martes, 26 de diciembre de 2023

CRÍTICA: "CERRAR LOS OJOS" (Víctor Erice, 2023)

 

El último refugio

CERRAR LOS OJOSêêê

DIRECTOR: Víctor Erice.

INTÉRPRETES: Manolo Solo, José Coronado, Ana Torrent, Helena Miquel, Mario Pardo, Soledad Villamil, María León, Josep María Pou.

GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 169 minutos / PAÍS: España / AÑO: 2023

     Tercer largometraje de no ficción en los 60 años de carrera del director vizcaíno Víctor Erice, que a sus 83 años bien puede constituirse como su testamento fílmico. Si recordamos que su último largometraje fue el documental El sol del membrillo de 1992, nos encontramos con un páramo de 31 años sin que las salas de cine hayan servido de templos para el estreno de una obra suya. Este cronista estaba convencido de que sería difícil que Cerrar los ojos superara el listón dejado por El espíritu de la colmena (1973) y sobre todo El sur (1983), mi película favorita del realizador y guionista vasco, pero está bien que haya podido sacar adelante este proyecto que se impone como una oda de amor al cine.

     Cerrar los ojos nos relata un enigma: Julio Arenas (José Coronado), desapareció sin dejar rastro durante el rodaje de una película. Nunca se encontró su cadáver, pero es posible que sufriera un accidente junto al mar. El misterio vuelve a la actualidad muchos años después a través de un programa de televisión que pretende evocar la figura del actor, ofreciendo como primicia algunas imágenes de las últimas escenas que rodó, filmadas por el que fue su íntimo amigo, el director Miguel Garay (Manolo Solo).

     Entendida como un sentido homenaje al cine, es cierto que Cerrar los ojos se impone como un ejercicio de nostalgia cáustica de alguien que sabe que los mejores años de su vida y de su carrera quedan ya muy lejos. Así, el relato supone una labor catártica por todos los proyectos que nunca fructificaron y una forma de expiación por décadas de amargas frustraciones. La película funciona como una triste extensión de los recuerdos de un tiempo que ya no existe y que jamás volverá, otorgando valor a lo vivido y restando relevancia a la memoria, que a veces sólo sirve para sumirnos en una severa aflicción. Para lo que en esencia nos cuenta, la función se ve necesitada de una poda con la eliminación de escenas y personajes que aportan poca cosa al argumento, a lo que se une una falta de ritmo en el desarrollo de la acción, ese lánguido viaje que varias décadas después emprende Miguel, el director de la película inacabada, para resolver el misterio de la desaparición de su amigo, el popular actor Julio Arenas.

     En Cerrar los ojos, hábilmente camuflada de thriller, está pulcramente dirigida e interpretada, e importa el carácter metacinematográfico utilizado con una simpleza simbólica, como las citas culturetas a películas clásicas y obras literarias, un recurso que, como algunos personajes y situaciones insustanciales, existen para rellenar líneas de diálogos sin que tengan relevancia en una trama que en durante su desarrollo acaba importando más el magma espiritual que el sentido estrictamente narrativo. Es verdad que en los desiertos de la memoria hay mucha vida, momentos de embrujo, ilusión y laceraciones que se perdieron en la noche de los tiempos y que navegan a la deriva por el mar de la nada. A veces, una fotografía puede servir de ancla ante los peligros de los acantilados del destino, encontrando un puerto azul y apacible para desaparecer y vivir como un anacoreta, trabajando por un plato de sopa y un jergón. A Julio Arenas le asustaba la crudeza y sinsabores de la vejez, y es en ese último tránsito donde lo encontramos más vivo que su amigo íntimo Miguel y que su hija Ana. Ambos con una vida vulgar y mortecina. Lo que otorga un carácter expansivo al valor de la inconsciencia y la desmemoria. 

domingo, 17 de diciembre de 2023

“UNICORNIOS” (Álex Lora, 2023)


“UNICORNIOS” (Álex Lora, 2023) êê

    Últimamente me da mucha pereza comentar películas españolas por la tendencia (más patente en el cine dirigido por mujeres) de hacer películas para no contar casi nada. Te sientas cómodamente, te concentras para ver la película y poco a poco te invade un sopor insufrible porque la experiencia es similar a lo que sentirías observando como crece una planta. En esta ocasión la función es la ópera prima en el largometraje de ficción de un director, Álex Lora.

