martes, 7 de octubre de 2025

“HER” (Spike Jonze, 2013), EL PAISAJE URBANO Y LA SOLEDAD EN LA ERA DIGITAL


   Spike Jonze construye en Her (2013), su mejor película, una de las representaciones más sutiles y conmovedoras de la soledad contemporánea. Más allá de la premisa sobre la relación entre un hombre y un sistema operativo en un futuro cercano, la película se eleva como una meditación visual sobre la desconexión emocional en un mundo hiperconectado. Su afligido protagonista Theodore Twombly (Joaquin Phoenix), está a punto de divorciarse de Catherine (Rooney Mara) y trabaja en una empresa como escritor de cartas para terceras personas. Vive en una metrópolis futurista que, pese a su belleza limpia y luminosa, está diseñada para el aislamiento. El uso del espacio urbano se convierte así en un reflejo de su estado interior: una soledad amplificada por la escala de la ciudad y la falta de un contacto humano genuino.

La ciudad como espacio emocional

  La ciudad de Her -filmada principalmente en Los Ángeles y algunas escenas en Shanghái- se presenta como un entorno de arquitectura elegante, ordenada y aséptica. Los edificios de cristal, los trenes silenciosos y los apartamentos minimalistas crean una sensación de calma que roza lo inhumano. Jonze evita los tonos fríos de la típica distopía futurista y se inclina por una paleta de colores cálidos y melancólicos (rosa, naranja, rojo apagado), como si el mundo entero viviera bajo el manto de un atardecer permanente. Esa estética, sin embargo, no elimina la sensación de vacío, al contrario, la acentúa: la armonía visual se vuelve paradójica, una superficie bella que encubre una falta de conexión real.

  En muchas escenas, Theodore camina por amplios pasillos y estancias o sube a ascensores rodeado de desconocidos, todos ellos absortos en algún dispositivo. Aunque la ciudad está atestada de gente, la sensación que predomina es de aislamiento. Jonze utiliza planos abiertos y encuadres que dejan al protagonista pequeño dentro de la composición, enfatizando su insignificancia frente al entorno. La urbe no es opresiva en un sentido físico, sino emocional: es demasiado grande, demasiado silenciosa, demasiado perfecta para permitir el caos del contacto humano.  

La intimidad como ilusión tecnológica

    El hogar de Theodore -con grandes ventanales desde los que se ve una ciudad infinita- es una extensión de esa soledad. La vista panorámica, en lugar de ofrecer libertad, lo encierra en una burbuja introspectiva. Es en ese espacio, emocionalmente estéril, donde conoce a Samantha (voz de Scarlett Johansson), la inteligencia artificial con la que desarrolla una relación amorosa. Jonze usa la arquitectura interior para crear la paradoja de la conexión digital: la voz de Samantha llena el apartamento, pero el espacio sigue vacío. La intimidad es sólo auditiva, no física, se experimenta en la mente, no en el cuerpo.

  La tecnología en Her no se presenta como algo peligroso o abominable, por el contrario, se muestra como el paliativo imperfecto, una extensión de la sensibilidad humana. Samantha permite a Theodore comunicarse, amar, incluso transformarse, pero también subraya el abismo que existe entre el deseo de conexión y la imposibilidad de alcanzarla plenamente. La ciudad, en ese sentido, es el escenario perfecto: una red de vínculos invisibles donde la comunicación constante reemplaza el contacto tangible. Por otro lado, la estética general y el vestuario de los personajes resulta tan familiar como desfasada. Todo resulta reconocible, pero advertimos que está artificialmente ordenado.

El espacio como reflejo del alma

    Hacia el final de la película, cuando llega el desengaño y Samantha desaparece, Jonze transforma el espacio urbano en un lugar de redescubrimiento. Theodore sube al techo de su edificio junto a su amiga Amy (Amy Adams) y, por primera vez, la ciudad deja de ser un laberinto de soledad para convertirse en un espacio compartido. El plano final con los dos personajes observando el amanecer sobre los rascacielos, sugiere que la conexión humana, o al menos la soledad compartida, aunque tenue, todavía es posible dentro de esa inmensa urbe.

   Her es, por tanto, una película sobre la soledad, pero también sobre la búsqueda de sentido en un mundo invadido por pantallas. Jonze convierte la arquitectura y el diseño urbano en un lenguaje emocional, donde cada espacio refleja el vacío existencial de sus habitantes. La gran ciudad no oprime ni destruye: sólo observa indiferente mientras sus habitantes aprenden -o no- a encontrarse en medio del ruido silencioso de la era digital, porque la conexión más auténtica, la que debe existir entre seres humanos, sigue siendo, paradójicamente, la más difícil de alcanzar.


2 comentarios:

  1. Muestra del gran talento de su director, el cual, por la razón que fuere, no ha vuelto a dirigir un largometraje de ficción.

    Pero te recomiendo un mediometraje, también sobre inteligencia artificial, "I'm Here", de 2010, sencillamente espléndido.

    Un abrazo.

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  2. Jonze sigue dirigiendo cortos, mediometrajes y lo que más le ha divertido siempre, videoclips musicales. Hay que agradecerle que nos haya regalado tres películas fantásticas y ese mediometraje que citas que, por supuesto, vi hace tiempo y que un día tendré que revisionar. Todavía conservo el VHS de Cómo ser John Malkovich.

    Una abraçada.

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