Siguiendo con mi galería de musas francesas hoy le toca el
turno a la actriz LUDIVINI SAGNIER (La Celle Sint-Cloud, 3 de
julio de 1979), que se interesó por la interpretación a una edad muy temprana,
matriculándose en el Conservatorio de Arte Dramático de Versalles a los 15 años
si bien su debut en el cine se produjo a los 10 años en películas como Je
veux rentrer à la maison (Pascal Thomas, 1989) y Les maris, les femmes, les amants
(Alain Resnais, 1989), aunque este cronista la conoció en el drama de época Confesiones
íntimas de una mujer (Diane Kurys, 1999), con la suerte de poder seguir
su carrera a través de títulos como Gotas de agua sobre piedras calientes
(François Ozon, 2000), el film de terror Juegos de niños (Laurent Tuel,
2001), la comedia musical 8 mujeres (François Ozon, 2002), metida
en el papel de Campanilla en Peter Pan: La gran aventura (P. J.
Hoogan, 2003), en el intrigante drama Swimming pool (Fraóis Ozon, 2003),
en el thriller Una chica partida en dos (Claude Chabrol, 2007), en el
magnífico film sobre las consecuencias de la guerra Un secreto (Claude
Miller, 2007), en la segunda parte del biopic Mesrine: El enemigo público nº 1
(Jean François Richet, 2008), y en el resultón film de suspense Crime
D´Amour (Alain Corneau, 2010). El 25 de noviembre de 2005, Ludivini
Sagnier dio a luz a una hija llamada Bonnie, cuyo padre es el actor Nicolas
Duvauchelle.
Lo sabes bien, Ludivini, por encima de la ley, de la justicia y de
Dios está la verdad. Cierto que la verdad sólo tiene un camino, pero existen
miles para adulterarla. Y es ahora que, enredados en una maraña de sucias
mentiras y medias verdades, me da por recordar nuestros primeros besos con la
nieve cayendo sobre nuestros cuerpos, ahora que hemos prostituido la verdad
sobre un jergón apestoso. Es difícil que me imagines tendido y borracho junto a
la chimenea, sin poder retener las lágrimas mientras los británicos Keane ponen el énfasis a mi dolor con
su magnífico tema “Neon River”: “Ella dijo que las luces de
neón iluminarían mi camino / Y todas las cosas que habíamos estado soñando se
harían realidad”. Todo se ha viciado, me acusaste de usar palabras como
puñales, como látigos, no supiste entender que sólo era un niño ahogado en la
pena, el auxilio de la última rabieta. Donde estés, deja volar los despojos de
mi alma impía. Pretium doloris.
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