     Tenemos a una joven, Isa (Greta Fernández), una chica moderna, atractiva, feminista, inteligente y poliamorosa. Cuando un amigo con el que tiene una relación, Gillem (Alejandro Pau), le propone que sean una pareja monógama, Isa no quiere aceptar esa relación y Gillem rompe con ella. Los padres de Isa están separados, tiene una relación distante con su madre escritora, Mercé (Nora Navas) y sólo habla por teléfono con su padre. También mantiene relaciones sexuales con una amiga, y habiendo cursado estudios de imagen trabaja en la empresa dirigida por Mikel (Pablo Molinero), un tipo narcisista y contradictorio. En su mundo artificioso de apariencias, sus contradicciones van saliendo a la luz y su mundo se va derrumbando atrapada en la espiral paranoica en que se han convertido sus fugaces relaciones interpersonales y las redes sociales.

    Retrato de una generación desnortada y sentimentalmente deshabitada, vidas con bellas envolturas, pero tan ficticias e ilusorias como los unicornios, la trama sigue a Isa, otra esclava del móvil, en su día a día mostrando las relaciones con sus colegas del trabajo, con las personas de ambos sexos con quienes practica sexo, con sus padres y en sus encuentros espontáneos con otros personajes. Interrelaciones que tratan de explicar sus dilemas existenciales, conflictos que generan su aislamiento emocional y un vacío desalentador. Su asumida seguridad se verá desequilibrada cuando todas sus expectativas laborales y sexuales se van desmoronando.   

    Hablamos de cierta juventud que reniega de los conceptos y valores tradicionales de la pareja y la familia, pero que son incapaces de encauzar sus vidas en otros itinerarios alternativos rompiendo todos los tabúes sexuales y afectivos en la búsqueda de una mayor libertad allí donde se difuminan los límites, sin el lastre del compromiso, sin el yunque de la posesión. Sin embargo, sus ambiciones, deseos y dudas les conducen a una inhóspita soledad, a una dolorosa confusión, a una crisis de identidad que se ve reflejada en la necesidad de evadirse asistiendo a fiestas grotescas, coqueteando con las drogas y sintiendo el pálpito de la fría compañía de la tecnología, impenitente esclavitud.  Las influencers que marcan el dictado a su comunidad de seguidores y las nuevas formas de relacionarse no acaban de llenar los contenedores vacíos de tantas almas que no consiguen dar un sentido a sus vidas, y ni el poliamor ni las redes sociales ni las relaciones carnales efímeras calmarán esa angustia. Pero eso ya lo sabíamos.

jueves, 7 de diciembre de 2023

RECORDANDO A CONCHA VELASCO EN SUS MEJORES PELÍCULAS

     La multifacética actriz vallisoletana Concha Velasco (1939-2023), fallecida el pasado 2 de diciembre, forma parte de la memoria sentimental de varias generaciones desde que comenzó su carrera como intérprete a mediados de los 50 con sólo 15 años. Actriz de cine, teatro y televisión, cantante, bailarina y presentadora, ha sido uno de los iconos más populares e incombustibles del cine patrio a lo largo de siete décadas. Su debut se produce con un fugaz papel de bailaora sin acreditar en la comedia La reina mora (1955), y su última aparición en la pantalla grande fue en 2020 en la cinta de terror Malasaña 32. Junto a Tony Leblanc formó una de las parejas más recordadas y famosas de nuestro cine y fue conocida como “La Chica Ye-yé” por el tema que interpretó en la película de 1965 Historias de la televisión. Todo un exitazo. Mi sinceridad me obliga a reconocer que en pocas ocasiones me he sentido seducido por su protagonismo debido a la mediocridad de las producciones en las que participó la prolífica artista (más de un centenar de títulos) y no recomendaría a nadie películas tan inanes y apolilladas como Las chicas de la cruz roja. Sin embargo, tuvo la oportunidad de desplegar todo su talento interpretativo en las siguientes películas:

EL INDULTO” 

(José Luis Sáenz de Heredia, 1961)

    España, 1906. Embarazada tras haber sido violada, Antonia (Concha Velasco), se ve obligada a casarse con Lucas (Pedro Armendáriz), para salvar su honor. Pero su madre le entrega a Lucas 20.000 reales con la condición de que no se acerque a nunca más a Antonia ni al niño que va a nacer. Cuando se queda sin dinero, Lucas reclama a su mujer y termina matando a la madre de ésta. Pedro (Manuel Monroy), hermano de Lucas, protege a Antonia ante las amenazas de éste.

