De pequeño aprendí que no se debe morder la mano que te da de comer. Es uno de esos sabios y sencillos adagios populares que hasta el ser más inconsciente o ignorante debería tener en cuenta. Esencialmente son tres los argumentos que se esgrimen para explicar el anunciado suicidio del cine español: el exceso y la baja calidad de las producciones, las descargas ilegales y la manida crisis económica, que lo mismo vale para un roto que para un descosido. No dudo de que algunos de estos factores tengan algo que ver con la inmolación, sin embargo, de manera sibilina e interesada se trata de ocultar la que para el abajo firmante es una de las causas principales de esa dramática diáspora: la desafección de un importante sector de la sociedad que se niega a pagar por ver unas películas financiadas en menor o mayor medida por el erario público (si les pagamos las subvenciones ¿para qué les vamos a pagar otra vez en taquilla?, se preguntan) y cuyos responsables (cómicos, faranduleros y demás hierbas) han insultado sistemáticamente a la mitad de España por el simple hecho de ser votantes de una opción política legítima y democrática distinta a la de ellos. Valgan estos ejemplos: Pedro Almodóvar: “El PP está preparando un golpe de estado”. José Luis Cuerda: “Que no vuelva esa turba mentirosa y humillante que piensa, desde su imbecilidad, que todos somos más imbéciles que ellos”. Federico Luppi: “Hay que ponerle un cordón sanitario a esa derecha cerril y gótica”. Sin olvidar a Almudena Grandes o Maruja Torres, la cual se despachó con la siguiente lindeza: “Los votantes del PP son unos hijos de puta”. Brutal, ¿Verdad? Pero ya saben que todos estos infames comentarios sólo se pueden explicar desde la insultante superioridad moral de la izquierda y su impoluto pedigrí demócrata.
El cine español ha recibido en 2010 la cantidad de 93 millones de euros en subvenciones y ha recaudado tan sólo 70 millones en taquilla. La pérdida de casi 7 millones de espectadores poco tiene que ver con la crisis económica porque mientras en 2009 se recaudó 556´6 millones de euros, en 2010 subió hasta 575´1 millones, por lo que la responsabilidad de que nuestras salas hayan dejado de ganar 20 millones recae exclusivamente en el escaso éxito del cine español. Como el primer socio-económico de nuestro cine es el Ministerio de Cultura, tan nefasta cuenta de resultados sólo se puede admitir con la dimisión automática de la exigua ministra González Sinde. Con sus leyes censoras, la peor ministra de cultura de la historia, está ahora empeñada en luchar contra la piratería porque en su inopia cree que las descargas ilegales tienen una incidencia cardinal en esos resultados negativos, cuando todos sabemos que las películas españolas tardan siglos en aparecer colgadas y representan un porcentaje ínfimo de las descargas.
Personalmente, mientras que la película sea buena no me importa el género ni la temática, y me es fácil demostrar que en un plano comercial la calidad de la película no suele tener una trascendencia relevante sobre su rentabilidad en las salas, ahí tenemos el caso de la infumable saga Torrente o el ejemplo de ese truño titulado 3 metros sobre el cielo, convertido en el film más taquillero del año con 10 millones recaudados. Aun así, sigue existiendo un número elevado de producciones con más caspa que la bufanda de Massiel, y el espectador español está harto de comedias bufas cargadas de tacos gruesos y sexo sin control, de historias guerracivilistas narradas siempre desde la misma óptica maniquea y sectaria, de dramas que nos presentan a una mujer alcohólica medio desnuda en la cocina de su casa mientras su hijo drogadicto le hace una felación a un travesti en el portal. El cine no es una ONG, es arte, pero también una industria necesitada de buenos gestores y artistas que sepan aunar con acierto la calidad de una obra con su buen rendimiento económico. Si los responsables del pesebre siguen con su taimada ideologización esto no será nunca posible.
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