La superpopular actriz y presentadora BÁRBARA REY, alumbrada bajo el nombre de María Margarita García García, nació en Totana (Murcia) el 2 de
febrero de 1950. Elegida segunda dama de honor en el certamen de Miss España de
1970, fue, sin mucho éxito, nuestra representante a Miss Mundo de aquel año, al
haber contraído matrimonio tanto la ganadora del certamen nacional, Fina Román,
como la primera dama de honor. Bárbara Rey fue una de las figuras más
representativas del famoseo en la década de los 70 y primeros 80, rodando más
de una treintena de películas, casi todas aborrecibles e incluidas dentro del
subgénero conocido como “Cine de Destape”, pero sobre todo por dar el salto a
la televisión de la mano de Valerio Lazarov, que la llamó para presentar la Gala Especial de Nochevieja en el año
1975. Sólo unos meses después se haría cargo, con gran éxito de audiencia, del
programa Palmarés, que la convertiría
en la sex symbol más deseada del país.
En 1977 protagonizó un episodio de la
popular serie Curro Jiménez titulado
“En la sierra mando yo”, y sin olvidar
su faceta de vedette actúa en revistas como “Barcelona es Bárbara” y “Una noche de Bárbara”. Al contraer
matrimonio en 1980 con el empresario y
domador circense Ángel Cristo, ya fallecido y con el que tuvo dos hijos (Ángel
y Sofía), se aleja durante nueve años de las cámaras, exactamente el tiempo que
duró su matrimonio, años en los que triunfó en el circo como domadora de
elefantes. Si bien, tras ese largo paréntesis alejada de la escena, Bárbara ya
no fue la misma, presentando programas
de dudosa calidad para la tele, como “Esto
es espectáculo” o “La cocina de
Bárbara”, y participando en concursos como “Esta cocina es un infierno”, para finalmente acabar convertida en
objetivo grotesco de la prensa del corazón. Su birriosa filmografía, que consta
de títulos tan singulares como A mí las mujeres ni fu ni fa, Mi
mujer es muy decente, dentro de lo que cabe o Virilidad
a la española, no me impedirá confesar que Bárbara se me aparece en
sueños en una imagen tan lejana como lozana y carnal, unos sueños cargados de
energía por sus perfectos muslos y
kilométricas piernas, por una mirada tan vulgar como lasciva.
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