Mis películas favoritas
DEFENSA (DELIVERANCE)
DIRECTOR: JOHN BOORMAN.
INTÉRPRETES: BURT REYNOLDS, JOHN VOIGH, NED BEATTY, RONNY
COX.
GÉNERO: ACCIÓN /
EE. UU. / 1972 DURACIÓN: 105 MINUTOS.
Dirigida por el
británico John Boorman y basada en
la primera novela (Liberación, 1970)
del extraordinario poeta norteamericano James Dickey (un relato que, por
cierto, ha servido de inspiración a muchos autores contemporáneos y que hace
unos años fue reeditado por la editorial Destino), DEFENSA narra la brutal
aventura sufrida por cuatro amigos, Lewis
(Burt Reynolds), Ed (John Voigh), Bobby (Ned Beatty) y Drew (Ronny Cox), que durante un fin de
semana deciden bajar en canoa por el río Cahula antes que el bellísimo y
salvaje paraje quede inundado por las aguas de una presa que se va a construir.
Todo transcurre con normalidad, los amigos se entretienen el primer día
observando el precioso enclave situado en los montes Apalaches e ironizando
sobre la rara idiosincrasia de los aldeanos. Pero al día siguiente son
asaltados y agredidos violentamente por dos lugareños, comienza así una
terrible pesadilla para los amigos cuyo final puede ser la muerte.
Sólo era un niño pero recuerdo bien la
especial turbación que produjo en mí este magistral film, todavía no acababa de
entender bien su mensaje último, el crescendo brutal como esencia de su trasfondo
argumental, sin embargo, quedé fascinado por el modo en que Boorman había
diseñado secuencias tan feroces y humillantes como la de la sodomización de
Bobby, por el magnetismo visual de un paisaje inhóspito de naturaleza virgen,
subrayado con una atmósfera tan envolvente como agobiante. DELIVERANCE,
film de un intenso ritmo y desafiantemente violento, desarrolla un argumento
que encierra muchas de las obsesiones y constantes temáticas del realizador de Excalibur, y se nos presenta, a través
de un tratamiento descarnado, como un certero discurso sobre el insalvable abismo
existente entre dos culturas, la urbana y la rural, civilizaciones que cohabitan
no muy lejos la una de la otra, mas tienen un modo muy diferente de
subsistencia y de encarar la vida.
Los nativos hillbillies (término que se usa en Estados Unidos para denominar a
los peculiares lugareños de las zonas más remotas, rurales y montañosas como
los Apalaches), habitantes de comunidades endogámicas, cerradas y dueños de una
violencia animal reposada durante años – a veces durante toda la vida- y que
estalla en un instante, han tenido excelentes aproximaciones en las obras de
distintos cineastas (recuérdese Perros de
paja de Sam Peckinpah, Furtivos
de José Luis Borau, Pascual Duarte de
Ricardo Franco, Terciopelo azul de
David Lynch, El séptimo día de Carlos
Saura). Empero la película de Boorman no trata sólo de reflejar ese hecho, pues
se atisba un interés por demostrar cómo la naturaleza, lejos de ser un lugar
idílico, puede convertirse en demasiadas ocasiones en un campo de minas, en una
peligrosa y mortífera trampa, y como frecuentemente y de manera festiva e
inconsciente, el hombre de ciudad cree estar preparado para invadir
frívolamente sus dominios, como si de un juego se tratara, por puro
entretenimiento.
Es por eso que
la película también se puede ver como una llamada de alerta a todos esos
exploradores y aventureros de salón que, sin apenas experiencia, se lanzan
alocadamente a romper la rutina con grandes dosis de emoción practicando deportes
de riesgo. La brillante iluminación de Vilmos Zsigmond eleva admirablemente el
tono del relato, la angustia de unos personajes que, si sobreviven, no se
sentirán a salvo hasta que no pisen el asfalto. Film también famoso por la
virtuosa música de banjo que incluye.
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