    Dirigida por José Luis Sáenz de Heredia y basada en la novela de Emilia Pardo Bazán, El indulto encumbra a Concha Velasco en uno de sus primeros papeles dramáticos y acapara casi todo el protagonismo de una historia de bajas pasiones, violencia sexual, celos, venganzas y sucesos trágicos que tienen lugar en un pueblo español durante el reinado de Alfonso XIII.  Con un magnífico guión del propio director y una brillante iluminación llena de contrastes de Cecilio Paniagua, estamos ante un sólido melodrama fatalista que levanta acta sobre la decrépita moral de la época, la permisibilidad de la ley ante los delitos machistas y la cobardía de una sociedad sumida en las tinieblas.


TORMENTO” (Pedro Olea, 1974)

    La acción nos sitúa en Madrid a finales del siglo XIX. Tras hacer fortuna en América, Agustín (Francisco Rabal), vuelve a España y se instala en casa de unos parientes, Francisco y Rosalía de Bringas (Rafael Alonso y Concha Velasco). Enseguida comienza a cotejar a Amparo (Ana Belén), una atractiva joven que trabaja de criada en la casa y que oculta un inconfesable secreto: su relación amorosa con un sacerdote, Pedro (Javier Escrivá).

     Dirigida por Pedro Olea, adapta la obra homónima de Benito Pérez Galdós que narra la vida de una sirvienta que se debate entre los amores que le profesan un cura y un hombre que se ha hecho rico en América. Tormento es el relato de una sociedad decadente, de moral pacata y desvencijada y los amores tristes y atormentados de Amparo, impecable en sus labores como criada, pero que, a pesar de sus virtudes, se ve asaltada por los fantasmas del pasado, que siempre vuelven. Empleada de la arrogante, mezquina, codiciosa y odiosa Rosalía de Bringas, una Concha Velasco esculpiendo la forma humana de la envidia y que se siente impotente ante el hechizo que Amparo ejerce sobre su primo Agustín. Inolvidable ese final en la estación de tren cuando, desde el vagón y antes de partir con ella, Agustín le pide a Amparo que se despida de su familia. El cruce de miradas entre Ana Belén y la rencorosa Concha Velasco murmurando puta… puta… puta… cuando el tren se aleja, es puro fuego.


LA COLMENA” (Mario Camus, 1982)

       Adaptación de la magistral novela de Camilo José Cela en la que tiene un pequeño papel como el inventor de palabras Matías, La colmena, dirigida con virtuosismo por Mario Camus, es para este cronista la mejor película en la que intervino la recordada Concha Velasco en el papel de Purita, una afectuosa prostituta que acaba teniendo un romance con Martín (José Sacristán), un harapiento superviviente republicano que vive de la caridad de su hermana y duerme en un burdel. La acción nos sitúa en el Madrid de 1943 en plena posguerra. Son años de hambre, enfermedades, represión, homofobia y miedo. En el Café La Delicia regentado por Doña Rosa (representado como émulo del mítico Café Gijón), un grupo de tertulianos se reúne todos los días. Un enjambre, una colmena, de gentes que a veces son felices y a veces, no.

       Oso de Oro en el Festival de Berlín de 1983, La colmena nos muestra un fresco realista de la vida mísera y la crudeza de la sociedad de posguerra, con el ajetreo del Café La Delicia regentado por Doña Rosa donde se reúnen un grupo heterogéneo de poetas pobres e intelectuales peripatéticos que un día descubren que las mesas de mármol en torno a las cuales se sientan no son otra cosa sino lápidas. Película coral rebosante de excelentes intérpretes, la trama se desarrolla a través de un encadenado de microhistorias entrelazadas en las que entran y salen personajes de diferentes clases, con sus prejuicios, pesares y aspiraciones, un rincón de una ciudad de Madrid deprimente y gélida, con sus colas de racionamientos, pensiones de mala muerte y casas de latrocinio. Una radiografía desangelada y áspera de una época tenebrosa. Atención a la soberbia banda sonora de Antón García Abril... y un recordatorio: lo queramos o no, todos somos hijos de esa mugre.

viernes, 24 de noviembre de 2023

CRÍTICA: "LAS HABITACIONES ROJAS" (Pascal Plante, 2023)

 

Tal vez la mejor película de Sitges 2023

“LAS HABITACIONES ROJAS” êêêê

DIRECTOR: Pascal Plante.

INTÉRPRETES: Juliette Gariépy, Laurie Babin Fortin, Maxwell McCabe-Lokos, Guy Thauvette.

