina desde hace tiempo, entre otras cosas porque los dos participaron en una batida organizada para encontrar a la hija desaparecida de Francis. Zoe (Arsinée Khanjian) la dueña del local que heredó de su madre y que controla personalmente la carpa central, está embarazada de Eric, con el que firmó un contrato para tener un hijo.
    
      Apoyada en una compleja estructura narrativa -la película acaba por el principio de la historia- Exótica profundiza en la psicología de unos personajes haciéndonos participes del análisis metódico su soledad. Aunque pueda parecer que su fragmentada composición narrativa difumina el relato, al final resulta fácil de entender. Comprendemos por qué Francis está solo en la vida, la terapia que tiene que imponerse para soportar el dolor por la pérdida de su hija, muerta en extrañas circunstancias, y cómo atormentado no puede aceptar que le aparten de la única persona capaz de mitigar ese dolor, de cubrir el vacío con su sugestiva presencia. Pero en ese peculiar microcosmos del club somos testigos también de la extraña relación de Eric con Christina; vemos a Zoe, la mujer que convierte su embarazo en un contrato; seguimos a Thomas, el tímido homosexual, otro solitario que busca por la noche compañía; y a Christina, la tentadora bailarina que conoce mejor que nadie el sufrimiento interior del inspector. 


      Vidas cruzadas sobre el drama perpetuo de la ausencia y la melancolía. Imágenes que laten en el corazón, en la memoria, y repiten múltiples impresiones sobre las emociones y los recuerdos. Eric abraza a Francis en el final, compartiendo su pena, sabe del peso del alma, de su inagotable llanto, de sus pesadillas, de la tragedia que le obliga a inventar una ilusión sobre las cenizas de una vida que en breve plazo llegó a su fin. Exótica es una película llena de sensibilidad que consiguió el Premio de la Crítica Internacional en el Festival de Cannes’94.


viernes, 7 de febrero de 2014

CRÍTICA DE: "BORGMAN"

Crimen y revolución
BORGMAN êêêê
DIRECTOR: ALEX VAN WAEDERMAM.
INTÉRPRETES: JAN BIJVOET, HADENWYCH MINIS, JEROME PERCEVAL, TOM DEWISPELAERE, SARA HJORT DITLEVSEN.
GÉNERO: THRILLER  / HOLANDA  / 2013  DURACIÓN: 118 MINUTOS.
     

      El director holandés Alex Van Warmerdam no es nuevo en esto del cine, todavía recuerdo aquella comedia surrealista titulada Abel (1986), que sin ser nada del otro mundo, ya dejaba entrever una ética y una estética peculiar. La película suya que hasta la fecha más me había interesado lleva por título Camarero (2006), film que protagonizado  por el mismo director nos narra la historia de un camarero de un restaurante decadente que lleva una vida muy dura, pero que finalmente descubrimos que es el personaje de una novela que está escribiendo un autor mediocre, y que harto de sufrir, le pide al escritor cuentas sobre su destino.  El autor, por supuesto, se muestra horrorizado al comprobar cómo el fruto de su imaginación se ha materializado. Tampoco resultó despreciable Los últimos días de Emma Blank (2009), corrosiva visón sobre la familia y la burguesía a través de la historia de una mujer convencida de sufrir una enfermedad incurable.
    

       La trama de BORGMAN sigue a un oscuro personaje, Camile Borgman  (Jean Bijvoet), que surge de las profundidades del bosque y aparece en las tranquilas calles de una urbanización acomodada de la periferia. Su misteriosa presencia desata una creciente inquietud en el hogar de un matrimonio y sus tres hijos, para lo que cuentan con la ayuda de una niñera. Camiel va a dinamitar la aparente tranquilidad  y la arrogancia de la frágil fachada construida por esa familia desde los débiles cimientos de la sociedad del bienestar.
     

      Desde  su proyección en los Festivales de Cannes y Sitges (festival este último donde ganó el Gran Premio a la Mejor Película), había oído comentarios de que BORGMAN se elevaba como un cruce entre Canino y Funny Games. Reflexionando sobre ello y tratándose de dos películas que me gustan mucho, he llegado a la conclusión de que, en efecto, la nueva película de Warmerdam comparte con esas películas una ácida crítica sobre nuestra sociedad del bienestar y el mito de la “familia feliz” como símbolo impostado de su desarrollo. Comparten surrealismo, angustias, humor, agresividad y transitan por el terreno del absurdo. El film comienza de forma contundente con una secuencia en la que vemos a tres cazadores entre los que se encuentra un cura, rastreando el subsuelo bajo la hojarasca de un bosque, donde, en unos zulos, habitan varios hombres mugrosos con pinta de vagabundos. Uno de los hombres es el que da título al film, y que acabará dinamitando la célula familiar tras recibir una soberana paliza por parte del dueño del chalet.  Posteriormente, el hombre será recogido por la mujer e instalado, sin que el marido lo sepa, en una casita del jardín. A partir de entonces, la paz del hogar se irá al carajo, y los ritos cotidianos de la familia se verán progresivamente perturbados.

