miércoles, 10 de septiembre de 2025

CRÍTICA: "WEAPONS" (Zach Cregger, 2025)


Un torpe e infantil artefacto

“WEAPONS”  êê

DIRECTOR: Zach Cregger.

INTÉRPRETES: Julia Garner, Josh Brolin, Alden Ehrenreich, Austin Abrams, Cary Christopher, Benedict Wong, Amy Madigan.

GÉNERO: Terror / DURACIÓN: 128 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2024

   Tras el inesperado éxito de Barbarian (2022), Zach Cregger se lanza a un proyecto más ambicioso, con mayor presupuesto y un reparto de campanillas. El resultado, sin embargo, está lejos de las expectativas generadas: Weapons es una película inflada de pretensiones que no justifica su aire de gran acontecimiento. La trama va de la misteriosa desaparición nocturna de todos los alumnos, salvo uno, de una misma clase, sin que nadie sepa qué ha sido de ellos ni se tenga ninguna pista del culpable de la desaparición.

    La función se presenta como un mosaico narrativo dividido en capítulos que aluden a los nombres de los personajes, con saltos en los puntos de vista y varios personajes que orbitan en torno a un suceso enigmático muy doloroso por tratarse de niños. Este artificio formal, más preocupado por impresionar que por narrar, se revela pronto como lo que es, un juego de espejos que el espectador avispado descifra muy pronto… y una vez resuelto el enigma, lo que queda es un esqueleto de lugares comunes.

    Cregger insiste en el terror suburbial, un territorio que va estando ya muy trillado, sin frescura ni prisma novedoso. El supuesto misterio que late bajo el vecindario es poco más que un refrito de ideas ya vistas en películas que mezclan la paranoia doméstica con la crítica social. Y cuando el relato intenta elevar el discurso con pinceladas satíricas y chispazos de humor negro, apenas alcanza el nivel de la farsa involuntaria.

  El único hilo dramático con verdadero pulso es el del niño Alex, que paradójicamente es el más humano de toda la película y el que podía haber sostenido una narración más austera. Sin embargo, al quedar diluido en la arquitectura fragmentada del conjunto, Cregger lo solventa con un par de brochazos, como si fueran meros recursos de guión, lo que podría haber sido una reflexión sobre el bullying y los miedos infantiles.

      Eso sí, Weapons presume de estilo, con composiciones elegantes y una ambientación densa y amenazante, pero la forma nunca puede tapar la vacuidad del fondo. La película es como una casa de diseño en un barrio fantasma: una impecable fachada que apenas esconde vida en su interior. Weapons confirma que el salto de un éxito sorpresa a una obra mayor no siempre se traduce en un crecimiento artístico. Cregger demuestra virtuosismo técnico, pero aquí se pierde en la ilusión de la complejidad. Lo que nos vende como un rompecabezas fascinante sólo es un mecanismo ruidoso y previsible rebosante de marketing, una estafa liviana barnizada de prestigio. Toda una decepción.

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