Moraleja: Fina es la
línea que separa estas democracias de las dictaduras
EL DICTADOR
DIRECTOR: LARRY
CHARLES.
INTÉRPRETES:
SACHA BARON COHEN, BEN KINGSLEY, ANNA FARIS, ANTHONY MANGANO, JASON MANTZOUKAS.
GÉNERO: COMEDIA /
GRAN BRETAÑA / 2012 DURACIÓN: 83 MINUTOS.
Este tío me
puede, Sacha Baron Cohen es uno de
los pocos cómicos que con su mordaz timing
cómico hace batir mis mandíbulas con carcajadas atómicas, explosivas. Siempre
con Larry Charles detrás de las
cámaras, a Baron Cohen le debemos aquella genial pieza del disparate con el
título imposible de Borat: Lecciones culturales de América para beneficio de la gloriosa
nación de Kazajistán (2006), que en formato de falso documental basaba
todo su corrosivo ingenio en las preguntas que un tipo absolutamente detestable
hacía a todo tipo de personas mientras viajaba por el país. Algo más floja
–aunque muy superior a la media coetánea- fue aquel artefacto titulado Brüno
(2009), que con Cohen metido en la piel de un estrafalario reportero gay ponía
patas arriba el ridículo mundo de los diseñadores de alta costura. Ahora el
tándem Charles/Cohen nos presenta EL DICTADOR, una sátira en forma de
dardo venenoso dirigido a los políticos que creen estar al frente de una
democracia real y a los regímenes totalitarios que gobiernan sus países con
mano de hierro.
Veamos: El General Almirante Haffaz Aladeen (Sacha Baron Cohen) es
el dictador de un país norteafricano rico en petróleo llamado Wadiya. Su tío Tamir (Ben Kingsley) es su jefe de
seguridad. Corren nuevos tiempos y Aladeen está siendo presionado por Occidente
para que su país sea inspeccionado por un inspector del Consejo de Seguridad de
la ONU, pero para evitar que entre en sus instalaciones secretas, Tamir
convence a Aladeen para que vaya a dar explicaciones ante las Naciones Unidas,
donde también se las tendrá que ver con los furiosos ciudadanos exiliados de su
país.
El DICTADOR no es una película para los
amantes de la comedia refinada y la corrección política. Alejada de los
territorios del falso documental –aunque no de la improvisación y los gags
espontáneos- remueve conciencias causando ofensas, porque este anarcómico
traspasa en ella todas las fronteras de la ética y la buena moral,
convirtiéndose en el martillo pilón de esta grotesca sociedad bienpensante y
esa enorme estafa llamada estado del bienestar. De la trituradora de su humor heavy no se salva nadie, ni los países
occidentales que con la manta de la democracia cubren el pelaje de una legión
de sinvergüenzas y chorizos, ni la tiranía de todos esos países árabes u
orientales cuyos gobiernos viven rodeados de un deslumbrante lujo asiático
mientras mantienen a sus pueblos en la más absoluta miseria. Como José
Tomás, el torero más cojonudo y valiente de la historia, Cohen se adentra en un
terreno que nadie más se atreve a pisar, dejando pudriéndose al sol cadáveres
de fundamentalistas religiosos, políticos progres que tras su máscara amable
esconden una voracidad sin límites por la notoriedad, el dinero y el confort,
la ignorancia supina del pueblo llano cagándose en todos los absurdos códigos y
costumbres que rigen en nuestra sociedad
Sexo y escatología para salpimentar el
desastre de un fraude global, para lo que surca todos los tabúes y prejuicios
imaginables, mostrando un espejo deformante por el que desfilan terroristas,
judíos, pedófilos, machistas, homosexuales, racistas y la radiografía certera
de unos políticos que provocan en el espectador el asco por su profesión e
incita a la reflexión: en una sociedad madura e inteligente estos tíos no sería
competentes ni para limpiar urinarios públicos. Sacha Baron Cohen es un
bestia, y cuanto más salvaje más me gusta, su humor zafio, mezquino, obsceno e
insultante desprecia el tono cándido de las comedias de nuevo cuño,
transformándole en un kamikaze capaz de entregarse a la causa de levantar las
enaguas de las democracias parlamentarias con sus falsos estados de derecho,
que sólo en las formas difieren de las dictaduras más férreas y crueles. Ahí
está ese discurso final demoledor, moraleja que hace daño, como la verdad
desnuda, y a ello se prestan un listado de caras conocidas, como Anna Faris,
John C. Reilly, Megan Fox o Edward Norton, a los que hace entrar por el aro de
su espíritu ácido y gamberro. Homenaje a El gran dictador (1940) de Chaplin, EL
DICTADOR
queda alejada de la altura alcanzada con Borat, pero se eleva como una cruda
sátira de la encrucijada actual, el pozo de mierda en que nos movemos, su
indignación y mala leche insufla energía, vitalidad.
Voy a intentar comentar algo a ver si esta vez se queda grabado, por que la última vez no funcionó.
ResponderEliminarHe podido ver la película y la verdad me he entretenido mucho, tiene unos puntos muy buenos y un humor acido que te hace reír aun sin ganas.
Si se quiere pasar un rato ameno, sin tener que pensar mucho, sin lugar a dudas esta es la película que hay que ir a ver. ;)