Fallido tributo al extravagante glam rock de los 80
ROCK OF AGES
DIRECTOR: ADAM SHANKMAN.
INTÉRPRETES: JULIANNE HOUGH, DIEGO BONETA, TOM CRUISE, PAUL
GIAMATTI, ALEC BALDWIN, RUSELL BRAND, CATHERINE ZETA-JONES.
GÉNERO: MUSICAL /
EE. UU. / 2012 DURACIÓN: 123 MINUTOS.
El cienciólogo Tom Cruise es un tipo muy camaleónico,
se chifla por los cameos estrambóticos y le encantan los cambios de registros.
En esta adaptación a la gran pantalla de un exitoso musical de Broadway, la
primera vez que aparece enseña el culo. El glam rock de los 80 no le dice gran
cosa a este cronista, una corriente a la que se apuntaron bandas como Bon Jovi,
Journey, Whitesnake, Quiet Riot, Twisted Sister, Skid Row, Poison, Cinderella,
White Lion o Europe, y que están entre lo más granado del aquel estilo de
estética rebuscadamente hortera y afeminada (mallas de leopardo, toneladas de
laca, purpurina, botas de plataforma, maquillaje a granel, peinados imposibles)
que buscaba una impostada y provocativa teatralidad creando una música festiva, hedonista, con una fuerte carga sexual
y potentes, repetitivos riffs de guitarra.
ROCK
OF AGES nos traslada a esa época para narrarnos como Sherrie Christian (Julianne Hough)
llega a Los Ángeles con toda la ilusión del mundo para triunfar en el mundo de
la música. Sin sus pertenencias, porque se las han robado, y una vez en la zona
de clubs de Sunset Strip, es descubierta por Drew Boley (Diego Boneta) que trabaja en uno de los clubs más
populares, El Bourbon Roon, propiedad de Dennis
Dupree (Alec Baldwin), quien está
sufriendo las consecuencias de una crisis económica, pero que siempre cuenta
con el apoyo de su mano derecha, su querido Lonni (Russell Brand). Una situación difícil que quiere acabar de rematar
Patricia Whitmore (Catherine Zeta-Jones), la esposa del alcalde que está
empeñada en cerrar todos los garitos que promueven el rock. Drew consigue que
Dupree acepte a Sherrie como empleada en el local, donde los dos comparten
ambiciones por el triunfo en la música y salir así de la ruina económica. Pero
como todo es susceptible de empeorar, cuando Stacey Jaxx (Tom Cruise), la más grande estrella del rock hace su
aparición por el local para una actuación, su agente Paul Gill (Paul Giamatti) se queda con todo lo recaudado sin
permitir que nadie más vea un solo dólar.
Pues no, no han estado atinados los
responsables de este invento que pretende servir de homenaje al rock más
glamourosamente chirriante de los 80, a uno puede caerle simpática la inicial
propuesta de su discurso (la típica historia de superación y la persecución del
rock como música lasciva y violenta que desata el infierno) pero el director
Adam Shankman se toma demasiado en serio lo que no es otra cosa que una parodia
grotesca sobre unos personajes horteras estereotipados hasta el vómito. Es
precisamente esa constante hipérbole un lastre que arrastra de forma pesada un
argumento estéril, atiborrado de clichés bufonescos y forzosamente previsible,
algo posiblemente perdonable si los números musicales estuvieran bien
ejecutados, extrañamente (Shankman es coreógrafo y bailarín) carecen de toda
emoción y son tan simples como los de aquella nadería para marujas titulada Mamma
mía. Lucen incluso muy por debajo de los temas orquestados que, para
ser sinceros, tampoco son nada del otro mundo. Peor todavía son las
aburridas secuencias en que los
protagonistas no cantan, donde podemos apreciar las costuras de un birrioso
libreto muy en la línea de ese cagarro titulado High Scholl Musical: chico
conoce a chica, se enamoran y se separan, se vuelven a juntar y son felices
comiendo perdices de aquí hasta la eternidad.
Si la trillada
propuesta puede echar para atrás a más de un espectador despistado que busque
en la cinta un tributo estimulante al glam ochentero furiosamente promocionado
por la roñosa MTV, se sentirá defraudado al encontrarse con un inocente vodevil
pop de diseño con una carencia total de química entre sus protagonistas. Tom
Cruise es un gran profesional y demuestra que se encuentra en buena forma a sus
50 tacos cumplidos, irrumpiendo como personaje secundario y dotando de cierta
chispa a sus egomaníacas actuaciones, no podemos decir lo mismo de la sosa
pareja Julianne Hough y Diego Boneta, sin energía ni carisma para elevar el
nivel del fallido artefacto. Irreconocible Alec Baldwin con su look gay/macarra
que junto con Russell Brand protagoniza la única escena realmente cómica y
aprovechable de la función. ROCK OF AGES es una película
artificiosa, superficial y exagerada en todos sus caracteres, en la que ni
los bochornosos covers ni las historias
paralelas como relleno de los tiempos muertos logran hacer progresar la trama
de forma dinámica, conformando un espectáculo aséptico e insustancial sobre una
época y una música que ya quedó excelentemente retratada en la inolvidable This is Spinal Tap.
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