jueves, 22 de octubre de 2020

CRÍTICA: "EL CONDUCTOR" (Lodewijk Crijns, 2019)

 

Viaje infernal

“EL CONDUCTOR” êêê

TÍTULO ORIGINAL: Bumperkleef (Tailgate)

DIRECTOR: Lodewijk Crijns.

INTÉRPRETES: Jeroen Spitzenberger, Anniek Pheifer, Roosmarijn van der Hoek, Liz Veerger, Willem de Wolf, Truus te Selle, Hubert Fermin.

GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 85 minutos / PAÍS: Países Bajos / AÑO: 2019

 

    Simpática película holandesa presentada en el Festival de Sitges en el presente mes de octubre. No había visto nada del director Lodewijk Crijns a pesar de haber comenzado su carrera profesional en 1999, pero tras ver Bumperkleef (Tailgate), que traducido sería algo así como “chupar rueda” o “a rebufo”, me veré obligado a seguirle la pista. La película centra su interés en Hans (Jeroen Spitzenberger), un tipo con tanta seguridad en sí mismo que raya en la prepotencia. Un día, conduciendo de camino hasta la casa de sus padres acompañado de su mujer, Diana (Anniek Pheifer) y sus dos hijas, mantiene una discusión de tráfico con otro conductor (Willem de Wolf). El hombre, resentido por los malos modales de Hans, comienza a seguirle y le exige una disculpa, pero la disculpa de Hans, que en un principio le había negado esa concesión, llega tarde, cuando el extraño hombre ya ha decidido aplicar un correctivo moral a ese conductor tan impulsivo, maleducado e irrespetuoso.

    Catalogada como un cruce entre El diablo sobre ruedas y Carretera al infierno, la nueva película de Crijns se ocupa más de bucear en la tensión psicológica entre los conductores de los coches que en las persecuciones de coches que están bien rodadas pero que ocupan un segundo plano. Y claro, en el primer aspecto siempre sale ganando el maduro y brutal psicópata, de modales elegantes, corazón frío y una peculiar forma de dar matarile a sus víctimas. 

    Con un ajustado metraje, el director holandés (firmante también del libreto) juega con los tiempos de la acción en un in crescendo vertiginoso sin despreciar los momentos hilarantes, como cuando los coches de Hans y del psicópata se encuentran parados en la carretera y Hans se da cuenta (tarde) que no está delante de un pardillo que se amilana fácilmente o que sólo desea asustarlos. La chispa que lo incendia todo no debería haber pasado de una vulgar discusión de tráfico, pero los perfiles de los protagonistas trazados por el director nos anticipan que el viaje de la familia derivará en un terrorífico juego del gato y el ratón.

    Bumperkleef (Tailgate) tal vez no deje mucho poso en el espectador, pero se eleva como una pequeña película sin pretensiones que sumerge al espectador en un día de tráfico denso en la autopista, lugar en donde las prisas del padre de familia se hacen más acuciantes para no llegar tarde a la comida con sus padres y acabarán pasándole a él y a su familia (incluidos sus padres) una mala factura. El coche como un personaje más de la función en un país donde sabemos que la bicicleta es insustituible (atención al prólogo con un ciclista), por lo que cabe destacar la entrada de Hans y su familia que observan temerosos cómo todas las furgonetas similares a la del psicópata parece que esconden un peligro latente. Con un competente trabajo de todo el reparto, la metafórica premisa, sin duda anecdótica, nos invita a reflexionar sobre cómo la perdida del control y las acciones irracionales pueden ser el detonante de una tragedia fácilmente evitable. Créeme, si no ves Bumperkleef (Tailgate) no pasa nada, pero si la ves se te pasará en un suspiro.


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