José
Luís García Muñoz, más conocido entre los espectadores de cine y televisión
como José Luís Garci, nació en
Madrid en 1944, por lo que si mis cuentas no me fallan tiene en la actualidad
sesenta y tres años. Su afición al cine le viene desde pequeño en los cines de
barrio y aunque comenzó trabajando en el sector bancario, su obsesión por el
cine le llevó a colaborar en diferentes medios escritos. Fue a finales de los
años sesenta cuando empezó una carrera como guionista que, la verdad, le dio
poca fama. Sin embargo, un hecho crucial, su colaboración con Antonio Mercero
en el mediometraje televisivo La Cabina, uno de los grandes hitos
de la historia de nuestra televisión, hizo que el productor José Luís Dibildos
le fichara como guionista de una corriente llamada “Tercera Vía”, allá por la
convulsa década de mediados de los setenta.
Fue en 1977, en plena transición, cuando
Garci debutó con su primer largometraje, su título Asignatura pendiente,
película en la que quedaban ya recogidas las constantes que iban a definir su
cine posterior, el retrato de una generación que creció con el franquismo y que
veía abrirse una etapa de democracia y libertad. Aquella obra protagonizada por
Fiorella Faltoyano y José Sacristán resultó ser un gran éxito, y Garci repitió
fórmula en Solos en la madrugada, de 1978, y El Crack, de 1981, una
potente cinta policíaca en la que Alfredo Landa hace, en opinión de este
cronista, la mejor interpretación de su carrera, junto a su recreación de Paco
“el cojo” en Los Santos inocentes.
Landa encarnaría de nuevo al detective Germán Areta en la segunda parte de El
Crack, en 1983, pero esta resultaría ser una película mucho más floja
en todos los sentidos que la original. Entre una y otra producción, es decir,
en 1982, José Luís Garci logra para nuestro cine lo que nadie había conseguido
hasta entonces, alzarse con el primer Oscar para una producción totalmente
española, pues su película Volver a empezar protagonizada por
Antonio Ferrandis, Encarna Paso y el gran José Bodalo, consiguió el Oscar a La
Mejor Película de Habla no Inglesa con una lacrimógena historia que nos
presenta a un hombre mayor que tras cuarenta años de exilio vuelve a su tierra
natal y se reencuentra con el amor de su juventud.
Este éxito y la presión tras haber
conseguido la preciada estatuilla dorada, hizo que sus siguientes realizaciones
obtuvieran un resultado mediocre, lo que empujó a Garci a refugiarse en la
televisión, donde puso en marcha aquella serie de corte fantástico titulada Historias
del otro lado. No fue hasta 1993 que volvió a ponerse de nuevo detrás
de las cámaras para rodar Canción de cuna, quinta versión
cinematográfica de la obra teatral de Gregorio Martínez Sierra, y tras otro
paréntesis de tres años, rueda en 1996 el drama de Josep María Segarra La
herida luminosa, pieza de la que ya se había hecho una película en 1956
y que aún hoy en día se cuenta entre sus mejores trabajos. Con la adaptación de
la obra de Benito Pérez Galdós El Abuelo, en 1998, consiguió un
notable éxito, sobre todo por la gran interpretación del recientemente
fallecido Fernando Fernán Gómez. Más tarde y aprovechando un descanso en su ya
largo periplo al frente del espacio de televisión ¡Qué grande es el cine!,
realiza la más personal y ambiciosa You´re the one (Una historia de entonces),
una película del año 2000 con la que consiguió cinco premios Goya. Y llegamos
al año 2002, fecha en la que sin abandonar el tono melodramático ni sus
queridos paisajes asturianos, rueda la película que nos ocupa, Historia
de un beso, otra vez con Alfredo Landa en el papel principal.
HISTORIA DE UN BESO (2002)
DIRECTOR: JOSÉ LUÍS GARCI
INTÉRPRETES: ALFREDO LANDA, CARLOS HIPÓLITO, ANA FERNÁNDEZ,
BEATRIZ RICO.
GUIÓN: JOSÉ LUÍS GARCI Y HORACIO VALCARCEL.
FOTOGRAFÍA: RAÚL PÉREZ CUBERO.
MÚSICA: PABLO CEVANTES.
