Este cronista no tiene ninguna duda de que REVENGE (1990) se encuentra entre las mejores películas de Tony Scott junto con Amor a quemarropa (1993) y su obra maestra El fuego de la venganza (2004). No me voy a parar demasiado a destripar una trama conocida por todos: Michael Cochran (Kevin Costner), antiguo piloto veterano de la guerra de Vietnam, viaja a México para encontrarse con su viejo amigo “Tiburón” Méndez (Anthony Quinn), al que salvó la vida en el pasado y que ahora es un potentado mafioso que vive en una palacete rodeado de pistoleros y acompañado de su joven y bellísima esposa, Miryea (Madeleine Stowe). Cochran enseguida se siente atraído por ella e inician un apasionado idilio. Pero Méndez descubre lo que está pasando, a partir de entonces empieza su brutal venganza.
Revenge supone una experiencia peculiar dentro del
cine de la época, a Scott no le importa tanto el efectismo de las escenas de
acción pura como el conflicto que las genera, las pulsiones humanas que
desencadenan la tragedia en un relato épico sobre la venganza que aúna de forma
excepcional acción, drama y romanticismo.
Nunca Madeleine Stowe, una de las grandes musas de los aficionados en las décadas de los 80 y 90, estuvo tan hermosa como aquí. La siempre desaprovechada actriz angelina, famosa por su frágil y sensual belleza de mirada melancólica, nos regala una secuencia espléndida junto a Kevin Costner cuando ambos llevan a cabo una escapada en un Jeep que termina con la pareja dándose un tórrido baño en el río.
Ese momento abrasador en que tras un variado surtido de caricias íntimas vemos las nalgas tersas y jugosas de Madeleine cercar el inflado paquete del bueno de Kevin, preparado para la interacción carnal. Una electrizante y calórica escena que fue plagiada en otros films como La cosecha (David Marconi, 1993).
Ese momento abrasador en que tras un variado surtido de caricias íntimas vemos las nalgas tersas y jugosas de Madeleine cercar el inflado paquete del bueno de Kevin, preparado para la interacción carnal. Una electrizante y calórica escena que fue plagiada en otros films como La cosecha (David Marconi, 1993).
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