sábado, 20 de abril de 2024

CRÍTICA: "EL ÚLTIMO LATE NIGHT" (Cameron Cairnes, Colin Cairnes, 2023)


El precio de la fama

"EL ÚLTIMO LATE NIGHT" êêê

DIRECTOR: Cameron Cairnes, Colin Cairnes.

INTÉRPRETES: David Dastmalchian, Laura Gordon, Ian Bliss, Rhys Auteri, Ingrid Torelli, Georgina Haig.

GÉNERO: Terror / DURACIÓN: 86 minutos / PAÍS: Australia / AÑO: 2023

     Una de las películas a reseñar del pasado Festival de Sitges es la película australiana El último Late Night, tercera película dirigida por los hermanos Cameron Cairnes y Colin Cairnes, especialistas en el género de terror que ahora nos presentan a Jack Delroy (David Dastmalchian), un presentador que pretende liderar la audiencia en la franja horaria de su late nigth en vivo en la década de los 70 titulado “Buhos Nocturnos”. Un show televisivo nocturno de temática paranormal en el que de manera arriesgada el conductor del programa, animado por el productor, no se pondrá límites a la hora de invitar a excéntricos personajes para montar impactantes números, a veces incluso exhibiendo públicamente las miserias de su vida privada. Todo con el fin de alcanzar la fama absoluta y el lugar más alto de la cuota de pantalla. El programa especial de Halloween presagia un hito con la presencia de una médium y una adolescente poseída por el demonio.


     Por supuesto, nosotros como espectadores, al igual de los que se encuentran presentes en el estudio, nos convertimos en testigos excepcionales del espectáculo que el presentador (un magnífico David Dastmalchian), un tipo desesperado, sin escrúpulos y que perdió hace tiempo la brújula moral, ha preparado. Lo cierto es que en puridad la premisa no resulta muy original y me atrevería a decir que toma como referencia clara la película de culto británica Ghostwatch (Leslie Manning, 1992), y aun así la cinta fusiona con inteligencia la comedia y el terror y se impone como un artefacto entretenido al tiempo que se eleva como una cruel metáfora sobre la encarnizada batalla para alcanzar el éxito sin que importen los medios para conseguir tal objetivo. La película cuenta con una impecable labor técnica y artística que nos retrotrae a aquellos convulsos y horteras años 70 con detalles como el rótulo y logo del programa, el vestuario con pantalones de campana y chaquetas con hombreras y el tono cromático pastel, una puesta en escena televisiva que logra una inmersión total del espectador en uno de aquellos late night que en España tuvieron su espejo en los programas presentados por José María Íñigo batiendo récords con el mentalista Uri Geller.


     Así, desde nuestra privilegiada posición de espectadores no sólo vemos lo que sucede en vivo en el plató con las entrevistas a los invitados y las demostraciones de sus habilidades y poderes, sino que también asistimos durante las pausas publicitarias a lo que ocurre detrás del escenario con las maquilladoras, cámaras, productores, presentador e invitados, algo que no corta el ritmo de la emisión y que, por el contrario, nos muestra la ansiedad de todos los que tienen intereses en romper el techo de audiencia y la inquietud de algunos colaboradores del programa por lo que puede deparar el show en el que una adolescente poseída por el demonio y bajo la supervisión de una médium llevará hasta el plató la presencia del maligno. Como era previsible, en el clímax final se desata el caos y el estudio se convierte en una tabla de carnicero, el programa se dispara en el rating y el presentador, Jack Delroy, cargará con su propia maldición. Justo precio a su ambición desmedida.  


miércoles, 3 de abril de 2024

CRÍTICA: "LA ÚLTIMA NOCHE DE SANDRA M." (Borja de la Vega, 2023)

 

"LA ÚLTIMA NOCHE DE SANDRA M." (2023) êêê

DIRECTOR: Borja de la Vega.

INTÉRPRETES: Claudia Traisac, Georgina Amorós, Nuria Prims, Nicolás Illoro, Pep Ambrós.

España / 2023 / 87 minutos

        Los más jóvenes no conocen la historia, y los mayores, si un día la conocieron, hoy la han olvidado. Pero yo, que en aquella época vivía rodeado de cines, libros, cómics, revistas y, sobre todo, de amigos igual de ávidos y curiosos, recuerdo bien aquel 23 de agosto de 1977 cuando una de aquellas actrices del cine llamado del “destape” se precipitó desde la terraza del segundo piso de su vivienda (y no desde el cuarto como se publicó), en la calle Álvarez Baena Nº 3 de Madrid. Se llamaba Sandra Mozarowsky, tenía 18 años, estaba embarazada de cinco meses y tras varias semanas en coma profundo, murió el 14 septiembre a causa de un fuerte traumatismo craneoencefálico en el Hospital Francisco Franco. La última entrevista la concedió el mismo día de su ¿accidente?, ¿suicidio?, ¿asesinato?, a la revista Semana. Básicamente decía que quería dejar por un tiempo el cine, que sólo le ofrecían papeles en los que, sin venir a cuento, tenía que desnudarse, que se iría a Londres a estudiar interpretación, que lo había dejado con su novio mejicano, que su deseo era ser una verdadera actriz porque el cine le fascinaba. El entrevistador, Luis Milla, le pregunta que si el motivo de su retirada no será, en realidad, porque está un poco llenita, es decir, embarazada. Y ella, claro, sale airosa del envite respondiendo que ha engordado un poco.

     Española nacida en Tánger en 1958, hija de un diplomático ruso y madre española, debutó con 11 años con un pequeño papel en la película El otro árbol de Guernica (Pedro Lazaga, 1969), junto a Inma de Santis, quien también murió años más tarde en un accidente de tráfico en Marruecos con 30 años. La carrera de Sandra Mozarowsky consta de una veintena de películas infumables y su presencia artística es mayormente irrelevante. Los directores de aquellos años de la Transición lo único que querían de ella era que se desnudara, violentando así su tímido y adolescente cuerpo, convirtiéndola en objeto de deseo para la mirada lasciva y el gesto baboso de millones de espectadores. Algo que ella odiaba porque frustraba sus aspiraciones y la deprimía.   


    Borja de la Vega rinde homenaje Mozarowsky con una espléndida Claudia Traisac metida en la piel de la actriz, imaginando lo que pasó las últimas horas antes de precipitarse desde la terraza de su piso en Madrid. No es una biografía porque nadie sabe lo que realmente sucedió. Sabemos que estaba sola, nos hacemos eco de sus miedos, de su angustia e incertidumbre, de sus sueños y aspiraciones. De su voluntad de ser una buena actriz, de las ilusiones de una niña que juega a ser mujer, que lucha porque se la tome en serio, huir del rol erótico de “Lolita” que le han asignado. Y ser, al fin, respetada.

     A Sandra la ha visitado su madre, su amiga Inma, y ahora está de nuevo sola, bebe alcohol, fuma, toma pastillas para adelgazar, graba sus ensayos, pero su descenso a los infiernos se hace cada vez más lacerante a medida que pasan las horas y llega la noche. Se ha sentido acosada por enigmáticas e insultantes llamadas telefónicas, ha explotado de rabia cuando un par personajes han llamado al timbre para intimidarla exigiéndola que abortara. Son emisarios de “un señor importante” que no puede tirar por la borda su estatus, su altísima posición. Tal vez, la más alta autoridad del Estado. Lo que daría lugar a un escándalo de dimensiones colosales. En La última noche de Sandra M. no se le cita, pero en todos los cenáculos y mentideros se rumoreaba que Sandra Mozarowsky mantuvo un romance secreto con el rey Juan Carlos I, y que la criatura que engendraba era del monarca Campechano. Por lo que, continuando con la dinámica del rumor, tras su misteriosa caída debían estar los servicios de inteligencia. No hubo autopsia. Jamás se demostró nada. Finalmente, mantiene una conversación telefónica con ese “señor importante”, sólo la oímos a ella. 

   Confieso que desprecio con toda mi alma estos tiempos de mojigaterías, rebosantes de meapilas remilgosos y monjas alféreces estreñidas, lo que no me impide reconocer que los años del tardofranquismo y la Transición fueron terribles, la ciudad era una jungla y aún peor era la basura que se escondía tras los falsos oropeles y bambalinas. Borja de la Vega, con un presupuesto de guerrilla, ha creado una obra de cámara minimalista con el retrato de una mujer que se atrevió a decir basta, lo que entonces no era frecuente, consiguiendo que de nuevo aflore en mí un sentimiento esencial de compasión y amargura.



miércoles, 13 de marzo de 2024

50 AÑOS DEL ESTRENO DE “LA MATANZA DE TEXAS” (Tobe Hooper, 1974)


     Se cumplen 50 años del estreno de este clásico film de culto imitado hasta la náusea que nos narra la terrorífica pesadilla en que se ven envueltos un grupo de chicos que viajan en una típica y sesentera furgoneta Volkswagen para visitar la tumba profanada del abuelo de uno de ellos, situada cerca de un matadero, y que desconocen el trágico destino que les espera. Una calurosa tarde de verano estos jóvenes idealistas pseudo hippies, amantes de la astrología y el amor libre van a descubrir el horror, van a traspasar la línea que separa sus vidas de la de Leatherface (Cara de Cuero) y su siniestra familia de carniceros palurdos.

     Con un guión firmado por el propio Hooper y Kim Henkel, esta obra cumbre de las splatter-movies titulada La matanza de Texas, una auténtica tabla de carnicero, se realizó con escasísimos medios y un director amateur, un producto con vocación subversiva y rodado con un tono semi-documental tremendamente efectivo, que recrea hasta la exasperación un clima asfixiante y malsano, para lo que su joven realizador se apoya en una fotografía granulosa derivada de un rodaje en 35 mm.

    La matanza de Texas supuso un antes y después en el género marcando para siempre a su director: elogio de la maldad, tensión in crescendo, pérdida traumática de la inocencia, atmósfera claustrofóbica, violencia hiperrealista y descarnada, tratado de comportamientos demenciales: Leatherface cuelga de un gancho para reses a Pam. El abuelo, el mazo… y Sally. Leatherface persiguiendo a Sally con la sierra mecánica. Los ojos desorbitados de Sally, jadeos, escalofríos, falta de respiración. Taquicardia. Pánico.


Nota: el dibujo que ilustra la cabecera del artículo es una creación del autor del mismo.

domingo, 10 de marzo de 2024

CRÍTICA: "TE ESTOY AMANDO LOCAMENTE" (Alejandro Marín, 2023)

TE ESTOY AMANDO LOCAMENTE” (2023) êêê

DIRECTOR: Alejandro Marín.

INTÉRPRETES: Ana Wagener, Omar Banana, Alba Flores, Jesús Carroza, Carmen Orellana, La Dani.

España / 2023 / 107 minutos

        El director malagueño Alejandro Marín firma su mejor película situando la acción en la ciudad de Sevilla en 1977, cuando Franco llevaba ya dos años muerto y la homosexualidad en España todavía era un delito. Esto era sí porque aún estaba vigente La Ley de Peligrosidad Social, una de las más aberrantes de la dictadura que sustituyó a la igualmente repugnante Ley de Vagos y Maleantes. En ese contexto, Reme (Ana Wagener), una madre tradicional movida por el amor a su hijo, Miguel (Omar Banana), un adolescente gay que, aunque su madre quiere que sea abogado, él aspira a ser artista y concursar en el programa televisivo Gente Joven. Cuando Miguel es detenido por la policía, Reme se involucra en el movimiento LGTBI andaluz, gestado paradójicamente en el seno de la iglesia con la ayuda y complicidad de un sacerdote, el Padre Manolo (Jesús Carroza).

     El director de la serie Maricón perdido toma como título la popular canción de Las Grecas “Te estoy amando locamente”, y a pesar de un cierto desorden narrativo, rinde un sentido homenaje a aquella generación de la Transición y deja clara su denuncia contra la política autoritaria de la época y unas fuerzas del orden que perseguían a homosexuales, transexuales, mendigos, hippies y a cualquier persona que ellos consideraran moral o socialmente peligrosa. En cualquier caso, salvo en la escena de la detención de Miguel y la visita al cuartel de su madre acompañada de su pandilla de amigos, esas fuerzas represoras del Estado solo tienen un protagonismo fuera de campo, porque lo que más le interesa al director subrayar, siempre en un tono nostálgico, es la implicación de un grupo de personas en la lucha por los derechos y oportunidades de la comunidad LGTBI y la abolición de la execrable ley citada, batalla en la que se involucran toda la banda de Miguel e incluso su madre, que ya había sufrido el suicidio de su marido, un militante comunista.

     Y lo hacen con un carácter festivo empujados por la ilusión y los aires de cambio de aquel tiempo, seguros de su victoria porque les asiste el derecho y la razón. Te estoy amando locamente es de una autenticidad demoledora en cuanto a la labor de maquillaje, vestuario y dirección artística, salpimentada por una magnífica partitura de Nico Casal y canciones de la época como “Yo no soy esa” de Mari Trini o “El Garrotín” interpretada por Smash entre otras. Así, en junio de 1978 asistimos a la considerada primera manifestación del Orgullo Gay de España en Sevilla, que conmemoraba la primera marcha celebrada en Barcelona un año antes, y yo, que estaba allí, recuerdo bien esa génesis.   

