WOLF CREEK
DIRECTOR: GREG MCLEAN.
INTÉRPRETES: NATHAN PHILLIPS, CASSANDRA MAGRATH, KESTIE MORASSI,
JOHN JARRATT, GORDON POOLE..
GÉNERO: TERROR, AUSTRALIA, 2007 DURACIÓN:
99 MINUTOS.
Uno tiene que tener poderosas razones para ver una
película de terror como la que nos ocupa. Personalmente, es un género que
siempre me ha entusiasmado tanto en su versión literaria como cinematográfica,
del mismo modo, y aunque pueda resultar paradójico, se puede optar por ver un
film tan terrorífico como WOLF CREEK como terapia catártica para
intentar diluir la espeluznante realidad que nos imponen las noticias diarias,
y los programas subiditos de morbo que descuartizan los casos más sangrientos
de la actualidad... Así, esa cruda y desoladora realidad va siendo fagocitada
en los anchos páramos de nuestra insaciable/enfermiza imaginación. Estrenada en
nuestro país con dos años de retraso, Greg Mclean ha compuesto
(producido, escrito y dirigido) una de las más espectaculares, ásperas y
atroces óperas primas que este cronista ha tenido la oportunidad de ver en
muchos años, tal vez desde Henry, retrato de un asesino (John
McNaughton, 1988). Presentada en el Festival de Cine Independiente de Sundance,
la función no se para a reformular el género con moderneces e innecesarios
giros argumentales, el cineasta australiano se inclina acertadamente por seguir
los tópicos y la tradición del terror rural norteamericano, cambiando el
paisaje de la América profunda por los vastos territorios del desierto
australiano: tres amigos mochileros, Kristy (Kestie Morassi), Ben
(Nathan Phillips) y Liz (Cassandra Magrath) viajan por Australia con la
intención de llegar a Wolf Creek, un enorme y antiquísimo cráter dejado por un
meteorito. Una vez visitado el lugar y preparados para el regreso, se dan
cuenta de que los relojes se han parado y el coche no funciona, por allí
aparece un simpático lugareño, Mick Taylor (John Jarratt) que se ofrece
para ayudarles ,y, evidentemente, ellos creen tener solucionado su pequeño
contratiempo. No se imaginan lo que Mick les tiene preparado, pues sus
problemas no han hecho sino comenzar.
Inspirada, al parecer, en las hazañas de
un asesino psicópata australiano de los ños 90, y bajo la influencia de films
tan dispares como Picnic en Hanging Rock (Peter Weir, 1976)
pequeño film de culto en el que el afamado director de las antípodas nos
presentaba a un grupo de colegialas de visita al gran peñasco de Hanging Rock,
desapareciendo misteriosamente cuatro de ellas y una maestra al encaramarse a
la roca, y, cómo no, tocada por el influjo y la sombra alargada de esa obra
maestra del terror naturalista titulada La matanza de Texas (Tobe
Hooper, 1974), WOLF CREEK aglutina todos los códigos
estético-narrativos para armar una pesadilla rebosante de un feroz magnetismo,
una pirámide del horror en la que quedan perfectamente marcadas las escalas del
in crescendo y el clímax brutal: presentación fiestera del agradable
trío Danone, ambientación telúrica y alarmante, encuentro con los zafios
palurdos, aislamiento del medio, asesino magnífico, campechano y de risa
absurda (personaje burdo y pueblerino al que podemos considerar el
anti-cocodrilo Dundee) y ración justa de casquería, delirio y sadismo para
crear desasosiego entre el respetable. Con una planificación sencilla y
directa, con resonancias al cine de terror setentero, que daba rienda suelta al
tradicional enfrentamiento entre dos culturas; la rural que se resiste a ser
engullida por los nuevos ritos de la sociedad del bienestar; y la urbana, que
expone frívolamente las claves de su conducta, no será extraño que tachándola
de gratuita los críticos de siempre la pongan a parir, pero por mí se pueden ir
ellos a parir panteras, porque Mclean nos presenta, haciendo uso de un estilo
cercano al cinema-verité, el último ejemplo de esa cosmogonía del terror
anclada en el principio de los tiempos, tan espantosamente cruel como cercana.
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