miércoles, 15 de febrero de 2023

CRÍTICA: "MODELO 77" (Alberto Rodríguez, 2022)

 

Todos los presos quieren libertad

“MODELO 77” êêê

DIRECTOR: Alberto Rodríguez.

INTÉRPRETES: Miguel Herrán, Javier Gutiérrez, Jesús Carroza, Fernando Tejero, Xavi Sáez, Catalina Sopelana, Polo Camino.

GÉNERO: Drama carcelario / DURACIÓN: 125 minutos / PAÍS: España / AÑO: 2022

    Alberto Rodríguez es junto con Rodrigo Sorogoyen y Carlos Vermut uno de los más significados talentos del cine español de las últimas décadas. Imborrable la huella que han dejado en mi memoria cinéfila películas como Grupo 7, la magistral La isla mínima, su mejor película hasta la fecha, El hombre de las mil caras y la serie televisiva La peste. Modelo 77 se remonta a la época de la Transición española, el año 1977, una fecha crucial porque en ese año se celebraron las primeras elecciones libres tras la dictadura de Franco, y nos sitúa en el infernal ambiente de la cárcel Modelo de Barcelona. Allí llega un preso común, Manuel (Miguel Herrán), un joven contable encarcelado por cometer desfalco que se enfrenta a una pena de entre 10 y 20 años, un castigo durísimo para la cuantía del delito. Pronto, junto a sus compañeros de celda, Pino (Javier Gutiérrez), se une a un grupo de presos comunes que, bajo la coordinadora COPEL, se está organizando para pedir la amnistía. Así, a base de protestas y violentos motines, se inicia una guerra por la libertad que hace tambalearse el sistema penitenciario español. Pues si las cosas están cambiando fuera, también deben cambiar dentro.

     COPEL (Coordinadora de Presos en Lucha) fue fundada en 1976 por un grupo de presos ayudados por varios abogados en la cárcel de Carabanchel de Madrid y se disolvió en 1979, tras la aprobación de la Ley Orgánica en ese año, que recogía la mayoría de las reivindicaciones de la coordinadora. Es por eso que, la mayor parte de los hechos que suceden en Modelo 77 sucedieron realmente allí, y no tanto en la prisión barcelonesa, aunque, eso sí, fueron imitados en muchas cárceles de España, La cárcel modelo sigue en pie como centro cultural, pero su actividad como presidio cesó en 2017. Tras esta aclaración, es verdad que los primeros presos amnistiados fueron los políticos en ese año 1977. Pero uno, en esa época un niño, estaba más pendiente de las correrías de el Vaquilla y otros perros callejeros (la película de José Antonio de la Loma también es de 1977) que de la política y los presos políticos. Es decir, me resultaban más interesantes los quinquis que atracaban gasolineras a toda hostia con sus Seat 124 y que habitaban en grandes poblados de chabolas y pisos colmenas en el barrio de La Mina, Campo de la Bota y El Carmelo.

    Lo que nos narra Modelo 77 es una crónica sentimental y dolorosa, un ejercicio de regresión lacerante y nostálgico pero que forma parte de la historia de España, ese tránsito convulso de la dictadura a la instauración de la democracia, la actual monarquía parlamentaria por la que hoy nos regimos. En la película vemos la brutalidad con la que se manejan los funcionarios de prisiones (Boqueras), nada dados a la compasión y muy activos con el palo largo y la mano dura, los clanes dentro de la cárcel, los trapicheos de drogas y otras minucias, las palizas a los presos y las torturas en celdas de aislamiento, las reyertas entre reclusos y las traiciones, un catálogo infinito de humillaciones, los engaños y las promesas incumplidas por las autoridades, la intervención de los antidisturbios cuando las cosas se pone feas. Se dan situaciones espeluznantes, como esa potente escena en la que varios cientos de presos se cortan las venas para despertar la conciencia de una sociedad que todavía vivía una larga siesta. También momentos emocionales, con la sentida confesión de Pino que hacen brotar las lágrimas de Manuel dentro de la celda. Y lugares comunes, la fuga, filmada con cierto atropello y con trazo grueso.

      Modelo 77 representa una vuelta más al retrovisor de la historia de un país que siempre anda a vueltas con la memoria. Lo que nos cuenta, con algún que otro reparo, resulta creíble, también los intérpretes infunden verosimilitud al relato con un Miguel Herrán cada vez mejor actor, y unos secundarios de lujo, el vitalista y finalmente desdichado Jesús Carroza, un inquietante Fernando Tejero y un Javier Gutiérrez barbudo con más pinta más de profesor preso político que de un preso común en un papel que no le exige demasiado. El interés de la función está en la llegada de un Manuel asustado y confundido a la cárcel y cómo a través de un preso de los llamados de confianza, Jesús Carroza, va conociendo a otros presos y finalmente entiende el concepto de solidaridad, luchando por unas reivindicaciones justas para cambiar el terrible sistema penitenciario. Y claro, todo preso está en la obligación de intentar fugarse, sobre todo si ni tu juicio ni la amnistía llegan, y desde fuera, allí donde brillan las luces de neón que Manuel ve desde la celda, se huele la libertad. Personalmente, me gusta más el primer tramo con la presentación de los personajes y la introducción en el asfixiante ambiente carcelario, que esa segunda parte con más acción y evidentes precipitaciones, aún así, estamos ante una contundente crónica sobre la lucha por los derechos de los presos y el tortuoso itinerario de la Transición que dio paso a un futuro incierto y que fueron el origen de la democracia que disfrutamos… o padecemos hoy.  

2 comentarios:

  1. La película está bien y refleja bien una situación lamentable, aunque coincido en que el final es un tanto precipitado.

    Un abrazo.

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  2. Así es. No está a la altura de "As Bestas, pero La isla mínima sí, incluso un peldaño más arriba.

    Un abrazo.

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