A petición de mis amigos colombianos que visitan asiduamente
mi blog y que saben que tengo debilidad por las mujeres francesas y colombianas,
presento a mis lectores a la modelo y actriz de telenovelas CARLA GIRALDO (Medellín, Colombia, 30
de agosto de 1986), que debutó siendo una niña en pequeños papeles en los
seriales La otra mitad del sol (1995) y Paquita
Gallego (1997). No fue hasta 1999, con 14 años, cuando protagonizó la
telenovela La llaman Lolita, que la
convertiría en todo un fenómeno de masas en su país y toda Latinoamérica. Hija
adoptiva de un empresario textil y de una peluquera que a partir de su éxito en
televisión se convertiría en su manager y ángel de la guarda, Carla ha
protagonizado grandes seriales televisivos de éxito como Francisco el Matemático
(1999), Pobre diablo (2000), La Diva (2006) y Verano en Venecia (2009). Sin embargo, su vida personal siempre ha
estado marcada por la polémica: sus relaciones íntimas con otra mujer, la
estúpida decisión de reducirse los pechos (en las fotos la vemos antes de
operarse) y sus supuestos problemas con el alcohol. Rebelde, liberal y sin
pelos en la lengua, Carla comento: “Este
es un país muy moralista, no sé si yo quepo aquí”, “Uno no se enamora del sexo sino de la persona”. ¡Pobre Carla! Amor,
cuando notes que te falta el aire para respirar, en mi casa sí cabes.
Acabo de ver el magistral y sobrecogedor documental
Last days here (Dan Argott y
Demian Fenton, 2011), que nos presenta a Bobby Liebling, cantante y frontman de Pentagram, una de las bandas de rock de culto más
malditas de la historia, a quien vemos agonizando en el sótano de la casa de
sus padres atizándole al crack y la heroína, convertido en una especie de
esqueleto zombi desdentado y punteado por llagas e infecciones cutáneas. Pentagram, sin apenas éxito, fue una de las bandas
pioneras del doom metal y el documento que nos presentan el tándem Argott/Fenton resulta estremecedor en su dimensión social y humana. Ahí aparece el
amigo y manager Sean Pellet Pelletier intentando con todo su ánimo que Liebling abandone las drogas, se levante y comience a andar para relanzar su
carrera.
Sabes,
Carla, amo a todas esas viejas bandas surgidas en los 70, siento una enorme
empatía hacia aquellos ídolos caídos y cercados en el condenado triángulo del
sexo, las drogas y el rock and roll. Desvío la mirada de las sombras, el olvido
y la mugre y te encuentro a ti, dulzura carnal, catálogo de esplendorosa
belleza concentrada en 1´65 metros, a ti, eterno verso y cántico sonoro. Temo
acariciarte y que desaparezcas, como un sueño peregrino que traspasa fronteras
y anida en un lecho de rosas.
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