martes, 16 de marzo de 2021

CRÍTICA: "THE KILLING OF TWO LOVERS" (Robert Machoian, 2020)

 

Electrocardiograma de un corazón roto

“THE KILLING OF TWO LOVERS” êêê

DIRECTOR: Robert Machoian.

INTÉRPRETES: Clayne Crawford, Sapideh Miafi, Chris Coy, Avery Pizzuto, Barbara Whinnery, Ezra Graham, Arri Graham, Jonah Graham, Bruce Graham.

GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 85 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2020.

  Primer largometraje en solitario de Robert Machoian tras haber codirigido junto a Rodrigo Ojeda-Bsck las películas God Bless the Child (2015) y When She Runs (2018), además del cortometraje The Minors (2019). The killing of Two Lovers nos presenta a David (Clayne Crawford) que intenta desesperadamente mantener unida a su familia después de separarse de su esposa Nikki (Sapideh Moafi). Ambos acuerdan poder salir con otras personas, pero David sigue locamente enamorado de Nikki e intenta luchar contra la relación de su mujer con su nueva pareja, Derek (Chris Coy).

   La función comienza con David apuntando con un revolver cargado a su mujer y a su nuevo novio mientras duermen. Ha entrado subrepticiamente por la ventana de la que también es su casa y le vemos sollozar y alejarse corriendo hasta la cercana casa de su padre, donde ahora vive. Sabemos que la separación matrimonial fue más o menos amistosa: David puede visitar a sus hijos los fines de semana, acompañarlos al autobús del colegio, salir con ellos e incluso de vez en cuando concertar una cita con Nikki para conversar y aliviar las tensiones. Pero a David esta situación le está abrasando, y aunque es un tipo honesto, que se esfuerza por adaptarse a la nueva situación, sigue enamorado de la madre de sus cuatro hijos y es dueño de una ira contenida.

     La presión que ejerce sobre él su hija adolescente para que arregle las cosas con su madre no ayuda mucho, y la angustia, la desesperación y la rabia consumen al abatido David. Machoian crea un microcosmos hiperrealista y reconocible para sumergir al espectador en uno de esos pueblos perdidos de la América profunda donde todos se conocen y por el que vaga haciendo chapuzas David sin poder ahuyentar los demonios que pueblan su cabeza. Con largos y distantes planos estáticos y alguna íntima confesión, el director capta la atmósfera gélida del paisaje y el itinerario cotidiano de David para dar forma a un cuento moral sobre las aristas cortantes de una ruptura sentimental, las dificultades de recuperar el amor perdido y los sueños que la joven pareja tuvo que sacrificar por el cuidado y educación de sus hijos.

      La cámara sigue impenitente a David, que intenta ordenar su caos mental sin apenas perder la compostura (la pierde en la escena crucial de la película) y buscar el equilibrio siempre al borde de un abismo ciego de sentimientos dolorosos y con una sensación de derrota. Clayne Crawford nos regala una sentida y emocional interpretación dando oxígeno a un hombre con el corazón destrozado que no sabe que hacer con su vida, tan vacía sin su familia. A pesar de la fría ambientación de un entorno deprimente, el espectador siempre atisba un resquicio de optimismo romántico, que poco a poco se convertirá en una oda a favor de la redención y la reconciliación. La tenebrosa música industrial dota de una sensación inquietante al relato, ruidos mecánicos intermitentes que evocan el tambor de un revolver, el arranque de un motor o puertas y persianas metálicas que se abren y cierran.

    El espectador nunca está seguro de si existe la posibilidad de una isla, de que todo se arregle a pesar de que la esperanza se ha ido erosionando constantemente. Pero Machoian no deja jamás tirado a David, pues hasta en sus peores impulsos encontramos en él un sentimiento de vergüenza, amabilidad y un lacerante poso de culpa y autorreproche. Se demostrará que no es un hombre violento, que sólo está herido, que muestra sin rubor su dolor y está dispuesto, si Nikki quiere, a buscar una salida a la negra encrucijada. Machoian me ha convencido, a partir de hoy seguiré sus huellas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario