sábado, 23 de abril de 2022

LAS MEJORES PELÍCULAS DE CULTO: "THE LOVELESS" (Kathryn Bigelow, Monty Montgomery, 1981)

 

El debut de Kathryn Bigelow

“THE LOVELESS” êêê

DIRECTOR: Kathryn Bigelow, Monty Montgomery.

INTÉRPRETES: Willem Dafoe, Robert Gordon, Marin Kanter, J. Don Ferguson, Tina L´Hotsky, Lawrence Matarese, Danny Rosen, Ken Call.

GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 85 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO:

1981

    La ópera prima de Kathryn Bigelow firmada junto a Monty Montgomery se ha convertido con los años en una de las más preciadas películas de culto aunque en la época de su estreno pasó desapercibida. The Loveless, que originalmente se tituló Brakdown, es puro cine independiente que contiene varios elementos que nos ayudarán a comprender ese estatus de culto que la película ha alcanzado en las últimas décadas: representó el debut de una directora prestigiosa que, recordemos fue la primera mujer en ganar un Oscar a la mejor dirección, la película está codirigida por Monty Montgomery, que fue el productor de Twin Peaks y de Corazón salvaje de David Lynch, además de ser el famoso cowboy que aparece en el film de Lynch Mullholland Drive (2001) con el que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes. Monty también rodó junto a Lynch los episodios de la serie Hotel Room (1993).

     Por otra parte, Willem Dafoe hace su primer papel como protagonista y acreditado (en La puerta del cielo no obtuvo acreditación), con un papel y una estética muy similar a la que luciría dos años después en Calles de fuego (Walter Hill, 1984), interpretación que le lanzaría a la fama. Por último, la película está coprotagonizada por el músico rockabilly Robert Gordon, un ídolo en los años 70 y 80 que llenaba las pistas con éxitos como “Rock Billy Boogie” y que contribuye con varios temas en la banda sonora de la película. No quisiera olvidarme de Marin Kanter, con una cerrera de escaso recorrido pero su presencia se impone como absolutamente magnética e inspiradora.

    Con los apabullantes ecos referenciales de Salvaje (Laslo Benedek, 1953) y Scorpio Rising (Kenneth Anger, 1964), la acción nos sitúa a finales de los años 50 para presentarnos a Vance (Willem Dafoe) un desarraigado motorista que acaba de salir de la cárcel y hace una parada en una gasolinera rural para esperar al resto de su banda y dirigirse juntos a Daytona para asistir a una carrera. Cuando llegan Davis (Robert Gordon) y los demás, la estancia en el pequeño pueblo se prolonga pues uno de los motoristas tiene un problema mecánico con su motocicleta. Mientras tanto, la banda de moteros combate el aburrimiento en el pueblo bebiendo cerveza, escuchando rock & roll y dando gas a sus motos. Pronto la comunidad comienza a sentirse intranquila con la ruidosa presencia de la banda en el pueblo.

     De narrativa morosa, en el escueto guión escrito por la pareja de directores no importa tanto la línea de diálogos como la cuestión artística y estética. De hecho, para la película, que comenzó su rodaje el 22 de septiembre de 1980 y duró sólo 22 días, Bigelow utilizó los recursos del Centro de Estudios Cinematográficos del MoMA de Nueva York para crear la ambientación y la atmósfera puramente lynchiana, que es donde más se nota la mano de Montgomery. En realidad, de lo que se trataba era de realizar un bello y evocador retrato de un tiempo idealizado y un lugar con sus usos y costumbres haciendo uso de un esmerado diseño artístico. Película de aprendizaje que Bigelow realiza a medias con Monty Montgomery cuando todavía se encontraba estudiando en Nueva York, y que denota ya una preocupación de la incipiente directora por la planificación y el empleo de una iluminación que ilustra la acción ajustándola a la época en que transcurre el relato dotando a la función de una hipnótica y opaca belleza.

     The Loveless rebosa clichés y lugares comunes, pero la directora siempre ha declarado que le gustan los géneros cinematográficos comerciales llenos de tópicos y que resultan familiares para subvertirlos y que el espectador se sienta incómodo. Una motivación que seguramente tiene su origen en su vocación por el arte, pues recordemos que Kathryn Bigelow comenzó su carrera artística como pintora y grabando instalaciones de otros artistas. Interesada por el arte conceptual -detrás de cada obra siempre hay un concepto- y con gran sentido visual, se adelantó a la corriente indie que se pondría de moda en décadas posteriores, la crítica tildó a The Loveless como contemplativa, nihilista y pretenciosa. Tenían razón en las dos primeras calificaciones, pero ni mucho menos estamos ante una obra pretenciosa que puede ser entendida como un relato de gran plasticidad sobre la masculinidad y la iconografía del poder más cercano al videoarte que al cine experimental.