      Sabemos que lo que en el fondo late es un drama, pero Te estoy amando locamente es tan dolorosa como jovial, pues en su trama se mezclan las lágrimas con las carcajadas, también la reflexión, la angustia, la solidaridad y la empatía, ayudando a comprender lo que pasó en aquellos tiempos, pues la libertad sólo se puede apreciar por las cosas que con ella se consiguen. Tras ser detenido Miguel, su pandilla de amigos homosexuales y transexuales liderados por la guerrillera Lole (Alba Flores), con Manolo el cura, su madre, que ya ha evolucionado, y una abogada, harán posible su liberación. Cuando ésta se produce y Miguel concursa finalmente en Gente Joven con el tema “Yo sólo quiero amor” (de Rigoberta Bandini), todo cobra una energía luminosa, contagiosa, vitalista, esperanzadora… y reivindicativa, porque no olvidemos que, como leemos en el rótulo final, “las cosas están cambiando, pero no han cambiado todavía.” Entre otras razones, porque ni ahora ni nunca hemos gozado de una democracia real, y sería de estúpidos pensar que para ser demócratas basta con introducir un voto en una urna.   

sábado, 10 de febrero de 2024

CRÍTICA: "DESCONOCIDOS" (Andrew Haigh, 2023)

 

Esta película me rompió el corazón

“DESCONOCIDOS” êêêê

(ALL OF US STRANGERS)

DIRECTOR: Andrew Haigh.

INTÉRPRETES: Andrew Scott, Paul Mescal, Jamie Bell, Claire Foy.

GÉNERO: Drama romántico / DURACIÓN: 105 minutos / PAÍS: Reino Unido / AÑO: 2023

    El director británico Andrew Haigh, el cineasta actual más interesante de temática queer, firmante de la también magnífica Weekend (2011), un drama romántico gay que nos muestra el amor espontáneo como una explosión de emociones reales entre dos desconocidos, nos presenta ahora Desconocidos (All Of Us Strangers), con la guarda una cierta conexión. La película nos muestra a Adam (Andrew Scott), un guionista de cine y televisión que vive en un edificio casi vacío de Londres y que un día tiene un encuentro con su único y misterioso vecino, Harry (Paul Mescal), lo que trastocará el ritmo de su vida cotidiana. A medida que va surgiendo una relación entre ellos, a Adam le preocupan los recuerdos del pasado y regresa una y otra vez a su ciudad natal y el hogar de su infancia, donde sus padres parecen estar vivos, tal y como lo estaban antes de morir en accidente de tráfico 30 años antes.

    Con un guión firmado también por Haigh que adapta la novela “Strangers” de Taichi Yamada, la historia nos recuerda que algunos traumas nos persiguen toda la vida, sobre todo si se han producido durante la infancia. Desconocidos, que discurre alternando la realidad con la fantasía, es una película que apunta directamente al corazón con una sensibilidad conmovedora, logrando momentos de intensa emoción y un lacerante dolor, por la orfandad del protagonista, la amargura de los recuerdos, la soledad y la dificultad de restañar las heridas en un lastimoso proceso de expiación de culpas a través de la pureza del amor.

     Los recuerdos son el oasis y el veneno, la tristeza y la sonrisa, la oscuridad y la belleza. Adam guarda como un tesoro un puñado de fotografías de sus padres. Se sumerge en la memoria y muestra sus sentimientos más profundos tratando de comprender por qué no tuvo el apoyo de sus progenitores cuando siendo un crío más lo necesitaba, cuando sufría bullying en el colegio por su orientación sexual y se encerraba en su habitación para desahogarse con un llanto desbordante. Así, Adam emprende un itinerario emocional en busca de respuestas y redención, alentado por la soledad y el dolor, hacia el que fue su hogar en la infancia para encontrarse allí con sus padres tal y como eran antes del fatal accidente que acabó con sus vidas. En sus conversaciones con ellos (que realmente nunca se produjeron y que nos remiten a la en música y escenarios a la década de los 80), asistimos a confesiones sinceras, sentimientos de vergüenza y arrepentimiento, aceptación de culpas, situaciones de ternura y piedad que pueden servir de bálsamo para un duelo que no tiene fin.  

    Adam, un cuarentón que ha vivido con la ausencia de sus padres desde los 11 años amarrado a los recuerdos, ha conocido a Harry, otro solitario carismático y desaliñado que es el único vecino de su bloque de apartamentos, entre ellos hay química, magia, y con él tiene encuentros sexuales, pero también un amigo en el que confiar y abrazar para calmar su aflicción, aunque también parece dueño de una tristeza intrínseca, de una soledad insondable. Las oníricas visitas de Adam a la ciudad y hogar de su infancia están llenas de detalles hirientes debido a la homofobia que reinaba en la época y cuando creció y pudo ser más libre se encontró con el espectro castrante del SIDA profundizando más en su angustia vital.

