jueves, 29 de diciembre de 2022

CRÍTICA: "ALMAS EN PENA DE INISHERIN" (Martin McDonagh, 2022)

 

El peso de la amistad

“ALMAS EN PENA DE INISHERIN” êêêê

DIRECTOR: Martin McDonagh.

INTÉRPRETES: Colin Farrell, Brendan Gleeson, Kerry Condon, Barry Keogham, Pat Short, David Pearse, Gary Lydon, Jon Kenny.

GÉNERO: Comedia dramática / DURACIÓN: 114 minutos / PAÍS: Reino Unido / AÑO: 2022

    El dramaturgo, guionista y director angloirlandés Martin McDonagh no cuenta en su corta filmografía con ninguna película despreciable, incluso su cortometraje Six Sooter (2004) es una pequeña joya que obtuvo el Oscar al Mejor Cortometraje en el año 2005. Fue tres años más tarde cuando debutó en el campo del largometraje con Escondidos en Brujas (2008), una muy aceptable comedia sobre dos asesinos a sueldo que se refugian la ciudad belga. De sus cuatro películas dirigidas hasta la fecha, Siete psicópatas (2012), que cuenta con un fantástico reparto y que versa sobre el rapto de un perro perteneciente a un mafioso, es la que menos me convence. Y poco tengo que añadir a lo que ya escribí en su momento sobre la multipremiada Tres anuncios en las afueras (2017), con la que Frances McDormand ganó su segundo Oscar (cuenta con un tercero ganado por su actuación en Nomadland) dando vida a una mujer cincuentona que, ante la desidia de la policía en su labor de encontrar al salvaje que violó y asesinó a su hija, decide contratar unas vallas publicitarias denunciando la situación y señalando al jefe de policía.

     Almas en pena de Inisherin nos sitúa en el año 1923 en una aldea de una isla remota frente a la costa oeste de Irlanda. Allí, dos amigos de toda la vida, Pádraic (Colin Farrell) y Colm (Brendan Gleeson) se encuentran en un callejón sin salida cuando Colm pone fin a su amistad de un modo abrupto. Pádraic se queda atónito y confuso, y ayudado por su hermana Siobhán (Kerry Condon) y Dominic (Barry Keogham), un joven con problemas, se esfuerza en reconstruir su relación, negándose a aceptar las negativas de su amigo de siempre. Cuando Colm le plantea a Pádraic un ultimátum desesperado, los acontecimientos se precipitan provocando consecuencias dramáticas.

    El título está muy bien traído porque en verdad todos los personajes principales son verdaderas almas en pena debido al aislamiento, la necesidad de afecto, el aburrimiento, la soledad, la estupidez y, por supuesto, el alcohol, tratándose de una comunidad sin más alicientes para la diversión que un pub. En un tono de comedia negrísima, McDonagh parte de una absurda premisa que, si nos paramos a reflexionar no lo es tanto: Colm y Pádraic son amigos desde siempre, pero llega un momento en que Colm, que toca el violín y debe estar cerca de los 70 años, siente que está desperdiciando su vida, y que los años que le quedan los quiere dedicar a componer melodías. Para ello, decide que tiene que alejarse de Pádraic, que es un buen tipo, amable pero bobo, pues junto a él no aprende nada, es aburrido, no le deja concentrarse en lo que realmente le interesa que es componer una melodía, e incluso un día se tiró dos horas hablándole de lo que encontró en la mierda de su burrita poni. Así, llega a la conclusión de que lo mejor es cortar la amistad y pedirle a su amigo que deje de hablarle. Sin embargo, Pádraic no está dispuesto a ello, y a Colm no le queda más remedio que hacerle una dramática advertencia: cada vez que le dirija la palabra se automutilará un dedo de la mano con la que toca el violín.

      Contando con el concurso de sus dos actores fetiche, Farrell y Gleeson, el director angloirlandés nos enfrenta a la disyuntiva de dos personajes tozudos que persiguen objetivos distintos, pues uno quiere romper una amistad de borracheras y charlas banales que dura toda una vida, y el otro no está dispuesto a dejar de ser su amigo y cuyas explicaciones no le convencen. Ni uno ni otro cejarán en su empeño, aunque con sus respectivas actitudes peligre incluso sus vidas. Todo, incluso los momentos más lacerantes, tienen un toque de humor que de otra manera no serían asumibles, y el espectador comienza a reflexionar sobre los pasos que han definido su vida y sus relaciones con los demás. Si en verdad es más importante ser una persona condescendiente y amable o pasar a la posteridad por haber creado una sinfonía que puede pasar a la posteridad.

    Por supuesto, los enfrentamientos entre Colm y Pádraic irán in crescendo a medida que avanza la función, enmarcada en el fragor de una guerra civil entre partidarios y contrarios a la independencia de Gran Bretaña. De la pequeña aldea se marchará la hermana de Pádraic, dejándolo aún más solo y huyendo de la atmósfera viciada, decadente, aburrida, turbia y sin futuro de la comunidad. Así, metafóricamente se libran dos batallas y una misma conciencia en sentido fraternal, y no hay nada más feroz (los españoles lo sabemos bien) que las guerras fratricidas, en las que el odio alcanza cotas espeluznantes y la piedad es sólo una simple quimera.  

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