Elegante y vano ejercicio de estilo
Año 2089, isla de Kyle (Escocia). El descubrimiento de unas pinturas en una cueva muestra indicios de señales intergalácticas a través de fases prehistóricas que puede ser la pista definitiva para descubrir quiénes fueron los creadores de la raza humana. Así, los exploradores científicos Elizabeth Shawn (Noomi Rapace) y Charlie Holloway (Logan Marshall-Green), reciben el visto bueno de la multinacional Weyland Corp. para desplazarse a un lejano planeta, LV-223, a bordo de Prometheus, una de las naves de la compañía creada por Peter Weyland (un envejecido Guy Pearce que aparece en holograma). Entre los tripulantes de la nave están la delegada de Weyland, Meredith Vickers (Charlize Theron), el capitán Janek (Idris Elba), el geólogo Fifild (Sean Harris), el científico Milburn (Rafe Spall), la doctora Ford (Kate Dickie) y David (Michael Fassbender), un androide que parece saber mucho más de lo que aparenta y que se ha mantenido despierto durante tres años de travesía. Una vez en LV-223 los exploradores se topan con el cuerpo degollado de una extraña criatura, una gigantesca estatua y miles de cilindros estratégicamente situados. Analizando todo ello las sospechas no son muy halagüeñas: puede que quienes crearon la Tierra ahora quieran destruirla.
PROMETHEUS (3D)
DIRECTOR: RIDLEY SCOTT.
INTÉRPRETES: NOOMI RAPACE, MICHAEL FASSBENDER, LOGAN
MARSHALL-GREEN, CHARLIZE THERON, IDRIS ELBA, GUY PEARCE.
GÉNERO:
CIENCIA-FICCIÓN / EE. UU. / 2012 DURACIÓN: 123 MINUTOS.
Todos los
aficionados a la ciencia-ficción hemos vivido excitados desde que tuvimos
noticias de que uno de los últimos y más grandes maestros del género, Ridley Scott, se adentraría de nuevo en
un terreno conocido para seguir las coordenadas que le han convertido en un
mito. Tras el esperadísimo estreno de PROMETHEUS la corrida ha sido poco
expansiva, muy volátil, moderadamente placentera. No estamos ante un film
fallido (recordemos que el listón dejado por Alien, el octavo pasajero
y Blade
Runner es imposible de superar), pues el regreso del director británico
al universo de Alien tiene su encanto, su punto de ambición y una enorme carga
nostálgica y emocional, el suficiente magnetismo como para evitar que los
verdaderos cinéfilos se abstengan de pasar por taquilla.
Año 2089, isla de Kyle (Escocia). El descubrimiento de unas pinturas en una cueva muestra indicios de señales intergalácticas a través de fases prehistóricas que puede ser la pista definitiva para descubrir quiénes fueron los creadores de la raza humana. Así, los exploradores científicos Elizabeth Shawn (Noomi Rapace) y Charlie Holloway (Logan Marshall-Green), reciben el visto bueno de la multinacional Weyland Corp. para desplazarse a un lejano planeta, LV-223, a bordo de Prometheus, una de las naves de la compañía creada por Peter Weyland (un envejecido Guy Pearce que aparece en holograma). Entre los tripulantes de la nave están la delegada de Weyland, Meredith Vickers (Charlize Theron), el capitán Janek (Idris Elba), el geólogo Fifild (Sean Harris), el científico Milburn (Rafe Spall), la doctora Ford (Kate Dickie) y David (Michael Fassbender), un androide que parece saber mucho más de lo que aparenta y que se ha mantenido despierto durante tres años de travesía. Una vez en LV-223 los exploradores se topan con el cuerpo degollado de una extraña criatura, una gigantesca estatua y miles de cilindros estratégicamente situados. Analizando todo ello las sospechas no son muy halagüeñas: puede que quienes crearon la Tierra ahora quieran destruirla.
Como siempre, tratándose de Ridley Scott,
la factura técnica y el aspecto visual de la función es absolutamente
deslumbrante, cuestión que sería más disfrutable en una sala IMAX donde el
formato estereoscópico (muy conseguido), la turbadora escenificación y la
sensación hipnótica de algunas imágenes sumergen al espectador en una aventura
esteticista que rinde homenaje a los clásicos de la ciencia-ficción (los ecos
de 2001:
Odisea del espacio de Kubrick y Solaris de Tarkovski son
abrumadores), para idear una precuela muy libre de Alien que se conjura para
intentar despejar algunas interrogantes pero que un guión deslavazado, con
muchas lagunas, penaliza en exceso. Desgraciadamente el regreso de Scott al
terreno que mejor domina no ha dado como resultado una obra memorable, sus
esfuerzos por crear una atmósfera envolvente y detalles iconográficos perdurables
son de agradecer y encandilarán a los aficionados a la Sci-Fi, el problema es
que sus metafísicas reflexiones sobre el origen de nuestra especie y el destino
de la humanidad, la omnipotencia e inteligencia superior de Dios y nuestra
razón de ser, quedan diluidas en una narrativa inextricable, si me apuran incoherente:
el libreto firmado por Damon Lindelof es
laberíntico, abstruso, recargado de diálogos pueriles y vana trascendencia.
PROMETHEUS progresa a
través de una tensión atenuada por el diseño y la brillante tecnología, sus
personajes dan el do de pecho en un relato que les exige un estricto
autocontrol de sus capacidades físicas y mentales (acertados perfiles de la
científica Elizabeth y el robot David), el espectador se los cree porque logran
transmitir cierta ansiedad en su viaje a lo desconocido y he de reconocer que
el espectáculo resulta muy sugestivo para la vista: la nave es imponente, la
escena de la bestial cesárea es terrorífica,
los decorados y escenarios se muestran como una ensoñación realista… brillantes
elementos que no van en consonancia con la evolución dramática del relato, que
suponemos tiene su inspiración en el mito griego de Prometeo, el Titán
protector de la civilización humana, pero Scott se empeña en ir más allá para
bombardearnos con preguntas para las que no hay respuestas, y que nos abocan a
un clímax artificioso que me deja muy frío. Demasiada ambición para un una línea argumental tan pobre y que sólo en
su efecto viral generó una expectación desmedida, en su afán visionario Scott
se postula como un renovador de un género en constante mutación, se pierde
cuando se adentra en el confuso terreno del pastiche multi y auto-referencial,
alejándose de los atractivos y preclaros parámetros filosóficos establecidos en
Alien, dando conformidad a lo que sólo es un elegante y huero ejercicio de estilo.
Personalmente me ha defraudado, no era ni por mucho lo que esperaba.
ResponderEliminarQuitando la actuación fantástica de Charlize Theron y Michael Fassbender, en una película sin sentido y lleno de contradicciones, como por ejemplo el sentido que tendría crear una raza a partir de nosotros mismos para después aniquilar nuestra creación. Es del todo absurda y sin sentido; para rematar "Alien", -¡HOMBRE! no me jodas...- que este tema ya está más que visto y aborrecido por Dios; ¿Una nave nodriza que aterriza en un planeta desconocido sin explorar?, ¡JUAS!, como se han tenido que reir los técnicos de la NASA xD.
Lo siento pero no puedo dar una crítica personal favorable a este engendro, solo... y para apaciguar los ánimos, las representaciones estelares que antes he comentado y los brillantes efectos especiales.
Un cariñoso saludo