miércoles, 29 de junio de 2016

CRAWL (Paul China, 2011)


                          CRAWL êêê
     

   Ópera prima y única película dirigida hasta el momento por el director australiano Paul China, Crawl tuvo una recepción muy discreta en el Festival de Sitges a pesar de ser un film interesante en algunos aspectos. La trama nos presenta al sórdido propietario de un bar de mala muerte, Slim (Paul Holmes) que contrata a un asesino a sueldo, El Croata (George Shevtsov) para que elimina al dueño de un taller que le debe dinero. Tras un accidente en el que muere su prometido, una inocente camarera del bar de Slim, Marilyn Burns (Georgina Haig) se convierte en presa del mismo asesino. Ahora, prisionera en su propio hogar, la joven deberá tomar medidas desesperadas para mantenerse con vida.


     Con claras reminiscencias al cine de Alfred Hitchcock, John Carpenter y los hermanos Coen y su ópera prima Sangre Fácil (Blood Simple, 1984), Crawl se impone como un ejercicio de estilo y aprendizaje, una obra más valiosa por sus formas que por un contenido aletargado que estira innecesariamente algunas secuencias de forma estéril, con un suspense que inicialmente pone énfasis en las miradas, los gestos, los silencios, los ruidos, las cortinas mecidas por la brisa y puertas que oscilan para crear una tensión que se adivina vacua y que conduce irremediablemente a golpes de violencia seca y brutal. Sin apenas diálogos, con un ritmo pausado y recursos narrativos muy simples, China condensa sensaciones, estética, atmósfera y pulsión sin acabar de rematar la faena, sin la clarividencia contundente de las obras que dejan poso.


     Aun así, la película merece una oportunidad, los intérpretes cumplen dignamente con su papel y la magnífica fotografía de Brian J. Breheny se impone como un elemento vital de la función, creando una ambiente que mantiene el interés del espectador y logra camuflar algunos agujeros del guión dotando a la acción de un tono de suspense clásico, con lentos y elegantes movimientos de cámara que nos sumergen lentamente en una tensa calma  quebrada por explosiones sangrientas y viscerales.

    
     Impecable en el aspecto visual, rácana vertiente narrativa, Crawl nos presenta a un villano con similitudes con el personaje … al que da oxígeno Javier Bardem en No es país para viejos (No Country for Old Men, Ethan y Joel Coen, 2007) y nos muestra la belleza inmarcesible de Georgina Haig, máximos protagonistas de una historia en la que no falta el humor negro y que contiene algunas escenas muy bien planificadas, como esa en la que el asesino llega a la casa de la joven camarera que espera inquieta a su novio y que denota un fluido trabajo de cámara, o esa otra que protagoniza la otra camarera, Lauren Dillon, acercándose a gatas hacia su pervertido jefe para sufrir los fuertes cachetes en el trasero que éste le propina. Todo para culminar un viaje a la mente trastornada de un psicópata tan excéntrico como expeditivo.



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