ROCCO Y SUS
HERMANOS
DIRECTOR: LUCHINO VISCONTI.
INTÉRPRETES: ALAIN DELON, RENATO SALVATORI, ANNIE GIRARDOT, KATINA
PAXINOU, SPIROS FOCAS, MAX CARTIER, ROCCO VIDALOZZI, CLAUDIA CARDINALE.
GÉNERO: DRAMA / ITALIA / 1960 DURACIÓN:
185 MINUTOS.
Descendiente de una familia
aristocrática, Luchino Visconti,
conde de Modrone Erba, (Milán, 1906-Roma, 1976), es uno de los directores más
notables del gran vivero cinematográfico italiano surgido en las primeras
décadas del pasado siglo. De niño recibe una educación exquisita que le sirvió
de base para ser un gran estudiante, y su madre, que era una virtuosa del
piano, puso mucho empeño en que sus hijos tocasen algún instrumento, pues
además la familia era asidua a las representaciones operísticas de la Scala. Durante el servicio
militar se aficionó a tanto a los caballos que dedica un lustro a la cría de
caballos de carreras. En 1930 se traslada a París, en la capital francesa se
convierte en un apasionado del cine y conoce a Jean Renoir, con el que trabaja
dos años como asistente. La influencia del mítico realizador galo no es sólo
artística, también ideológica, por lo que Visconti comienza a acercarse cada
vez más a un izquierdismo militante. Tras una corta y frustrante experiencia
hollywoodiense –hacia donde había marchado para aprender técnicas
cinematográficas-, se convierte en colaborador de la revista “Cinema”, en la que firma artículos
esenciales. En 1942 debuta tras las cámaras con el largometraje Ossesione,
film pionero del movimiento neorrealista que supone una sacudida para la
conciencia cultural de la época. Durante la Segunda Guerra Mundial se alía
con los partisanos y es hecho prisionero, una vez terminada la guerra
desarrolla una importante labor teatral que le convierte en uno de los nombres
claves de la escena italiana. Algunas de las películas más celebradas de este
genial autor son: El Gatopardo (1963), La caída de los dioses
(1969), Muerte en Venecia (1971), y El Confidente (1976).
Visconti muere el 18 de marzo de 1976 durante el montaje de este último film.
Luchino Visconti consigue su primer gran
éxito al narrar esta crónica sobre la inmigración interior en la que una mujer,
Rosario Parondi (Katina Paxinou), tras quedar viuda, decide abandonar,
junto a sus cuatro hijos, el pueblo sureño donde viven atraídos por las luces
de la populosa, moderna e industrial Milán, una decisión que ya tomó hace
tiempo su hijo mayor, que trabaja en la ciudad norteña. La película está
dispuesta en cinco capítulos que llevan como subtítulos los nombres de los
cinco hijos: Rocco (Alain Delon)
arquetipo del muchacho alegre y soñador. Simone
(Renato Salvatori), impulsivo y trastornado, mantiene una relación con Nadia (Annie Girardot), una prostituta
a la que ama y desprecia. Ciro (Max
Cartier) que trabaja en una fábrica de automóviles. Vincenzo (Spiros Focas) que contrae matrimonio con Ginetta (Claudia Cardinale), una
decisión que a su madre no le hace mucha gracia. Y el pequeño Luca (Rocco Vidalozzi).
Debido a la mejora que Italia experimenta
a finales de los años 50 y a la progresiva industrialización de las grandes
urbes, un fenómeno que, obviamente, arrastra consigo un ascenso del nivel medio
y, como era de prever, da pie a un masivo éxodo proveniente de las zonas
rurales que acrecienta el desequilibrio existente entre el sur agrícola y el
norte, donde se instala el grueso de la industria, miles de familias se ven
abocadas a abandonar su lugar de origen ante un futuro incierto en su tierra natal,
lanzándose a la búsqueda del progreso y la estabilidad e hipnotizados por las
centellantes luces de la sociedad del bienestar, con el convencimiento de que
allí encontrarán oportunidades que en su pueblo no llegarían ni a soñar. Muchos
de estos inmigrantes pronto se darán cuenta de que no es oro todo lo que
reluce. Para filmar las crónicas de estos fracasos están allí, esperándoles en
la frontera que limita la ciudad y el campo, toda la vanguardia cinematográfica
italiana, la degradación física y moral de toda esa pobre gente será narrada de
forma hiperrealista y desoladora por Federico Fellini (Las noches de Cabiria);
Pier Paolo Pasolini (Accatone y Mamma Roma); Bernardo Bertolucci (La commare
seca); y, por supuesto, Luchino Visconti. Todos estos cineastas situarán
las cámaras en la periferia de las ciudades para reflejar, cada uno con su
personalísimo estilo, la cara más fea del milagro económico italiano. Partiendo de una historia de Giovanni
Testori, Visconti sacude al público de la época con este amargo melodrama de connotaciones dostoievskianas: bajo el
soporte de una estructura teatral, una perfecta organización de planos y dilatadas
escenas, asistimos a la descomposición de la familia Parondi, llegada a Milán
desde la lejana y atrasada Lucania.
Tenemos a la figura de la madre, típica mamma italiana que, a pesar de sus
esfuerzos por mantener a sus hijos unidos, no podrá evitar el deterioro, la
desintegración del núcleo familiar ni, como era su ilusión, el sosiego en
tierra extraña, la prosperidad soñada. Dos personajes centran para el cineasta
una atención mayor que los demás, Rocco y Simone, a los que dota de carismas
antitéticos con cierta resonancia a los rasgos más definitorios del mito de
Caín y Abel. No obstante, Simone es otra víctima atrapada, un ser condenado y tarado por la dificultad de adaptarse a un
medio hostil, desconocido y alienante, rebasando los límites de la ruina moral
humilla y desdeña a Nadia para ocultar su propio fracaso, y cuando Rocco se
enamora de ella, Simone la asesina en una de las escenas más crudas y
despiadadas jamás filmadas. Las cuchilladas que recibe Nadia -en impactante
pose de crucifixión-, abren una herida en un mundo que vive de espaldas a las
tragedias cotidianas y ahonda en la soledad de unos seres incapaces de
ahuyentar por sí solos los demonios que les asaltan. Rocco, por su parte,
intenta superar la aflicción refugiándose en la práctica del boxeo profesional,
pero con la salvedad de estos dos personajes que, insisto, son para el autor
los más interesantes y en quien fija más y mejor la mirada, el resto quedan
algo desdibujados, derivando en retratos poco sugestivos, como el personaje
insustancial de Ginetta interpretado por Claudia Cardinale. ROCCO
Y SUS HERMANOS (el título parece tomarlo el autor de “José y sus hermanos” de Thomas Mann), es un hermoso
film de más de tres horas de metraje que pone el punto y final a la etapa de
denuncia social de Visconti, y que sólo el talento de un desclasado como él
podía llegar a concebir, porque cuando este hombre de familia adinerada, con
título nobiliario, director de teatro y ópera, se mete en el fango para rodar
lo que ocurre en los barrios de las gentes pobres, se convierte más que en un
idealista, en el símbolo de la emoción de una época irrepetible. La nostálgica
música de Nino Rota nos lleva a un final previsible mirando al sur, en una
necesidad por insistir en la verdad y la pureza de las raíces.
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