GÉNERO: Drama psicológico / DURACIÓN: 118 minutos / PAÍS: Canadá / AÑO: 2023

    El director canadiense Pascal Plante, tras realizar varios cortometrajes, debuta en el largo con Falsos tatuajes (2017), una película de corte romántico que nos presenta una conmovedora historia de amor entre un introvertido punk y una adolescente con un espíritu libre. Su segunda película, Nadia, mariposa (2020) que no he tenido la oportunidad de ver, cuenta la historia de una joven que forma parte del equipo olímpico canadiense de natación en las Olimpiadas de Tokio del 2020.

    Con Las habitaciones rojas, el director firma su mejor película con un argumento que nos introduce en el sonado caso del asesino en serie Ludovic Chevalier (Maxwell McCabe-Lokos), que va a ser juzgado. Una modelo semiprofesional, Kelly-Anne (Juliette Gariépy), que está obsesionada con él, acude a todas las sesiones del juicio. Cuando la realidad se mezcla con sus fantasías morbosas, se adentra en un oscuro camino para buscar la última pieza del rompecabezas: el vídeo desaparecido de una niña de 13 años asesinada, con la que guarda un inquietante parecido.

    Si se tratara de monstruos sería todo más simple… pero no, de lo que hablamos es de seres humanos sin conciencia, auténticos depredadores que cometen los crímenes más atroces y que aun así cuentan con una legión de groupies. Las habitaciones rojas se impone como una brillante introspección sobre el interés morboso que podemos llegar a sentir por historias escabrosas y que acaban convirtiéndose en verdaderas obsesiones. La protagonista, Kelly-Anne, a quien da vida espléndidamente Juliette Gariépy, invierte todo el dinero que gana como modelo y jugando al póker online en convertir su apartamento de magníficas vistas en un sofisticado y hermético centro tecnológico para así navegar segura por los parajes más siniestro de la red oscura, en donde retrasmitieron en vivo los espeluznantes crímenes de Chevalier, “El demonio de Rosemont”, acusado de secuestrar, abusar, torturar y asesinar a tres niñas menores a través de las míticas Habitaciones Rojas de la web oscura, un espectáculo donde los ricos pagan grandes sumas de dinero para ver sufrir y morir a las inocentes criaturas.

       La obsesión y fascinación de Kelly-Anne por el caso nos intriga, visiona los vídeos en su hogar y madruga para asistir a las sesiones del juicio, aunque nada tiene que ver con los crímenes. Ese misterio, unido al gran magnetismo que desprende, hace que nos sintamos atraídos hacia ella y su vida. Su condición de sociópata, su pericia para sumergirse en los más abominables rincones de la internet oscura hace que tengamos la sensación de sentirnos desprotegidos creando una atmósfera de paranoia, pero que a ella le sirve para encontrar información valiosa sobre Ludovic Chevalier.

      Tal vez la mejor película del pasado Festival de Sitges, Las habitaciones rojas es un excelente psicodrama que cuenta con una admirable iluminación de Vincent Biron de tonos azul metálico y rojo, un drama psicológico que nunca se convierte en una explícita tabla de carnicero rebosante de ultraviolencia como Hostel o Escape Room, en las que apreciamos bien lo grotesco de la ficción. Por el contrario, opta por un espantoso realismo fuera de campo que hace mucho más creíble el mito de los vídeos snuff, pues nuestra imaginación va rellenando los espacios invisibles de la espantosa escena que sucede fuera de foco, el dolor insufrible de las víctimas abusadas, torturadas y asesinadas para que personas ricas y poderosas vean materializadas sus macabras fantasías y alcancen así el más sublime y horroroso éxtasis.

     Renegar de la explicitud es un acierto porque sólo con los pavorosos gritos de las niñas, el ruido de una sierra u otra herramienta mecánica, la descripción durante el juicio de las mutilaciones que sufrieron y otros materiales gráficos, desbordan cualquier estado de angustia y desesperación. Todo ello, insisto, sin que el espectador sea testigo de ninguna escena de los asesinatos. El asesino aparece enmascarado en dos de los vídeos y sólo hay pruebas circunstanciales contra él. Le vemos en el juicio imperturbable y aburrido encerrado en una cabina de cristal. Es en la perturbadora e incesante búsqueda del tercer vídeo donde tendrá una preponderancia esencial Kelly-Anne, que demostrará a Clementine, una groupie del asesino Chevalier que conoció durante las sesiones del juicio, los ilimitados recursos sádicos de la naturaleza humana en una era marcada por el vouyerismo mórbido y el escapismo de la vigilancia extrema de las sociedades capitalistas.

domingo, 19 de noviembre de 2023

CRÍTICA: "ÚLTIMA NOCHE EN MILÁN" (Andrea Di Stefano, 2023)

El veneno de la corrupción

“ÚLTIMA NOCHE EN MILÁN” êêê

DIRECTOR: Andrea Di Stefano.

