LADRÓN DE BICICLETAS
(LADRI
DI BICICLETE)
Drama
- Italia, 1948 - 81 Minutos - Blanco y Negro.
DIRECTOR: VITTORIO DE SICA.
INTÉRPRETES: LAMBERTO MAGIORANI, ENZO STAIOLA, LIONELLA CORELLI, FAUSTO
GUERZONI.
Vittorio De Sica (Sora, 1901- París, 1974) esta considerado unánimemente
como uno de los más grandes realizadores cinematográficos de todos los tiempos,
siendo además uno de los pioneros del Movimiento Neorrealista italiano. Tras
estudiar derecho empieza a interesarse por el mundo de las artes escénicas,
triunfando como actor en numerosísimas comedias románticas. Es en el año 1939
cuando debuta como actor en Rosas escarlatas, una película
codirigida por Giuseppe Amato. En plena Segunda Guerra Mundial, De Sica conoce
al escritor izquierdista Cesare Zavattini, lo que supone el comienzo de una
gran amistad y de una fructífera colaboración que les convierte en dos grandes
defensores del Neorrealismo, un movimiento con una clara influencia en todo el
cine europeo y que el tándem De Sica- Zavattini pone en práctica en la
trilogía: Los niños nos miran (1943), La puerta del
cielo (1944) y El Limpiabotas (1946), pero que su
gran película es LADRÓN DE BICICLETAS, con un guión en el que
colabora entre otros Suso Cechi Dámico. Otras grandes películas de este genial
director son: Milagro en Milán (1951), Umberto D
(1952), Estación Termini (1953), Dos Mujeres
(1960), Matrimonio a la italiana (1969), Los Amantes
(1969), Los Girasoles (1970).
Sinopsis: en la Roma de la posguerra, el
obrero en paro Antonio Ricci (Lamberto Magiorani) consigue a
través del ayuntamiento un trabajo como pegador de carteles, pero para poder
realizarlo necesita la bicicleta que ahora tiene empeñada. El empleo es vital
para sacar a su familia -mujer y dos hijos- de la miseria, por lo que no le
queda más remedio que empeñar lo poco que tiene para desempeñarla, y una vez
que la ha recuperado comienza a trabajar. Un día, mientras se encuentra
trabajando, alguien igual de pobre que él se la roba aprovechando un descuido.
Antonio, acompañado de su pequeño hijo Bruno (Enzo Staiola) inicia
entonces una dramática odisea por los barrios de la ciudad para intentar
recuperarla, pues la bicicleta se impone como el único elemento capaz de
librarles de la pobreza.
Obra cumbre del Neorrealismo y la
cinematografía mundial rodada con actores no profesionales. Con LADRÓN DE
BICICLETAS De Sica logra un impresionante fresco sobre la prolongación del
sufrimiento, a la vez que un demoledor documento panorámico de la Roma mísera y
herrumbrosa de la posguerra. Paisaje en donde la huellas de la reciente
guerra son claramente identificables, una ciudad que padece las consecuencias
de la crisis económica y el desempleo, y en donde una legión de seres
harapientos buscan cobijo en los centros de caridad y las parroquias, lugares
que, por otra parte, se han convertido
en sedes ocasionales de obreros, cómicos y sindicalistas. Antonio Ricci,
desesperado, intenta incansablemente recuperar su bicicleta, sabe que de ella
depende su futuro inmediato, su pan, y lo más importante, el de su mujer y sus
hijos, empero, su búsqueda se presume vana cuando arrastrando la sombra de la
desdicha por las entrañas de la ciudad, comprueba lo poco que le interesa a
nadie su problema, evidenciándose, entre la indiferencia de todos, su
abatimiento y soledad. De Sica declara:
“el Neorrealismo es la poesía de la vida misma”, tal vez por eso rechazó
un contrato de producción que le habría impuesto dirigir a Cary Grant y le
otorga el papel protagonista a un verdadero obrero.
Hay quien ha definido el Neorrealismo
como una mera formalidad documental, casi siempre brutal e instantánea,
acusando a sus teóricos y directores de utilizar la cámara como elemento
estático que atrapa sin concesiones la realidad circundante. Me niego a aceptar estos enjuiciamientos
porque -como queda demostrado en esta obra magistral- su capacidad de análisis,
la fuerza y emoción de su expresividad
narrativa queda -con la excusa del rodo de la bicicleta- claramente confirmada
y definida, al captar de forma brillante cómo se va dilatando la angustia del
padre al mismo tiempo que su humillación
se ve reflejada en los ojos de su hijo. El estilo poético de planos depurados y
travellings de evolución dramática, nos revela por qué esta corriente
influyó de manera viva en todo el cine posterior. LADRÓN DE BICICLETAS
se impone (al igual que las monumentales obras de su compatriota Roberto
Rosellini: Roma, ciudad abierta, Páisa, Alemania, año cero)
por su arrebatador encanto de naturaleza lírica y atemporal, como una respuesta
de su creador ante la tragedia última, ocasionada por un régimen que les había
llevado a la ruina, y en palabras del cineasta “les había obligado a
vivir de manera hipócrita y falsa”. El relato, convertido en la historia de
un hombre en permanente lucha por la supervivencia, concluye elevando hasta la
congoja y las lágrimas el tono emocional, cuando un hastiado Antonio Ricci es
pillado in fraganti robando una bicicleta, su inabarcable dolor, el llanto de
su hijo, enmarcan un retrato sentido sobre la amargura humana y sus continuos
desengaños. Obra maestra absoluta.
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