martes, 1 de octubre de 2019

CRÍTICA: "MIENTRAS DURE LA GUERRA" (Alejandro Amenábar, 2019)


Anatomía de un incidente
MIENTRAS DURE LA GUERRAêêê
(Alejandro Amenábar, 2019)

    
   Lo he argumentado aquí en numerosas ocasiones, pero para sintetizar insistiré en lo esencial: no conecto con el cine de Alejandro Amenábar y de su filmografía sólo salvo su ópera prima Tesis (1996), que a pesar del débil guión y una dirección poco firme, es una película rodada con frescura, atrevimiento y tensión que mantiene el interés hasta el final situando al espectador durante casi todo el metraje al filo de la butaca.

       
   La temática de su nueva película me provoca mucha pereza, tal vez por tocar un suceso de sobras conocido o por el histrionismo con que ha sido tratado sin que fuera un hecho relevante en el devenir de los trágicos acontecimientos históricos de aquella época, el verano en que dio comienzo la Guerra Civil Española. La función se centra en el personaje del escritor y filósofo Miguel de Unamuno (Karra Elejalde) que había decidido apoyar públicamente la sublevación militar con la intención de que pusieran orden a los excesos de la República, que estaba permitiendo todo tipo de atentados y asesinatos. El Gobierno republicano le destituyó como rector de la Universidad de Salamanca. Mientras, el general Franco (Santi Prego) suma sus tropas al frente sublevado e inicia una exitosa campaña con el secreto deseo de hacerse con el mando único de la guerra. La deriva sangrienta del conflicto y el encarcelamiento de algunos de sus compañeros, provoca que Unamuno se cuestione su posición inicial y sopesa sus principios. Cuando Franco traslada su cuartel a Salamanca y es nombrado Jefe del Estado en la Zona Nacional, Unamuno acude a su palacio decidido a hacerle una petición.

    
   Veamos qué pensaba Unamuno inicialmente cuando apoyó el llamado Alzamiento Nacional en declaraciones al periodista francés G. Sadoul: “Tan pronto cómo se produjo el movimiento salvador del general Franco, me he unido a él… El Gobierno de Madrid me destituyó de mi cargo de rector, pero el Gobierno de Burgos me restableció mi función… El salvajismo inaudito de las hordas marxistas sobrepasa toda descripción… bandos de malhechores, de criminales natos sin ninguna ideología… Es el régimen del terror. España está, literalmente, espantada de sí misma”.

   
   Claro que su carácter contradictorio y la violencia que se apodera de las calles hicieron que cambiara de opinión, un bandazo que cristalizó públicamente el 12 de octubre de 1936, día apertura del curso académico y Dia de la Raza, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, debido en parte al discurso excesivamente virulento de Millán Astray (Eduard Fernández), pero sobre todo a su gran pena por el encarcelamiento de algunos queridos colegas. La miseria humana hizo que los mismos que pocos meses antes le había aplaudido, ahora le expulsasen de todas las instituciones.

   
    A favor de Amenábar he de afirmar que el planteamiento del relato tiene un tono frío y sin maniqueísmo, pues en los vaivenes ideológicos de Unamuno entraba dentro de la implacable lógica sectaria el desprecio y la represión que sufrió, primero por parte del bando republicano y más tarde por el bando sublevado. Tal vez él nunca pensó que sería utilizado de esa manera, pero tan inteligente y relevante como era no me cabe duda de que en sus cálculos entraba esa posibilidad. Ese tono gélido, academicista sube progresivamente de temperatura a medida  que se van desarrollando los acontecimientos en aquel incendiario y angustioso vera de 1936, hasta llegar a un alarmante clímax final en el que vemos a Unamuno enfrentarse con su afilado verbo a los golpistas y cumpliendo la orden de Millán Astray de abandonar el paraninfo de la mano de Carmen Polo de Franco (Mireia Rey), evitando así las dramáticas consecuencias de la ira de los presentes, Unas manos que a la salida se separan como marcando los diferentes caminos que les marcará el destino.


   Estamos en el inicio de la contienda, nadie puede calibrar las dimensiones del tremendo conflicto fratricida, nadie puede aún imaginar la duración de la guerra ni qué bando saldrá finalmente victorioso. Un tiempo en donde todo discurso de una persona influyente es tomado en cuenta como un acto de propaganda. Más con la mirada aséptica y objetiva del historiador que con la visión de una recreación cinematográfica, Amenábar enfatiza los movimientos de cámara con una elegancia documentalista, ayudado por una pulcra iluminación y una estricta labor de vestuario. Con un reparto compacto que entrega lo mejor de sí mismos, Mientras dure la guerra se libra del acartonamiento debido al tratamiento sobrio, alejado de las caricaturas, de los personajes y al retrato tangible de Unamuno, el hombre y sus contradicciones, sus idas y venidas, sus avatares, la transformación de su pensamiento a medida que corrían ríos de sangre por los campos, calles, cunetas y cementerios, y sobre todo, el punzante dolor cuando sus compañeros sufrieron el atropello de un nuevo orden que se empleaba con la misma saña que aquel que deseaba convertir España en un satélite soviético. Miguel de Unamuno moriría el 31 de diciembre de 1936 cuando se encontraba bajo arresto domiciliario en su casa de Salamanca. El 21 de noviembre en una misiva a Lorenzo Giusso escribió: “La barbarie es unánime. Es el régimen del terror por las dos partes. España está asustada en sí misma, horrorizada. Ha brotado la lepra católica y anticatólica. Aúllan y piden sangre los “hunos” y los “Hotros”. Y aquí mi pobre España se está desangrando, arruinando, envenenando entonteciendo…”.


     Si atendemos al título de la película de Amenábar, que realizó recientemente unas declaraciones muy desafortunadas, la guerra aún dura. Y mientras dure habrá mediocres políticos que sigan sacando mucho rédito a ese asunto, siniestros vendedores de odio que avivan las llamas del conflicto de las dos Españas porque nunca tuvieron otra cosa que ofrecer, sólo espantajos, victimismo y revancha. Pero no hay nada más cobarde que la venganza contra los muertos.

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