     

      En el film se adivinan ciertas resonancias a la Viridiana de Buñuel, pero además de esos toques surrealistas, BORGMAN es mucho más que un simple cóctel multirreferencial, tiene entidad propia, carácter y, por qué no, cierta singularidad. Una fábula política que parece enfrentar a los parias con la burguesía y que progresivamente se va transformando en cuento fantástico siniestro en donde se impone la determinación, la sorpresa y la inteligencia. Una historia oscura y macabra que dinamita las convenciones domésticas para imponer un nuevo orden.
       

      Es ese carácter revolucionario y mordaz, que muchos pueden tildar como pretencioso, hace que el film se aleje del sentido último de otras cintas que tienen como protagonistas a un grupo de desconocidos que invaden un hogar violentamente, ya que la trama puede tener otra lectura derivada de mitos como el íncubo o el vampiro (Borgman sentado desnudo en el lecho donde duerme la mujer; ese trío de cazadores que aparecen al comienzo y que además de escopetas van armados con una afilada estaca, que tienen como misión atrapar a unos tipos andrajosos que viven bajo tierra y que están liderados por una especio de gurú en sólo entra en las casas si le conceden permiso y hace extrañas incisiones a sus víctimas). Todo es posible, un enigma que está abierto a futuras relecturas por parte del espectador, que se preguntará ¿quién es Borgman? ¿Un demonio? ¿Una forma más de representación del Mal? ¿Un carismático y decidido héroe revolucionario? Lo que sí se atisba es la debilidad del director por ese orquestado y excéntrico grupo de invasores, portadores de infortunios, que acaban haciéndose dueño de un hogar que no les pertenece, enfrentando a la familia y dejando tras de sí un paisaje fúnebre.

      

      Un fotografía naturalista, en contraste con lo surreal de la trama, unos intérpretes magníficos incluso en su reparto de secundarios, un montaje eficaz, contenido, y una dirección enérgica, me lleva a recomendar  una película de la que uno saca pocas certezas pero incontables estímulos; la volatilidad del ser y sus activos, los frágiles cimientos de la sociedad del bienestar, y Borgman como némesis vengadora de los excluidos del sistema: un manipulador, un mago, un tipo que se mueve igual por el sucio subsuelo que por las geometrías de un chalet en donde culminará su criminal negociado.

miércoles, 5 de febrero de 2014

LA PELÍCULA RESCATADA: "SAVIOR"

SAVIOR
DIRECTOR: PETER ANTONIJEVIC.
INTÉRPRETES: DENNIS QUAID, NASTASSJA KINSKI, STELLAN SKARSGARD, NATASA NINKOVIC.
Drama Bélico - USA, 1997 - 104 Minutos.
    
      Con Savior, primera producción estadounidense rodada totalmente en la república de Serbia desde el final de la guerra, Peter Antonijevic -uno de los más importantes directores de la antigua Yugoslavia- da el salto al cine norteamericano. Con anterioridad había realizado Mala y O pokojniku sue najlepse, las cuales no he tenido la oportunidad de ver. La trama gira en torno a un militar norteamericano (Dennis Quaid) que sufre la pérdida de su mujer (Nastassja Kinski) y su hijo en un atentado de los fundamentalistas islámicos. Vengativo, salvaje y cegado por la ira, lleva a cabo una terrible matanza en una mezquita de París. Para no ser condenado por la justicia renuncia a su nacionalidad e identidad y se alista a la legión extranjera. A partir de ese momento y acompañado de su colega Dominic (Stellan Skarsgard) luchará como mercenario en guerras y países de todo el mundo. Ahora se encuentra al servicio del ejército serbio en la guerra de Bosnia, una guerra diferente que le hará observar los límites del odio y del horror. Un día acompañado a Goran, un joven serbio-bosnio, para un intercambio de prisioneros, se encuentra a una mujer embarazada (Natasa Ninkovic), el protagonista defiende a la mujer cuando es brutalmente atacada por Goran, al que acaba asesinando. A raíz de esto, una luz parece encenderse en sus tinieblas interiores.
    
