Gélida y distópica fantasía que esconde
una narrativa muy pobre
DESAFÍO TOTAL (TOTAL RECALL)
DIRECTOR: LEN
WISEMAN.
INTÉRPRETES:
COLIN FARREL, JESSICA BIEL, KATE BECKISALE, BILL NIGHY.
GÉNERO: CIENCIA
FICCIÓN / EE. UU. / 2012 DURACIÓN: 121 MINUTOS.
Sólo el
cine independiente parece mostrar cierta frescura a estas alturas del siglo XXI
frente al estandarte de un Hollywood que como una vieja y oxidada fábrica
repite conceptos e ideas sin el más mínimo encanto. Entre el batiburrillo de
remakes, reboots, precuelas y secuelas se nos cuela esta DESAFÍO TOTAL, remake de
aquella exitosa película –hoy de culto- que el director holandés Paul Verhoeven
armó en 1990 teniendo a Arnold Schwarzenegger y Sharon Stone como inolvidable
pareja protagonista. A mí Desafío Total siempre me ha parecido
un film de ciencia ficción entretenido que sobre un relato del maestro Philip
K. Dick tiene un ritmo ágil, una trama fascinante y unos gozosos efectos
especiales. Ahora el mediocre de Len Wiseman
se sitúa detrás de las cámaras para pergeñar esta lujosa y absolutamente
innecesaria nueva versión que nos descubre un monótono guión firmado por Kurt
Wimmer y escasas dosis de emoción.
Rekall Incorporated es una empresa
que puede convertir los sueños en recuerdos reales, logrando que la línea entre
realidad y memoria desaparezca. Douglas
Quaid (Colin Farrel), es un trabajador de Colonia, que junto a la Unión
Federal Británica es una de las dos superpotencias en que está dividido el
mundo. Quaid ve en la idea de hacer un viaje mental que le otorgue recuerdos de
una vida como superespía la solución ideal para huir de su aburrida existencia
y las violentas pesadillas que le asolan, a pesar de estar casado con la
bellísima Lori (Kate Beckinsale). El
proceso sale mal en su fase inicial y el científico a cargo, McClane (Jhon Cho) le acusa de ser un
espía encubierto, viéndose a partir de entonces perseguido por agentes de un
estado totalitario. Incapaz de recordar nada, en su huida se asocia con una
combatiente rebelde, Melina (Jessica
Biel), que afirma haber sido su amante, con el fin de encontrar al cabecilla de
la resistencia clandestina contra el gobierno, Kuato (Bill Nighy), e intentar desentrañar el misterio que se
esconde tras su memoria borrada y luchar para lograr un cambio político en el
planeta.
Nada queda en esta nueva versión de la
chispa y el ritmo trepidante de la película seminal de Verhoeven, como casi
todas las obtusas revisiones de clásicos que sufrimos, el inepto de Wiseman,
mal director de actores, lo fía todo al look visual, la estética y la
aparatosidad de un artefacto plano en su línea narrativa y hueco en el perfil
de los personajes. DESAFÍO TOTAL es
un experimento fallido que, lejos de una inventiva novedosa, se nos presenta
como una película de acción más del montón (persecuciones, ruido, cambios
frenéticos de planos), y lo que es peor, carente del eficaz sentido del humor
de que hacía gala la peli original. Sin ninguna escena memorable para la
historia, lo más sugerente de la función son las dos bellísimas y aguerridas
protagonistas, a quienes Wiseman reparte equitativamente escenas para el
lucimiento, en contraposición con un Colin Farrel muy soso e incapaz de dotar
de matices al personaje que descubre con sorpresa su verdadera identidad y la
mascarada vivida hasta ese momento.
El abultado
presupuesto se nota en el cuidado diseño de producción y el despliegue deslumbrante de efectos
especiales, pero el aficionado a la ciencia ficción sabe que este es, junto a
la comedia, el género más complicado (y, por cierto, el más masculino),
necesitado de argumentos solventes y una progresión dramática adecuada que,
como es el caso, no puede quedar reducido a la mínima expresión de una
persecución eléctrica o una huida sin fin. Me gusta especialmente la estética
postpunk, la iluminación sucia y los cambios cromáticos, elementos congruentes
para bañar una atmósfera pesadillesca y caótica como visión hiperrealista de
los pudrideros humanos en que pueden convertirse las ciudades
hiper-industrializadas en un futuro no muy lejano. Un recurso este que, como la
persistente lluvia, nos remite a clásicos como Blade Runner, aunque
algunos detalles y resonancias hacen que flote en el ambiente de volutas de Minority
Report. Como conclusión: a los
espectadores que se conforman con la cáscara (recreación de escenarios, efectos
especiales, diseño de vestuarios, gélidas atmósferas distópicas), pueden que se
sientan satisfechos con el espectáculo; a los que nos gusta degustar la nuez
nos sentimos defraudados porque la imponente formalidad de todos esos elementos
no vaya en consonancia con una sólida línea de diálogos, cierta coherencia
narrativa y mucha más pericia en la construcción de los personajes.
Coda: a pesar de las continuas masacres
apenas hay sangre, otro síntoma más de los estériles y asquerosos tiempos que
vivimos.
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