      En Desconocidos los sueños, el agitado oleaje de la memoria y la realidad se fusionan y desdibujan con las lágrimas de un hombre tierno, vulnerable y herido, que respira y transpira, solloza y sonríe a través del dolor. Nada quedó resuelto entonces y todo sigue igual ahora, pues de nada sirve salir del armario y desnudar el alma ante unos fantasmas… o tal vez sí, y la conciencia pueda por fin transitar por parajes apacibles. Contando con bellas transiciones y una energía casi celestial, estamos ante un excelente drama íntimo de aristas punzantes, nostalgia corrosiva y un romanticismo sobrecogedor.


domingo, 28 de enero de 2024

CRÍTICA: "FALLEN LEAVES" (Aki Kaurismäki, 2023)

 

El amor como terapia

“FALLEN LEAVES” êêêê

DIRECTOR: Aki Kaurismäki.

INTÉRPRETES: Alma Pöysti, Jussi Vatanen, Anna Karjalainen, Alina Tomnikov, Kaisa Karjalainen, Janne Hyytiäinen.

GÉNERO: Drama romántico / DURACIÓN: 81 minutos / PAÍS: Finlandia / AÑO: 2023

    Este cronista siempre ha tenido debilidad por los corazones solitarios, esas almas perdidas en busca de amor pero que sólo encuentran obstáculos. Eso es precisamente lo que nos cuenta el director finlandés Aki Kaurismäki en su última película Fallen Leaves: Ansa (Alma Pöysti), es una mujer soltera que vive en Helsinki y trabaja con un contrato de cero horas como reponedora en un supermercado. Una noche, en un karaoke se encuentra con el igualmente solitario obrero Holappa (Jussi Vatanen), que tiene un grave problema con la bebida. Contra todo pronóstico y tras algún malentendido intentan construir una relación, y como resultado, Holappa logra controlar su adicción al alcohol.

    Candidata firme al Oscar a la Mejor Película Internacional, Fallen Leaves (Hojas caídas), es una película más compleja de lo que se puede deducir de su escueta sinopsis, porque, como en todas las historias de amor, siempre hay que romper barreras y resistencias, sobreponerse a la desconfianza y el dolor, subrayar los detalles y matices, sentir la soledad y la tristeza, aunque sin elevar a la categoría de drama la condición de clase humilde y trabajadora. 

     La precariedad laboral en estos tiempos de guerras y pandemias hace que tanto Ansa como Holappa salten de un trabajo malo a otro peor en una ciudad de Helsinki que se nos aparece fría, gris y desangelada, se conocen una noche y quedan para ir al cine. La experiencia resulta satisfactoria para una primera cita. Están de acuerdo en repetir, pero él pierde su número de teléfono, y ella, sentada junto a al teléfono, comprueba que no hay nada más desolador que la espera de una llamada que nunca llega. Con un metraje ajustado de 80 minutos y diálogos parcos y medidos, Kaurismäki hace brillar el amor, el silencio y la quietud en las cosas más simples y bellas, sin dispositivos electrónicos, lejos de la confusión, el ruido y el vértigo de estos tiempos de desesperanza. Porque en esas hojas caídas del otoño hay más poesía y belleza que en cualquier paraíso tropical.

    Con un guión pulido hasta la esencia, Fallen Leaves rebosa humanidad en el retrato de dos seres tímidos y pobres que luchan por ganarse la vida, pero sobre todo para rellenar el vacío de su existencia, una inabarcable soledad. El amor es la fórmula, la medicina, la terapia y la razón de ser de dos náufragos que se atraen y necesitan para poder soportar la plúmbea rutina. Kaurismäki es un cineasta peculiar, su cine rebosa cinefilia, clasicismo, humor, ternura, melancolía, humanidad, y sus historias son atemporales sin pretender nunca resultar trascendental. Así, Fallen Leaves es la historia de dos extraños que se encuentran y se enamoran superando las adversidades y la miseria, la tiranía del mercado laboral e incluso sus propias torpezas. Deambulan por un microcosmos donde parece que el tiempo se ha parado, aunque en las viejas radios se escuchan noticias de la guerra entre Rusia y Ucrania. Ansa y Holappa seguirán siendo iguales pero juntos, compartieran el aburrimiento, pero sonreirán y se ayudarán en los malos momentos, sobrevivirán con escasos sueldos en trabajos eventuales, disfrutarán de días radiantes y se animarán en situaciones difíciles, irán al cine y al karaoke... porque, ¿qué sería de nuestras vidas si el amor no nos salvara de tanta indiferencia, dolor y mediocridad?