INTÉRPRETES: Pierfrancesco Favino, Linda Caridi, Francesco Di Leva, Antonio Gerardi.

GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 124 minutos / PAÍS: Italia / AÑO: 2023

    El tercer largometraje como director del también actor y guionista italiano Andrea Di Stefano proyecta una aguda mirada sobre las condiciones de vida de los agentes de policía, con bajos salarios, pluriempleo y corrupción. La función nos presenta a Franco Amore (Pierfrancesco Favino), un teniente de la policía que está a punto de jubilarse. Precisamente, la noche antes de su despedida es requerido para investigar la escena del crimen donde han matado a su mejor amigo, Dino (Francesco Di Leva). Pero Franco sabe muy bien, porque estaba con él, que fue asesinado durante un robo de diamantes.

    El teniente de la policía Franco Amore es un hombre íntegro y justo, un buen padre, un buen marido y un buen compañero. Dueño de una honestidad inquebrantable, jamás ha dispara su arma en sus 35 años de servicio. Diez días antes de su jubilación, salvó la vida de un jefe criminal chino que sufrió un infarto. El capo oriental ve en él a un profesional con un alto rigor moral y le hace un encargo muy simple por el que cobrará cinco mil euros: recoger en el aeropuerto a una persona con un misterioso maletín y llevarla hasta su casa. Una especie de regalito por su jubilación. Sin embargo, durante el trayecto de la misión y acompañado de su amigo y colega Dino, son detenidos en un control de la policía, la situación se pone fea, se produce un tiroteo y todos mueren menos él. Franco llora la muerte de su amigo y se pregunta qué puede hacer ahora para salir limpio del terrible suceso y al mismo tiempo poner a salvo a sus seres queridos. Franco Amore no podía imaginar que esa última noche en Milán antes de su jubilación se convertiría en una pesadilla.

    La película comienza con los créditos en grandes letras rojas sobre un magnífico plano secuencia aéreo de una ciudad de Milán lívida, sobrevolando sus arterias, avenidas, líneas ferroviarias y autopistas hasta que penetra por la ventana de un edificio donde se celebra una fiesta sorpresa que ha preparado la mujer del protagonista por su jubilación. Milán es un personaje más del relato, un testigo silencioso en donde se desarrollarán escenas trágicas como la del túnel que ocupa gran parte de la trama. En última noche en Milán queda bien subrayado que Franco Amore ha sido siempre un policía honesto, que tal vez por debilidad nunca ha disparado a nadie, al mismo tiempo se quiere demostrar que nadie es inaccesible a la tentación, y así poner en entredicho toda la plácida y limpia trayectoria del inspector de policía en una larga y fría noche, la última para él. El director Andrea Di Stefano pulsa con rigor las emociones y los estados de ánimo con planos expresivos que captan a un hombre abatido, atenazado por un miedo justificado, que se balancea entre la luz y la oscuridad  

       Última noche en Milán está protagonizada por un inmenso Pierfrancesco Favino, sobre el que descansa buena parte del peso de la cinta y que, con sus tristes miradas y sonrisas, nos ofrece una severa introspección sobre los claroscuros existenciales de un hombre que, en su último día de servicio, tira por la borda su inmaculado expediente para finalmente ser perseguido por la ley, sus colegas corruptos y las diferentes mafias. Sus palabras, sus gestos y su expresividad facial nos van mostrando las dudas, la tormenta emocional, el arrepentimiento y la intensa sensación de opresión que provoca caminar por la delgada línea que existe entre la justicia y el deber y la traición y el engaño. Él es el ejemplo clarividente de que nadie está a salvo de la corrupción. Tomando como referencia los grandes temas del poliziesco italiano de los 70 (crímenes y corrupción institucional), con Última noche en Milán Di Stefano logra un aseado y compacto neo-noir, que lejos de resultar anacrónico, consigue un buen equilibrio  entre la tradición y la innovación. Armonía que sostiene la tensión dramática en las interacciones con su mujer, con parentesco con una familia de la mafia (una espléndida Linda Caridi), poniendo énfasis en el poder del amor, la confianza, la integridad personal y el sacrificio cuando no hay posibilidad de un epílogo feliz.



domingo, 12 de noviembre de 2023

CRÍTICA: "EL ASESINO" (David Fincher, 2023)

 

Manual de un asesino a sueldo

“EL ASESINO” êêê

DIRECTOR: David Fincher.