    Coproducida por Oliver Stone y basada en una historia escrita por el corresponsal de guerra norteamericano Robert Orr, que a consecuencia de su estancia en la guerra de los Balcanes escuchó de boca de un combatiente la historia de cómo acabó cuidando a un niño huérfano abandonado en el campo de batalla. Rodada en la montenegrina y herrumbrosa ciudad de Budva, marco real de esa horrible contienda, Savior nos muestra a través de la mirada combativa de Antonijevic -un hombre que sufrió en sus carnes la persecución política-, los efectos destructores de todo conflicto bélico, la depravación de la voluntad y la conciencia, así como la regeneración de un monstruo llamado Guy. Sí, ciertamente hay muchos infiernos, pero están en este mundo, y las sangrientas guerras civiles que vienen asolando Yugoslavia (“ese país imaginario”) desde la caída del comunismo, son un claro ejemplo de ello. Hay quien afirma que en las guerras no hay héroes, ni vencedores ni vencidos, sin embargo sí que los hay; cualquiera de las víctimas inocentes -miles, millones entre la población civil- son héroes vencidos, y en los Balcanes, el nacionalismo étnico (el peor de los nacionalismos, según Jon Juaristi), bajo las órdenes de las terroríficas figuras de Slobodan Milosevic y Radoban Karadzic, se ha perpetrado uno de los capítulos más infames de la historia universal reciente.


    Me pueden convencer de que toda guerra tienen una razón de ser y los que luchan en ella motivaciones para hacerlo, otra cosa es que esas razones sean tan necias y bastardas como en el caso yugoslavo: las discrepancias de índole religiosa, de ahí el continuo fracaso para crear un gran estado multiétnico, las responsabilidades pues están claras. Las motivaciones de Guy son bien distintas, una vez que ha perdido a su mujer y a su hija del modo más espantoso y absurdo, un atentado terrorista, que es el acto último del más feroz fanatismo, el hombre al que han robado su condición humana, se convierte en un ser amoral, sin escrúpulos ni miedo a morir -en realidad es lo que busca- en una perfecta máquina de matar. 

      Antonijevic acierta al recrear no sólo los efectos físicos o materiales de la guerra, hacen falta únicamente unas escenas, unas pocas imágenes para recoger la verdad de un país devastado, también, y esto es lo más importante, el film retrata con bastante verosimilitud la encrucijada vital y los dilemas morales que provoca. Guy, al igual que Dominic, ejerce de francotirador que mata a adolescentes, los cuales no son precisamente unos angelitos, por la mira telescópica se ven bien dibujados los rasgos de quienes van a ser instantáneamente asesinados, pero los rostros anónimos en una guerra se difuminan en el mismo momento en que uno aprieta el gatillo. Aun así, el insensible francotirador salva la vida de la joven embarazada víctima de una violación -otro método repugnante utilizado en esa contienda como eficaz instrumento-, y del bebé, al que adoptará al ser incapaz de dejarlo abandonado y con la intención de llevarselos lejos de allí. La bestia ha recobrado la fe y la humanidad, sólo los que están condenados por crímenes execrables, no podrán hacerlo. A destacar el magnífico retrato del mercenario tipo <<el infierno camina conmigo>> que realiza Dennis Quaid, la alarmante presencia de Stellan Skarsgard y la afligida belleza de Natasa Ninkovic, para un film realizado con escasos medios y que es, ante todo, un severo alegato anti-bélico que pasó por la pantalla grande increíblemente desapercibido.
  


sábado, 1 de febrero de 2014

MIS PELÍCULAS FAVORITAS: "EL PACTO DE LOS LOBOS"

 EL PACTO DE LOS LOBOS
(LE PACTE DES LOUPS)
Aventura Fantástica - Francia, 2001 - 142 Minutos.
DIRECTOR: CHRISTOPHE GANS.
INTÉRPRETES: SAMUEL LE BIHAN, MARK DACASCOS, VINCENT CASSEL, ÉMILIE DEQUENNE, MONICA BELUCCI, JÉRÉMIE RÉNIER.

    Dentro del nuevo cine francés, Chistophe Gans, cinéfilo confeso y fundador de la revista especializada Starfix, es uno de sus cachorros más mimados. Debuta con el largometraje Crying Freeman (1995) que adapta un célebre manga japonés sobre yacuzas protagonizado por Mark Dacascos. Anteriormente había realizado uno de los episodios de Necronomicon (1993) film que con una estructura dividida en tres capítulos recreaba un horror sobrenatural a partir de la obra de H. P. Lovecraft. Perteneciente a una nueva generación de jóvenes directores franceses (Besson, Kassovitz, Kounen, Pitof) que alguien bautizó como Generación Terminator, y que suponen, en su conjunto, una esperanzadora inyección de savia nueva. Amantes, casi todos ellos, de la acción anfetamínica, las emociones fuertes, los cómics, el humor ácido y referentes claramente marginales.
    
