martes, 18 de abril de 2023

“MANOS SUCIAS SOBRE LA CIUDAD”: LA PELÍCULA EN LA QUE SE INSPIRÓ “STARSKY Y HUTCH”

 

“MANOS SUCIAS SOBRE LA CIUDAD”

(BUSTING)

DIRECTOR: Peter Hyams.

INTÉRPRETES: Elliot Gould, Robert Blake, Allen Garfield, Antonio Fargas, Michael Lerner, Sid Haig, Yvor Francis, William Sylvester.

GÉNERO: Policíaco / DURACIÓN: 88 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 1974

      El director Peter Hyams merece ser recordado por un puñado de buenas películas entre las que podemos citar Capricornio uno (1978), Atmósfera cero (1981) y Testigo accidental (1990), también es el firmante de la nada despreciable secuela 2010: Odisea Dos (1984), pero la película que más me gusta del hoy olvidado guionista, director de fotografía y realizador estadounidense es su segundo largometraje titulado Manos sucias sobre la ciudad, con un argumento que sigue a Michael Keneely y Patrick Farrel (Elliot Gould y Robert Blake), dos detectives de la brigada antivicio de la policía de Los Ángeles que hacen caso omiso de las órdenes de sus superiores y le siguen la pista a Carl Rizzo (Allen Garfield), un peligroso capo de la mafia. Hartos de ser relegados para acciones poco importantes, creen que este caso puede ser la oportunidad de encontrar algún sentido a su trabajo.

     Hay películas que se desarrollan en clave de buddy movie que no funcionan, el mismo Hyams realizó en 1986 la mediocre Apunta, dispara y corre con Gregory Hines y Billy Crystal, un remake, no sé si confeso, de la película que nos ocupa. Aquí la fórmula funciona porque, entre otras razones, Elliot Gould y Robert Blake forman una pareja interesante como colegas policías poco ortodoxos. Mi propósito es que mis lectores le den una oportunidad a una película en la que el villano, Carl Rizzo, al que da oxígeno un sólido Allen Garfield, es un tipo con carisma alejado de la caricatura, tan tranquilo y seguro de sí mismo que se cree por encima del bien y del mal, y por supuesto, de dos policías peleles a los que desprecia desde su primer encuentro en un gimnasio hasta el esclarecedor y pesimista final con la foto fija de Keneely apuntándole con un revolver mientras Rizzo sonríe,  pues sus tentáculos llegan a las altas esferas de la política y la misma policía. Keneely y Farrel están hastiados y se rebelan ante su destino como policías en trabajos de mierda, efectuando redadas en garitos gays y arrestando prostitutas. Atención a la trampa que le tienden a una exquisita Cornelia Sharpe (que también aparecía en Serpico), en el papel de una prostituta llamada Jackie.

     Ellos se tienen en más alta estima y deciden dedicarse por su cuenta y riesgo a una misión de más enjundia que molesta mucho a sus jefes. Keneely en algún momento parece un remedo de Serpico con sus greñas, gorro de lana, bigote poblado, grandes patillas y siempre mascando chicle. Farrel, por el contrario, con su cigarrillo apagado colgando de los labios, tiene un magnífico corte de pelo y viste tan inequívocamente estándar que se huele a la legua que es policía… si bien, los dos se compenetran y tienen el mismo sentimiento de frustración y el decidido empeño de acabar con el capo de la mafia alrededor del cual, sospechan, se mueve todo un enjambre de corrupción.

    Dos persecuciones, una a pie que comienza en el apartamento de unos narcos y atraviesa un mercado en donde se produce un terrible tiroteo y acaba en un sórdido edificio, y otra con la persecución de dos ambulancias en el clímax final, marcan las dos secuencias de acción más reseñables de una función que cuida bien los diálogos para no desdibujar a los personajes. Leí hace tiempo que Manos sucias sobre la ciudad fue la película que inspiró la popular serie televisiva Starsky y Hutch, puede ser porque también son dos policías de la brigada contra el vicio y ambas contienen acción y una hilaridad semejante, pero realmente las películas de policías colegas eran un subgénero ya muy común en esa época, tanto que en el mismo año se estrenó Una extraña pareja de polis (Richard Rush, 1974), con Alan Arkin y James Caan al frente del reparto, aunque en esta ocasión el escenario era la ciudad de San Francisco. La película alterna momentos cómicos con escenas brutales (la paliza que unos matones de Rizzo propinan a los protagonistas), un tono que deriva del carácter arrogante e irreverente de Keneely y Farrel, a quienes nadie espera en casa debido a su soltería y pueden dedicarse en cuerpo y alma a su profesión, pero lo que más les une es su condición de policías insobornables que intentan hacer lo correcto dejando fuera de la circulación al pez gordo que mueve los hilos del crimen en la ciudad, tal vez una misión imposible para dos simples policías de los que Rizzo se burla insistentemente. 

   Manos sucias sobre la ciudad es otra de esas películas que nos sirven de extraordinario documento para volver la mirada sobre un tiempo y un lugar (los años 70 y cualquier metrópolis estadounidense, en este caso, Los Ángeles), calles nocturnas ruidosas atestadas de prostitutas y donde abunda el trapicheo, neones de colores chillones, locales de porno en vivo, zonas degradadas, comisarías cutres y apartamentos destartalados… que sirven como metáfora de una época confusa y poco edificante.

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