lunes, 27 de agosto de 2018

CRÍTICA: "ALPHA" (Albert Hugues, 2018)


El hombre, el lobo y la tierra.
ALPHAêê
DIRECTOR: ALBERT HUGUES.
INTÉRPRETES: KODI SMITH-MCPHEE, JÓHANNES HAUKUR JÓHANNESSON, LEONOR VARELA, NATASSIA MALTHE.
GÉNERO: AVENTURAS / EE.UU. / 2018 / DURACIÓN: 96 MINUTOS.

    Formando pareja con su hermano Allen, Albert Hugues es dueño de una filmografía resultona que comenzó en 1993 con Infierno en Los Ángeles, un aseado drama adolescente sobre pandillas callejeras. Tampoco fue desdeñable la segunda película firmada por los Hugues brothers, Dinero para quemar (1994), que narra los problemas de la comunidad afroamericana en plena guerra de Vietnam a finales de los 60 y principios de los 70. Fue en el año 2001 cuando firmaron uno de sus films más conocidos, Desde el infierno, un relato que adapta la novela gráfica de Alan Moore y centra su argumento en los crímenes de Jack el Destripador. Gran predicamento tiene entre algunos aficionados El libro de Eli (2010), última de las películas que los Hugues dirigieron juntos y que con Denzel Washington de protagonista nos sitúa en un futuro apocalíptico en donde un guerrero tiene que proteger a toda costa el libro que lleva en su mochila.

  
    En su primera película en solitario, Albert Hugues nos narra una aventura épica y de supervivencia ambientada en Europa durante la última glaciación, hace 20.000 años. En mitad de su primera cacería con su tribu, el joven Keda (Kodi Smith-McPhee) es herido y dado por muerto. Al despertar se encontrará débil y sólo, por lo que debe aprender a sobrevivir y abrirse camino entre la dura y cruel naturaleza. Acompañado a regañadientes por un lobo, que tras ser herido fue abandonado por su manada, los dos tendrán que aprender a convivir el uno con el otro, convertirse en aliados y superar los incontables peligros hasta encontrar el camino de regreso a casa antes de que comience el letal invierno.

  
   Aunque la premisa no resulta muy original ni la acción responde mucho al rigor histórico, Hughes consigue que Alpha contenga algunas virtudes que merecen ser subrayadas como la excelente iluminación sobre unos paisajes gélidos y estremecedores (que se imponen como el mejor aliciente de la función) y esa secuencia de la caza en donde los hombres más curtidos de la tribu tienen que hacer frente a una peligrosa lucha contra la naturaleza para no perecer de hambre y frío. Este ritual configura el primer tramo del metraje, pues en el segundo, el joven hijo del líder de la tribu, tras haber sido dado por muerto por su padre, entabla un lazo de hermandad con un lobo que poco tiempo antes, junto a su manada, se lo quería merendar. Juntos iniciarán el tortuoso camino a casa en una misión que, por las glaciales temperaturas y el acecho de multitud  de animales salvajes, se impone como imposible.

     
   Los pocos diálogos, los encontramos en la primera parte del relato, ya que en la larga segunda parte asistimos a las claves y códigos de interacción entre el lobo y el joven guerrero. Sin embargo, a la acción le falta fuerza debido a que está enfocada a un público juvenil, lo que unido a la saturación de imágenes virtuales otorga a la función un tono tan artificial como inocentón, incluso en su explicación de lo que significa ese concepto hoy tan sobado del macho alfa.

   
   Alpha se ve con la misma facilidad que se olvida, pues ni su mensaje ecologista deja poso ni contiene ninguna imagen que resulte tan magnética como para que perdure en las retinas. En su intento de atrapar el pathos de la aventura épica y sus orígenes antropológicos, el film no se detiene mucho en las escasas secuencias de acción ni descubre nada nuevo tratando de reflejar cómo se inició la ancestral alianza entre los humanos y los perros. Con tratamiento frío y contados momentos verdaderamente emocionales, el espectador se entretiene más en buscar fallos de racord en las pinturas y atuendos que en la esencia simple de la historia. Lo dicho, una película para ver y olvidar que no dejará en mí ninguna huella.

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