domingo, 26 de mayo de 2013

CRÍTICA DE "FAST & FURIOUS 6"

Espectáculo de lujo para horteras poligoneros
FAST & FURIOUS 6 ê
DIRECTOR: JUSTIN LIN.
INTÉRPRETES: VIN DIESEL, PAUL WALKER, DWAYNE JOHNSON, GINA CARANO, MICHELLE RODRÍGUEZ, LUKE EVANS.
GÉNERO: ACCIÓN / EE. UU. / 2013  DURACIÓN: 130 MINUTOS.   


     Mentiría a mis lectores si afirmo que soy fan de la saga Fast & Furious, ninguna de sus entregas me ha dejado ningún poso y las tomo siempre como un pasatiempo olvidable que nunca ocupará el mínimo espacio en los laberínticos meandros de mi saturada memoria. A mí me gustaban las persecuciones automovilísticas en películas magníficas como Bullit, The french conection, Un trabajo en Italia (la de 1969), Mad Max, El diablo sobre ruedas… porque también me interesaban sus historias, estaban protagonizadas por buenos actores y la velocidad era uno de los variados ingredientes que uno podía degustar. También he podido disfrutar de algunas de persecución de coches espléndidas en algunas entregas de los indestructibles James Bond y Jason Bourne.


      FAST & FURIOUS 6 nos cuenta cómo desde que Dom (Vin Diesel, acertado nombre que huele a combustible) y Brian (Paul Walker) robaron 100 millones de dólares a un capo en la entrega número 5 de la saga, los muchachos se dispersaron por el mundo gozando de una envidiable situación económica. Claro que sus antecedentes criminales les impiden pisar territorio norteamericano: un paso y darán con sus huesos, perdón, con sus músculos en la cárcel. Mientras el agente de la DDS Hobbs (Dwayne Johnson) lleva tiempo tras la pista de un grupo de mercenarios y expertos conductores liderados por Owen Shaw (Luke Evans) que al parecer tiene como mano derecha a Letty Ortíz (Michelle Rodríguez), la antigua novia de Dom y a quien daban por muerta en una de las acciones del grupo en el cuarto capítulo de la saga. Ante las dificultades de detener a la banda de mercenarios, Hobbs le pide ayuda a Dom a cambio del perdón para todos ellos. Pero lo que en realidad quiere Dom es saber qué se esconde tras la sorprendente resurrección de Letty.



      Lo repito, tengo asumido que ninguna entrega de Fast & Furious, así llegue la saga hasta el infinito, va a cambiar mi vida. De modo que esta última entrega, al igual que todas las anteriores, asienta sus pilares en un terreno tan trillado como baldío a la hora de extraer de él algo precioso. Lo reiterativo y simple de la propuesta: tipos con pocas neuronas, exceso de testosterona, atiborrados de anabolizantes e incapaces de proferir una frase mínimamente remarcable, pibones exuberantes y bien apretaditas con más curvas que la pista de un Scalextric y coches deportivos zumbando a toda hostia, no son, precisamente, premisas como para dar palmas con las orejas.


       FAST & FURIOUS 6 asaltará la taquilla porque la saga cuenta con un público fiel muy aficionado a estas insustanciales virguerías, y en mi opinión no deberían perderse esta última porque es de las mejores condensando las toneladas de estupideces que han hecho tan popular la franquicia, ya que puestos a subliminar el absurdo, supera cualquier expectativa. Con un rodaje que tuvo una parada en Tenerife, es aún más disparatada, frenética y autoparódica que cualquier entrega anterior: un parque de atracciones para disfrute de horteras poligoneros con los coches tuneados con colores chillones.


     
       Pero como lo hortera está de moda (ahí tenemos el ejemplo de el triunfo en la música de engañifas como el pastelazo de Pablo Alborán o los insufribles One Direction) nada mejor que apuntarse a una corriente que dejará secuelas en unas generaciones ya de por sí taradas por un sistema educativo lamentable. Justin Lin engendra un artefacto estrambótico partiendo de un guión demencial al servicio de la mitología cani de los personajes y las set pieces de acción sin límites, en donde a las carreras y persecuciones típicas pone la guinda un tanque que genera un caos brutal en una autopista del archipiélago canario. Tampoco encuentro ninguna química en las relaciones interpersonales de los personajes, en todo caso una cierta tensión homoerótica entre el musculitos calvorota Vin Diesel y el purito anglosajón Paul Walker, algo que se puede hacer extensible a sus respectivas relaciones con sus potentes coches, y eso sí que es una auténtica parafilia.



       FAST & FURIOUS 6, sin excesiva violencia, diálogos vacuos, humor rústico y al ritmo de hip hop, ofrece sus minutos de gloria a cada uno de los miembros importantes del reparto (en ese cupo no entra, claro está, la insulsa Elsa Pataky, utilizada como un hermoso florero) dotando al invento de una impostada familiaridad. Y me lo paso bien con el bestial enfrentamiento entre esas dos machotas malencaradas que responden por los nombres de Gina Carano y Michelle Rodríguez, pero el descojone total llega durante el clímax final, con la superposición de peleas y ese avión que despega desafiando todas las leyes de la física. Lo dicho, lo hortera elevado a categoría de arte. Pero eso ya es viejo ¿no? Ay, Dios, tantas curvas y yo sin freno.

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