    El pacto de los lobos está inspirada en los sucesos acaecidos durante el reinado de Luis XV y que dieron lugar a la leyenda de la bestia de Gévaudan. Situados ya en la Francia del siglo XVIII, un cuarto de siglo antes de la Revolución Francesa, unos brutales crímenes sacudieron la región francesa de Gévaudan, que la imaginería popular atribuye a una criatura diabólica. Un naturalista, Grégoire de Fonsac (Samuel Le Bihan) es enviado por el monarca, junto con su hermano de sangre, Mani (Mark Dacascos) un indio canadiense, para investigar el caso. Tras quedarse colgado con la hija del señor de aquellas tierras (en realidad, el marqués de Apcher) y cuando está a punto de descubrir el misterio de la bestia que despedaza campesinas, el rey le aparta de la investigación

    No comparto la inquina o animadversión que muchos críticos o cronistas españoles demuestran hacia casi todo lo nuevo que nos llega firmado por los jóvenes componentes de la citada generación francesa, será chauvinismo, un síndrome o una fijación, pero lo cierto es que el desprecio colectivo se repite casi obsesivamente.  En mi opinión personal (puro pleonasmo) el actual panorama cinematográfico francés es, con diferencia el más interesante y prometedor de Europa, y películas como Ocurrió cerca de su casa (1992), La Reina Margot (1993), El profesional (1994), El odio (1995), Dobermann (1997), El quinto elemento (1997), Fóllame (2000), Los ríos de color púrpura (2001), Vidoq (2001), Irreversible (2002) han encontrado acomodo en mi, por otra parte atestada dvdteca -¡vaya palabro!- , lo dice alguien que nada tiene que agradecer a Francia ni a los franceses  -salvo su incuestionable aportación cultural-  pero, para ser sinceros, tampoco arrastro ningún trauma. La leyenda medieval sobre la región rural atemorizada por una criatura extraordinariamente asesina inspiró también la erótica La Bestia (Valerian Borowczyk, 1975), carnal -y brutal- revisitación del mito de la bella y la bestia que obtuvo un importante éxito comercial. No obstante, sobre la historia hay que decir que todos los personajes existieron menos el indio Mani, la leyenda nunca se aclaró y los últimos rastros de animales degollados datan de 1973, convirtiendo al monstruo que también existió -y que en el film de Gans aparece como una especie de enorme y aterrador ¿león?, ¿oso?, ¿lobo?, cubierto por una imponente coraza- en el escalofriante icono de una arraigada mitología. Sobre la causa de tan espeluznantes degüellos -más de 100 personas fueron atacadas y devoradas por tan enigmático animal-  los lugareños lo atribuyen a la cólera divina, o al yeti, o al hombre lobo.

 El pacto de los lobos es una aventura épica y algo esquizoide que aúna la lucha de artes marciales y la tecnología digital, en la que se apunta una clara referencia a Sergio Leone y sus spaghettis-western, y, cómo no, del calculado esteticismo de John Woo y sus incalculables émulos. La lógica nos incita a pensar que la génesis de aquella espiral de horror y muerte no nació de un modo casual, moviendo los hilos, todo un avieso lobby de aristócratas, terratenientes y señores nobles de la más diversa calaña que, interesados en mantener sus dominios y privilegios feudales, hacían uso del terror y la opresión como mejor arma para alcanzar sus bastardos y siniestros fines. Imagen lúdica y estremecedora de ese terror representada por Jean-François de Morangias (Vincent Cassel), pérfido y satánico personaje con maña en el arte de la magia y la brujería, al cual nos imaginamos como oficiante, e incluso maestro de ceremonias, en el diabólico pacto sellado en la franja frondosa de los bosques de la región de Lozére.


    A Christophe Gans le hemos de reconocer un estilo propio, su abanico de influencias -que además de las arriba citadas bebe también de los cómics y los vídeo-juegos-  nos hace percibir un ser mitómano e iconoclasta, que navega lejos de la sobria tradición y los arquetipos clásicos del cine francés. Le pacte des loups se me antoja como un entretenido cocktail abundante en personajes estereotipados, situaciones extremas y de un claro afán rupturista. El gusto por el vértigo, el ritmo perfectamente medido, los impresionantes monstruos infográficos (con secuencias que pasarán a los anales del cine fantástico por su colosal belleza; esa en la que la bestia acude a la llamada de su amo y que se apoya en una soberbia luz a cargo de Dan Lausten) el impacto visual acompañado de un brillante diseño, convierten este film, a pesar de su tremendismo delirante, en un fascinante viaje por los ritos, los miedos y la leyenda de un tiempo irrepetible. Es, sin lugar a dudas, la última gran obra maestra del cine fantástico de aventuras.