INTÉRPRETES: Michael Fassbender, Tilda Swinton, Charles Parnell, Kerry O’Malley, Arliss Howard, Sophie Charlotte.

GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 118 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2023

    En los últimos años David Fincher ha dirigido tres películas, el thriller psicológico Perdida (2014), el biopic Mank (2020) y el thriller El asesino (2023), todas alejadas en calidad de las tres grandes obras que conforman la cumbre de su filmografía: Seven, El club de la lucha y Zodiac. Es cierto que, con su último filme, pergeñado con una clara influencia de la obra seminal de los asesinos a sueldo, El silencio de un hombre (Jean-Pierre Melville, 1967), nos regala un artefacto entretenido demostrando su pericia como narrador, también lo es que no aporta ninguna novedad al género y que dejará poco poso en mi saturada memoria cinéfila.

    El asesino, basada en la novela gráfica de Alexis Nolent, nos presenta a un asesino a sueldo sin nombre a quien da oxígeno Michael Fassbender, que ha dedicado toda su vida a viajar por todo el mundo cumpliendo siniestros encargos. Ahora, después de tantos años de soledad y asesinato, le asaltan las dudas sobre su horrible profesión y desea abandonar esa vida. La falta de concentración hace que hierre el disparo en su último encargo, circunstancia que hará que se enfrente a sus jefes en una persecución por varios países.

    Como apunte para el aficionado subrayo que mis dos películas favoritas sobre asesinos a sueldo son la citada obra de Melville y Chacal (Fred Zinnemann, 1973), la mejor adaptación de una novela de Frederick Forsyth y que tiene como eje central el intento de magnicidio del presidente de la República Francesa Charles De Gaulle. Por supuesto, la trama de El asesino es mucho más simple, predecible y hasta paródica, pero no por ello es una cinta desdeñable. Michael Fassbender da vida a un carismático, estoico y meticuloso asesino a sueldo parco en palabras y que se encuentra en París para cumplir un último contrato. Mientras espera que aparezca su objetivo, el protagonista, armado con un rifle con mira telescópica y situado en un ático frente al edificio en el que aparecerá su víctima, nos entretiene con una serie de pensamientos automáticos sobre detalles de su profesión, una suerte de monólogo interior con el que nos da a conocer la metodología de su trabajo, durante el cual no debe sentir empatía hacia la víctima ni influir cuestiones personales.  

    Es el estereotipo perfecto del profesional del crimen, un sicario con clase que viste con colores apagados y un absurdo sombrero de pescador para pasar desapercibido en un mundo hipervigilado, acostumbrado a tener paciencia en las largas y tensas esperas, que siempre repite un mantra: “cíñete al plan, anticípate, no improvises, no confíes en nadie…”, que escucha en un viejo iPod canciones de The Smiths para relajarse y se ayuda de la tecnología para cometer sus encargos. Aún reconociendo el buen pulso de Fincher, los refrescantes cambios de escenarios, el dinamismo de la acción y la notable planificación del relato, nada de lo que ocurre me sorprende, me asalta una molesta sensación de déjà vu que, con vanos matices, apenas altera una fórmula ya muy trillada.

       El asesino se impone como una película ortodoxa y academicista que centra su mayor interés en el magnetismo de Michael Fassbender, un actor con buen tiro de cámara pero que ofrece sus mejores dotes en arcos dramáticos más acentuados, en las introspecciones psicológicas de personajes que se ven necesitados de mayores cargas emocionales y siempre moviéndose por sociedades en constante decadencia. Cuando la infalibilidad del asesino se ve comprometida, sabe que alguien que le ama y espera en un paradisíaco país tropical puede estar en peligro, lo que le preocupa más que su condenada existencia. Es el momento en que la función nos muestra al asesino a sueldo anónimo iniciando una sangrienta odisea de venganza, durante la cual merece la pena señalar dos estaciones: la pelea cuerpo a cuerpo con un enorme y musculoso sicario apodado The Brute y el cara a cara con una asesina fría, cínica y turbadora encarnada por Tilda Swinton. El asesino se clausura con un plácido happy end sin diálogos, en consonancia con el flujo constante de la conciencia del asesino que conforma toda la narración.