sábado, 4 de marzo de 2023

CRÍTICA: "EL PEOR VECINO DEL MUNDO" (Marc Forster, 2022)

 

Sólo el amor mitiga el dolor

“EL PEOR VECINO DEL MUNDO” êêê

DIRECTOR: Marc Forster.

INTÉRPRETES: Tom Hanks, María Treviño, Manuel García-Rulfo, Rachel Keller, Cameron Britton, Mike Birbiglia, Kelly Lamor Wilson.

GÉNERO: Tragicomedia / DURACIÓN: 126 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2022

    Resulta curioso que Marc Forster, un director que os regaló aquella inmanente joya titulada Monster’s Ball (2001), un drama sureño contra la pena de muerte y el racismo imperante en Estados como Louisiana con excelentes interpretaciones de Billy Bob Thornton y Halle Berry, que ganó un Oscar a la Mejor Actriz por su actuación, no haya vuelto a rayar nunca a la misma altura a pesar del éxito de cintas como Descubriendo Nunca Jamás (2004), que con el protagonismo de Johnny Depp se basa en la vida del autor de Peter Pan. Películas interesantes como Tránsito (2005), patinazos como Quantum of Solace (2008), una de las más flojas entregas de la saga de James Bond, y el blockbuster Guerra Mundial Z (2013), forman parte de una irregular carrera que contará este año con una nueva criatura con su firma, pues está previsto el estreno del drama Wonder. Pájaro blanco.

 

     El estreno de El peor vecino del mundo tuvo lugar durante las pasadas fiestas navideñas, algo previsible por la temática de la película, una fecha muy adecuada para ablandar los corazones. La película nos presenta a Otto Anderson (Tom Hanks), un viudo malhumorado y muy obstinado. Cuando una alegre y dicharachera familia se muda a la casa de al lado, Otto encuentra la horma de su zapato en la espabilada y embarazada Marisol (María Treviño), con la que entablará una muy improbable amistad que pondrá todo su mundo patas arriba.  

    Cuando muere tu ser más querido, en este caso tu esposa, puede que pienses que nada existía antes de conocerla a ella y nada existe después de que se haya marchado. Porque nada importaba antes y nada importará después. Otto vive con esa sensación de vacío en un estado de tristeza y soledad inabarcable. Sin hijos, apenas tiene nada por lo que vivir ni por lo que luchar, sólo desea reunirse cuanto antes con su amada esposa. Es por eso, que vive amargado, que desde el reciente fallecimiento de su mujer se ha convertido en un viejo gruñón, un cascarrabias meticuloso y antisocial, cada vez más encerrado en sí mismo y alejado de un mundo que ya no entiende. El suicido aparece como la solución para su angustia existencial. El peor vecino del mundo se impone como una tragicomedia didáctica rebosante de mensajes tan gratificantes como aleccionadores sobre el civismo y la amistad, la necesidad de afecto y la redención que, aunque no son otra cosa que tópicos en la larga tradición del género, en ningún momento se nos muestran impostados ni empalagosamente ideados para la lágrima inútil.

   Otto, recién jubilado, es un manitas y se encarga de que todo funcione en la urbanización en la que se advierte una cercana despoblación, cree que ya nada tiene sentido, pero la llegada de unos nuevos vecinos, una familia vitalista y campechana compuesta por Tommy (Manuel García-Rulfo) y su esposa embarazada a la que da oxígeno maravillosamente María Treviño, junto con sus dos hijas, le hará replantearse su situación. La función alterna flash backs teñidos de una corrosiva melancolía sobre los recuerdos de Otto de su primer encuentro con su difunta mujer y los años felices hasta que un suceso trágico cambió sus vidas, con la relación cada vez más estrecha con la nueva familia y demás vecinos, logrando momentos de humor negro con otros conmovedores, que logran poner un nudo en la garganta del espectador.

    El peor vecino del mundo, por mucho que se empeñe cierta crítica, a quien suele molestar este tipo de películas sentimentales que arañan el corazón del espectador por los recursos narrativos y trucos empleados para ello, por su tono romántico y moralizante, y porque sabemos las intenciones del director, más aún si conocemos la película original sueca, es una película simpática con carácter redentor que nos presenta a un tipo misántropo (buen trabajo de Hanks) al que unos vecinos consiguen atenuar su amargura y resentimiento con la vida y todo lo que le rodea aunque le sea imposible evadirse de su honda pena. Claro que hay películas mucho mejores con una temática parecida (Gran Torino en la memoria), y no creo que el objetivo de los responsables haya sido crear una película trascendente, pero el cine es también una ilusión que nos hace sentir reconfortados al comprobar como seres tan alejados en origen, tradición, costumbres, educación y cultura como el hosco y estirado Otto y la jubilosa inmigrante mexicana Marisol, logran crear lazos de afecto y sincera amistad para sonreír a la vida y mitigar el íntimo dolor.

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