    La cámara sigue a Vance a su llegada a la cafetería cuando pide cigarrillos y algo para desayunar entablando una conversación con la frustrada camarera. Los movimientos de cámara son lentos y los planos largos poniendo énfasis en la imagen en detrimento de una trama que poco importa. The Loveless concluye con un dramático clímax, pero durante sus 85 minutos de metraje la pareja de directores nos ha dejado algunas vagas reflexiones sobre el racismo, los prejuicios y el abuso en las comunidades cerradas, también sobre una sexualidad decadente siempre estimulada por las mujeres. El equipo de motoristas no se muestra violento en ningún momento y parten en busca de su horizonte tras la tragedia final. Todos comprendemos que ellos han sido la chispa que ha hecho explotar toda la podredumbre y la miseria moral de la comunidad. Una película muy curiosa.


domingo, 17 de abril de 2022

CRÍTICA: "X" (Ti West, 2022)

 

Brillante reactualización del American Gothic

“X” êêêê

DIRECTOR: Ti West.

INTÉRPRETES: Mia Goth, Jenna Ortega, Brittany Snow, Kid Cudi, Martin Henderson, Owen Campbell, Stephen Ure, Geoff Dolan, James Gaylyn, Simon Prast.

GÉNERO: Terror / DURACIÓN: 105 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2022.

     Desde que debutara en el año 2005 con el largometraje El cobertizo, un fallido fil de temática vampírica que ubica su acción en una aislada granja, me propuse seguir la carrera del guionista y director estadounidense Ti West. Y eso que sus dos siguientes películas me parecieron igual de mediocres que la primera, Triger Man (2003) y Cabin Fever 2 (2009). Pero seguía convencido de que acabaría depurando su estilo y dando rienda suelta a un talento que sólo había mostrado de forma latente en algunos momentos. Así, en el año 2009 presentó La casa del diablo, demostrando ya plenamente que tenía pericia para el género de terror ambientando el relato en los años 80 y tomando como protagonista a una canguro que es contratada en una casa de aspecto siniestro. The Sacraments (2013) fue la confirmación definitiva de West, magnífica película inspirada e las correrías del reverendo Jim Jones, mesías de la secta El Templo del Pueblo y los sucesos ocurridos en Jonestown en la República de Guyana, donde se suicidaron 918 miembros de la secta. Tras dirigir el western El valle de la venganza (2016), ahora nos ofrece la que es su mejor película hasta la fecha.


X nos sitúa en el año 1979 y nos presenta a la actriz pornográfica Maxine Minx (Mia Goth), que se embarca en un viaje por carretera a través de Texas junto a su novio y productor Wayne (Martin Henderson), sus compañeros también actores porno Jackson (Kid Cudi), Bobby-Lynne (Brittany Snow), el director de la película RJ (Owen Campbell)  y la novia de éste Lorraine (Jenna Ortega), para filmar una película destinada al floreciente mercado del vídeo doméstico. Tras llegar a la casa que Wayne había apalabrado por teléfono, pronto se darán cuenta de que sus ancianos anfitriones les tienen guardadas algunas sorpresas y no tardarán en encontrarse en una lucha desesperada por salvar sus vidas.

     Ti West firma una magnífica película del american gothic, ese concepto atávico y brutal que nos presenta una América profunda que acecha a los incautos desde los más oscuros parajes del sueño americano, y que ya nos mostraron cineastas como George A. Romero, Tobe Hooper, Wes Craven y John Carpenter. Tras casi una década sin situarse detrás de las cámaras, West nos regala un entretenido y a la vez descarnado homenaje al terror indie y el slasher de los años 70 asimilando todas las constantes salvajes sin olvidar su peculiar y esquinado humor. La función se abre con un sheriff y su ayudante llegando a la casa y la granja que han servido de escenario para un baño de sangre. La escena, que sirve de prólogo y epílogo, se corta y a continuación vemos qué ha sucedido 24 horas antes, cuando el equipo completo de filmación de la película porno llegan a ese mismo lugar.

    Ya sabemos que el rodaje acabará en una tabla de carnicero, pero nos queda por saber por qué y cómo se produjo la orgía de sangre. A X le sienta muy bien la fusión de la comedia (bromas que tienen que ver con las constantes propias del cine porno: en la furgoneta del grupo se puede leer “Servicio de limpieza”) y el horror, creando tensión en escenas como esa en la que un caimán persigue a Maxine, y la permanente sombra de la amenaza sobre el grupo, plasmando así un fascinante y nostálgico fresco de terror visceral.

     Tomando como referente La matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974), Ti West acredita que es un director único para reformular los códigos de aquel magistral clásico. Ayudan todos los intérpretes, Mia Goth y Brittany Snow, aspirantes a estrellas del cine cutre para adultos, también Jenna Ortega como operadora de sonido que se ve atraída por figurar en la película y ser penetrada por la enorme taladradora de Kid Cudi, el impasible y orgulloso semental, algo con lo que no está de acuerdo su novio, RJ, el director de la peli, al que tratará de convencer Martin Henderson, en el papel de avispado productor.