Sinopsis:
Asturias. Invierno de finales de los años cuarenta. En el pequeño pueblo de
Cerralbos de la Sierra acaba de morir su vecino más ilustre, el gran escritor Blas Otamendi (Alfredo Landa). Su sobrino Julio (Carlos Hipólito), hoy profesor en Francia, acude al
entierro. El encuentro con los amigos de su tío, la antigua criada y la casona
familiar de “Llendelabarca”, en la que de niño convivió con el escritor,
despiertan en Julio sus recuerdos de infancia y su aprendizaje al lado de su
admirado tío. Es el tiempo oculto que se hace presente, y en insólita
evocación, sobrino y tío vuelven a vivir los respectivos amores de aquel mágico
y ya lejano verano de mediados de los años veinte.
Comentario
y crítica: como todo el cine de José Luís Garci esta es una historia
nostálgica, de una melancolía autoconsciente y corrosiva. De amores que surgen
a la vez: el de un niño de 12 años para el que se abre el futuro y le queda
todo un mundo por descubrir; y el último amor de un escritor envejecido en el
otoño de sus sentimientos que redescubre todo un mundo por vivir. Pero, todos
sabemos que nada en la vida es eterno, el amor nace y muere cuando menos te lo
esperas. Historia de un beso es la historia de un sentimiento común en
nuestros tiempos: tres historias de amor, una muerte y una despedida que tienen
como protagonistas a los mismos personajes y ese primer beso a esa persona
especial. Lo dijo en su momento José Luís Garci, “en realidad no es la historia de un beso, sino de tres: el infantil, el
juvenil y el tardío, el itinerario de tres épocas que viene a confirmar que el
amor es único, no importa la edad, ya sea a los once años o a los setenta. Es
el mismo temblor y la misma sensación de rejuvenecimiento, una sensación
similar a la del éxito. La película transcurre en dos épocas, mediados de los
años veinte y los años cuarenta de la posguerra. Cada una de esas épocas está
retratada de una forma diferente: luz fuerte y colorista para los años veinte,
y una luz fría para unos años cuarenta más tristes y agobiantes”.
La película sirve también para rendir
homenaje a la Generación del 98 y al escritor Pío Baroja en particular, del
cual Alfredo Landa es un trasunto perfecto. Y la verdad es que el director
acertó al marcar con colores tristes y sensación de grisura y marchitez la
época de la dictadura, en contraste total con los años veinte que Julio, su
sobrino, recuerda como una etapa colorista y alegre hasta en los momentos de
lluvia. El propio director también declaró que le bastaba con que quien fuera a
ver su película saliera con el deseo de ser mejor persona, por eso busca la
emoción en el espectador, mostrando a unos personajes cargados de sentimientos,
en lucha consigo mismo y con su pasado. La película nos devuelve al mismo
paisaje nevado de Asturias y a todos los lugares comunes del universo Garci: el
patio de la escuela y los juegos infantiles, la iglesia y el párroco, las
tertulias del café, el mar y los paseos por la playa… Elementos que conforman
un imaginario rebosante de melancolía honda e incluso lacerante, por donde
revolotean multitud de referencias literarias y cinematográficas del gusto del
propio realizador.
A Historia de un beso se le acusa de
tener un ritmo lento o pausado, sin embargo, su puesta en escena es correcta,
la fotografía espléndida y los diálogos están plenamente depurados para dar un
mayor realce a la figura del escritor, fiel reflejo de Baroja. Lo más novedoso
en cuanto a lo ya visto antes en sus anteriores películas, es el modo el que el
cineasta va engarzando las tres historias de amor, con sus tres besos en otros
tantos tiempos cronológicos, sin hacer referencia explícita al momento en que
se desarrollan, acción que se apoya en dos tonos cromáticos distintos
correspondientes a otras dos estaciones. Así, el espectador nunca se pierde y
es transportado del recuerdo a la realidad y viceversa. Ni que decir tiene que
todo el reparto raya a gran altura, sobresaliendo Alfredo Landa en un papel que
le viene como anillo al dedo.
Referencias:
-
Historia de
un beso fue la quinta
colaboración de Alfredo Landa con Garci, después vendrían otras tantas.
-
La película
formaba parte de la llamada “Trilogía del Amor”, junto con You´re the one y que se tenía pensado completar con otra película
titulada “Llendelabarca”, pero el
proyecto nunca cuajó.
-
Esta película
consiguió siete candidaturas a los Goya 2002: Mejor Fotografía, Actor de
Reparto (Carlos Hipólito), Mejor Actriz (Ana Fernández), Mejor Actriz de
Reparto (Tina Sainz), Dirección Artística, Maquillaje y Vestuario.
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