martes, 27 de diciembre de 2022

CRÍTICA: "AFTERSUN" (Charlotte Wells, 2022)

 

La herida de los recuerdos

“AFTERSUN” êêêêê

DIRECTORA: Charlotte Wells.

INTÉRPRETES: Paul Mescal, Francesca Corio, Celia Rowlson-Hall, Kayleigh Coleman, Sally Messham, Harry Perdios, Etham Smith.

GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 98 minutos / PAÍS: Reino Unido / AÑO: 2022

    Brillante ópera prima de la directora y guionista escocesa Charlotte Wells por la que se alzó con el premio Gotham Independent Film Award como directora revelación. Aftersun nos presenta a Sophie (Francesca Corio como Sophie niña y Celia Rowlson-Hall como Sophie adulta) que tenía 11 años a finales de la década de los 90 cuando disfrutó de unos días de vacaciones en Turquía con su padre, Calum (Paul Mescal), sin sospechar que serían las últimas. Los días que pasaron en un resort en la playa le sirvieron a su padre para sumergirse en sus propios sentimientos y quizás, dar un nuevo rumbo a su vida. Ahora, veinte años después, Sophie recuerda con añoranza esas últimas vacaciones con su padre, mientras intenta reconciliar al padre que conoció con el hombre que no conoció.

     No es difícil imaginar que Aftersun tiene un carácter autobiográfico, algo que, por otra parte, tiene escasa relevancia pero que a mí me ayuda a entender la hondura sentimental y psicológica de la narración y su corrosiva melancolía. La función nos sitúa en los años 90, pero como veremos son recuerdos en forma de flash backs a través de grabaciones con una cámara Mini-DV que en el presente visiona una Sophie ya treintañera. Hay pocas cosas que nos procuren sensaciones más hirientes que los recuerdos, incluso los buenos recuerdos, por el carácter efímero de la felicidad y el paso del tiempo. Sin embargo, sus aristas son mucho más punzantes y venenosas si te han dejado un poso de amargura. Tal vez los traumas nos persigan toda la vida y los sinsabores y las heridas de la infancia nunca lleguen a cicatrizar, también puede que un día la conciencia te haga llegar una carta con los remordimientos o una invitación a la reconciliación. Durante los días estivales que Sophie y Calum compartieron en un hortera y decadente resort playero turco no se distinguieron por grandes discordias ni reproches, pero sí observamos cómo aumenta la distancia entre padre e hija, a lo que contribuye la inmadurez y angustia existencial de él y la necesidad de Sophie de correr más que el tiempo para participar en los rituales del mundo adulto.  

    Aftersun nos habla de la paternidad y de la problemática con los hijos cuando los padres se han divorciado y los hijos viven lejos de alguno de ellos. Lo hace con sutileza, nostalgia y tristeza, porque en realidad padre e hija se conocen poco y, aun así, la pareja protagonista pone todo su empeño en guardar las apariencias y que todo resulte según los previsto en el guión tradicional. Las situaciones rutinarias de unas vacaciones convencionales se suceden durante casi todo el metraje: Sophie jugando a las máquinas recreativas con otro niño, haciendo amistad con unos jóvenes mayores que ella con los que juega al billar, la visita con su padre a una tienda de alfombras, tomando el sol en una tumbona y untándose de crema solar, un paseo en lancha para bucear… pero se hace necesario subrayar una de las escenas más sensibles y desoladoras del relato que tiene lugar durante una sesión de karaoke en donde Sophie baja al escenario para cantar de forma absolutamente desentonada Losing My Religion de R.E.M., y su padre no sólo se niega insistentemente a acompañarla, sino que se ofrece a pagarle unas clases de canto. Es para este cronista el momento más devastador y el que mejor refleja la marejada subterránea de insatisfacciones y sentimientos que hay entre padre e hija.

      Puede que sí, puede que la distancia sea el olvido, Sophie vive en Escocia con su madre, y Calum, su padre, en Londres, el cariño entre ellos es sincero, y evidente también el desconocimiento mutuo. Sophie acaba comprendiendo que su padre es además un hombre, presumiblemente con problemas o severos conflictos existenciales. La vemos ya adulta rememorar esas vacaciones en las grabaciones (tema central de la función), unos días de estío tan banales como extraños, sus escarceos con un niño con el que se besa, perdiéndose en la noche con un grupo mayor de jóvenes que escuchan música, beben alcohol y se divierten en la piscina por el día… mientras a su padre se le ve cada vez más abatido, aunque nada sabemos del motivo de su aflicción, tampoco de su vida en aquella época ni ahora, pero sí que Sophie acaba intuyendo las complejidades del mundo adulto, esforzándose en cubrir de la manera más afable el expediente familiar en aquellas lejanas vacaciones que discurrieron sin que Calum expusiera ante su hija su zozobra vital, su angustia íntima. Y Sophie, sólo una niña, no pudo mitigar su dolor. Obra maestra.

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