En fecha
reciente, la vindicativa progresía de nuestro país (la más hipócrita, cateta,
falsa y desnortada de cuantas carcomen las democracias occidentales), ponía el
grito en el cielo por la detención en Suiza del magnífico director
franco-polaco Roman Polanski,
prófugo de la justicia norteamericana sobre el que pesa una orden de
extradición al huir de Estados Unidos cuando estaba acusado de drogar y violar
en 1977 a la menor de 13 años Samantha
Geimer. La misma cínica progresía pide ahora el linchamiento público de Fernando Sánchez Dragó porque en su
reciente libro “Dios los cría…”
(Planeta, 2010), el escritor narra en forma de picante anécdota literaria que
mantuvo relaciones con unas menores en Japón. Exactamente el mismo caso de Frédèrick Miterrand, ministro de
cultura francés y firmante junto con estos progres del manifiesto por la
libertad de Polanski, que en su libro autobiográfico “La mala vida” contaba con
pelos y señales sus prácticas de turismo sexual con tiernos infantes en
Tailandia. Por supuesto, ni la progresía francesa ni española pidieron la cabeza del sobrino del
que fuera presidente de la república por esas confesiones: como Polanski, “es uno
de los nuestros”. Algo muy típico de la mafia.
American Beauty (1999), debut en el
cine del joven realizador británico Sam Mendes, que procedía del teatro, se
abre con el siguiente diálogo a cargo de la joven actriz Thora Birch: “Yo necesito un padre ejemplar, no un niñato
capullo que mancha los calzoncillos cuando traigo a casa a una amiga del
colegio”. El film, ganador de cinco Oscar, incluidos los de mejor película
y director, con una puesta en escena tan brillante como eficaz y un guión
sumamente desconcertante, mezcla la rutina de dos matrimonios fracasados con el
incontenible deseo de un hombre maduro (Kevin Spacey) por una preciosa
adolescente (Mena Suvari), y la historia de un joven introspectivo con un padre
reprimido y de actitudes fascistas que espía a la hija de Spacey (Thora Birch).
American
Beauty lanzó al estrellato a una Mena
Suvari que, a pesar de su irresistible cuerpo de ninfa, tenía ya 20 años
cuando se puso a las órdenes de Mendes.
Todos esos lerdos progresistas deberían
saber diferenciar entre el acto execrable y criminal de una violación y las
relaciones consentidas entre un hombre o una mujer madura con menores (teniendo
en cuenta que la edad de consentimiento sexual en España es de 13 años),
tomando como referencia que, desde Luis García Berlanga, ese gran erotómano
recientemente fallecido, hasta Vladimir Nabokov, todos hemos fantaseado con ese
deseo innato. Estoy hasta los huevos de tantos politicastros de mierda
convertidos en guardianes bienpensantes de la moralidad que aprovechan los
resquicios que deja abiertos esta sociedad anestesiada para aniquilar mi
libertad individual, y que quieren convertir mi amado país en un estado represivo
policial. ¡Qué asco me dais, joder!
Tremenda esta muchacha, no había visto el post con el concurso :S
ResponderEliminarMenos mal que me ha dado por retroceder para ver si me dejaba algo detrás sin mirar.
:P
MENA SUVARI ES UN ICONO QUE REIVINDICAR, SU PAPEL DE LOLITA EN ESTA INOLVIDABLE CINTA CONTIENE MOMENTOS IMPAGABLES, Y OBLIGA AL BUENO DE KEVIN SPACEY A UN ESFUERZO INTERPRETATIVO NOTABLE.
ResponderEliminarSEGUIREMOS EN CONTACTO.