BATMAN & ROBIN (Joel Schumacher, 1997) ocupa un lugar
relevante entre las películas más mierdosas de la historia, tanto que a este
cronista se le hace difícil calificar semejante mariconada, basta con señalar
que su director tuvo que pedir perdón por haber pergeñado un truño tan
monumental. Lo que no sabemos es si sus responsables eran clientes asiduos de
La Casa del Ácido y todo fue ideado como una broma de mal gusto, una tomadura
de pelo que te deja con muy mal rollo. Cuando a George Clooney (el peor Batman de la serie, tan malo que ni él se
lo creía) le preguntaron en una entrevista si había llorado viendo alguna
película, contestó sin pensárselo “Sí, en
Batman & Robin”. Y es que todo
resulta estridente y esperpéntico en
esta patochada, desde las armaduras con marcados pezones que se enfundan
Clooney y el soseras de Chris O´Donnell hasta la pueril línea de diálogos
defecada por Akiva Goldsman, que parece destinada a un público con niveles intelectuales
por debajo de la idiocia: “Hola Sr. Frío soy Batman”, “Chachi”, “Vamos a
patinar”, “Ahora mismo te convierto en abono”… Lo recuerdo bien, no paraba de
mirar el reloj, sentía calambres en las piernas y me acometían unos sudores fríos
mientras chupaba tabletas de Almax sin parar.
De ambientación
retro-camp, toda la película (adelante con la hipérbole) desprende un tufo a
plástico insoportable, un vestuario de ajustadísimo látex ideado por una mente
tan fetichista como hortera, un irritante cromatismo fluorescente tan
psicodélico que hasta los míticos Jefferson Airplane se hubieran sentido confusos
y mareados, peleas coreográficas al estilo de Power Rangers y, ¡madre, qué
pelucas!, pero si hasta en los 60 hubieran resultado estrambóticas y ridículas.
Por no hablar de los peores villanos de la saga, Arnold Schzarzenegger dando vida a Mr. Frío todo untado de purpurina
y con una especie de traje de astronauta que parece diseñado por Vitorio y
Luchino, compartiendo objetivo con una grotesca Uma Thurman como Hiedra Venenosa por la que en una disparatada
escena se pelean los bujarrones de Batman y Robin. No hablo del argumento
porque no tiene, pero, por Dios, porque Schumacher sea homosexual declarado no
hacía falta que nos diseñara Gotham como el paraíso del Orgullo Gay. El
resultado del visionado de este pastelazo en mi psique fue como un mal viaje
con una droga adulterada, aunque lo peor fue la cara de gilipollas que se me
quedó al pensar que esas dos horas de mi vida ya no me las devolvería nadie.
Conclusión: un mierdón como un camión.
JAJAJA..., no coment...
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