     Otro gran acierto de West es la utilización del full frame para el formato de 16 mm de la peli porno, con el típico temblor en la iluminación, la imagen granulada y la pantalla dividida. Todo ello confiere un brillante y melancólico tributo a un cine que ya no existe, a los ritos de una narrativa tan lejana como popular, a un modelo estilístico virtuosamente reactualizado del horror hillbilly. El Anciano Howard (Stephen Ure) advierte al grupo de jóvenes que no se acerquen a su esposa, pues está enferma. Adivinamos que la pareja de octogenarios, acabarán desatando el infierno. Y resulta triste examinar el dolor y la frustración de esa pareja de ancianos frente a la lozana y desinhibida juventud del grupo, creando en ellos un sentimiento de amargura por su decadencia física, que resta valor a la vida y a la muerte, cuando ya no hay forma de incendiar el deseo. Espléndida película.


miércoles, 13 de abril de 2022

CRÍTICA: "PARÍS, DISTRITO 13 (LES OLYMPIADES)" (Jacques Audiard, 2021)

 

Insípido romance entre millennials

“PARÍS, DISTRITO 13” (LES OLYMPIADES) êê

DIRECTOR: Jacques Audiard.

INTÉRPRETES: Noémie Merlant, Lucie Zhang, Makita Samba, Jehnny Beth, Geneviéve Doang, Lumina Wang, Camille Berthomier, Line Phé.

GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 105 minutos / PAÍS: Francia / AÑO: 2021

     Del director francés Jacques Audiard me gusta casi toda su filmografía, una carrera que comenzó en 1994 cuando presentó su irregular ópera prima Mira los hombres caer. También soy sincero al afirmar que, hasta la fecha, sólo una de sus obras ha alcanzado la excelencia, Un profeta (2009) un absorbente drama carcelario convertido ya en un clásico del cine criminal y que utiliza sin pudor todos los códigos del género.

    En París, distrito 13 Audiard traslada la acción al barrio de Les Olympiades del distrito 13 de París. En ese lugar reside un grupo de jóvenes que mantienen una intensa amistad. Por un lado, está Emilie (Lucie Zhang) que conoce a Camille (Maquita Samba) quien se siente atraído por Nora (Noémie Merlant) que a la vez mantiene una relación virtual con Amber (Jehnny Beth). Son amigos, pero su conexión y libertad amorosa les llevará a ser amantes, y a veces, ambas cosas.

     Con una sugerente fotografía en blanco y negro, París, distrito 13 puede ser entendida como un retrato movido de la generación francesa actual. Basada en tres historias gráficas del escritor y dibujante estadounidense Adrian Tomine, la función surca múltiples senderos para hacer vagas introspecciones sociales, sentimentales y sexuales tomando como figurantes a un grupo heterogéneo de jóvenes millennials que residen en el extrarradio sur de París. Un barrio llamado Les Olympiades que se nos muestra rebosante de bloques de edificios que apuntan hacia el cielo como tristes atalayas que acogen en sus vientres miles de vidas con dilemas existenciales, edificios de una arquitectura vulgar, fría e impersonal semejante a la de muchos barrios de grandes ciudades asiáticas.

      He de reconocer que nada de lo que les ocurre a los personajes me resulta interesante. Audiard firma una crónica generacional insípida más allá de la cálida iluminación en blanco y negro y la desnudez sin pizca de sensualidad del cuarteto protagonista, porque aunque abundan las escenas de sexo casi siempre resultan automáticas e insatisfactorias, salvo la relación más profunda y sin contacto físico que se produce entre Nora y una chica webcam llamada Amber Sweet, con la que, por utilizar su misma peluca la confundirán en una discoteca viéndose humillada.

      La trama se puede entender como una reflexión sobre el vacío y lo insustancial de las relaciones íntima de las nuevas generaciones, de su facilidad para desnudar los cuerpos y su incapacidad para hacerlo con los verdaderos sentimientos que otorguen cierto valor a las relaciones físicas íntimas adquiriendo algún compromiso. El profesor de instituto Camille alquila una habitación del apartamento donde vive Emile, que trabaja de teleoperadora. En apariencia conectan rápido y tienen relaciones sexuales, pero al poco tiempo la cosa deja de funcionar, Camille se siente incómodo, no quiere estar atado a nadie, y abandona el apartamento y se marcha para vivir junto a su profesora sustituta, con quien también se ha acostado y con la que tampoco durará mucho tiempo.

      En este cruce de relaciones, Nora, una mujer algo neurótica llegada de Burdeos, conoce a Camille, que ha dejado durante un año la docencia en el instituto para prepararse el doctorado, y juntos reflotan una agencia inmobiliaria que pertenece a un amigo de Camille. También ellos tendrán sus escarceos sexuales… deficientes, poco satisfactorios. Comprobamos una vez más que las expectativas rara vez se cumplen. Es posible que todos los personajes estén realizando un esfuerzo por trabajar, aprender y tener así una vida mejor gozando de una estabilidad laboral y si es posible, perseguir un sueño. Sin embargo, la realidad es que nadie parece tener sueños ni verdadera pasión por nada, vidas vulgares sin horizontes que buscan la felicidad instantánea entre un laberinto de edificios de un barrio periférico y multirracial donde los trabajos y los salarios son precarios, el futuro un agujero negro y el amor, una quimera.