domingo, 12 de julio de 2015

CRÍTICA: "TERMINATOR GÉNESIS"

Cómemela, capullo
TERMINATOR GÉNESIS êê
DIRECTOR: ALAN TAYLOR.
INTÉRPRETES: EMILIA CLARKE, JASON CLARKE, ARNOLD SCHWARZENEGGER, JAI COURTNEY, J.K. SIMMONS, DAYO OKENIYI.
GÉNERO: CIENCIA FICCIÓN / EE.UU / 2015  DURACIÓN: 126 MINUTOS.   
           
      
      Sigo sin encontrar mucho sentido a este tipo de secuelas (remakes, precuelas, reebots) más allá de los réditos en taquilla -que cada vez serán menos debido al cansancio del respetable- y lo que suponen como evidencia de la falta de ideas de Hollywood. Terminator Génesis puede ser entendida como un sentimental homenaje a las primeras entregas de la saga porque intenta captar la atmósfera y esencia del film seminal y al mismo tiempo está aderezada con el chute de acción que nos propuso la segunda entrega. El problema es que queda muy lejos de una y otra debido a un guión incongruente atiborrado de diálogos tontos, espectaculares escenas de persecución y superficiales secuencias de acción. El tono de serie B de la película original se perdió en las múltiples secuelas de la franquicia, y sólo queda el artificio de un invento inane para ese público de multisalas tan adicto a los afectos especiales.


      Año 2032. En plena guerra del futuro, un grupo de humanos tienen al sistema de inteligencia artificial Skynet contra las cuerdas. Jason Connor (Jason Clarke) es el líder de la resistencia, y Kyle Reese (Jai Courtney) es su fiel soldado, criado entre las ruinas de una postapocalíptica California. Para salvaguardar el futuro, Connor envía a Reese a 1984 para salvar a su madre, Sarah (Emilia Clarke) de un Terminator programado para matarla con el fin de que no llegue a dar a luz a John, aunque a su lado tiene a un T-800 (Arnold Schwarzenegger) cuidando de ella. Pero lo que Reese encuentra al otro lado no es como él esperaba.
     

      Apuntaba que el tono pulp del film original se ha demostrado difícil de mantener a pesar de los continuos guiños a la misma. Sin embargo, era fácil de adivinar que la lucha entre humano y Skynet cada vez más intrincada se vería enfangada por una trama con muchas lagunas, farragosa e inverosímil, un galimatías argumental que penaliza la función hasta el punto de tener la sensación de que muchas cosas suceden porque sí, sin más explicaciones, o cuando éstas se producen resultan a todas luces incomprensibles. Si a esto le sumamos el débil perfil de los personajes (la participación de Schwarzenegger resulta grotesca, sobre todo cuando hace uso de esos gags tontos) y la alternancia de líneas temporales acaban por agotar al espectador que asiste al espectáculo con la distancia que produciría la visión de un vulgar parque temático. Todo para que en los sueños premonitorios de Reese aparezca una innovadora app informática llamada Génesis que le otorga el poder total a Skynet pensando en la aniquilación y el éxtasis de otro Día del Juicio Final. El director Alan Taylor denota un cierto respeto por la saga, pero no ha sabido demostrar esa emotividad con su desprecio por la magia y el carácter de culto de la premisa original inclinándose por un absurdo juego de pirotecnia.


      No toda la culpa es suya, el enrevesado libreto no ayuda en modo alguno, tampoco los repetidos momentos de una inútil e indigesta verborrea científica y/o tecnológica, y por supuesto, hubiera sido de agradecer una mayor interacción emocional entre los personajes, entregados a sus roles mecánicos de héroes salvapatrias en su misión, trillada, cansina, vomitiva, de evitar un nuevo apocalipsis, como si de se tratara de pasar las fases de un vulgar videojuego. Terminator Génesis tiene ese aire de popurrí, de menestra en la que puedes apartar con el tenedor los tropezones de las hortalizas que no te gustan, y tal vez se pueda disfrutar de unos prodigiosos efectos digitales, de algunas escenas frenéticas (el autobús y el Golden Gate), de un montaje acelerado y unos geniales efectos de sonido… Y nos olvidemos de la velada denuncia sobre el actual uso excesivo, adictivo de la tecnología y la esclavitud del consumismo desaforado. La escueta escena incrustada entre los créditos finales abre la puerta a una nueva entrega, pero más de lo mismo siempre es menos, y una sensación general de decepción se apodera de uno cuando una bonita idea original va degenerando con el tiempo sin necesidad, de manera incoherente. Más allá del esmerado aspecto técnico/visual, ningún logro hará que esta película perdure en el tiempo, y será recordada como un simple ejercicio de auto-reciclaje que constata que en Hollywood las ideas siguen estancadas. 

4 comentarios:

  1. Si la veo, será por Emilia Clarke, mi querida Reina de Dragones de mi serie favorita.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Se me ha escapado un gazapo: Quise decir Madre de Dragones. Aunque, al fin y al cabo, también es reina...

    ResponderEliminar
  3. Puede ser uno de los alicientes... a pesar de que la Emilia es muy bajita y algo rechoncha. Pero, no, Juego de Tronos está muy lejos de ser una de mis series favoritas. Muy por delante están Twin Peaks, Los Soprano, True Detective, Breaking Bad, The Wire, The Killing, Master of sex e incluso la española La huella del crimen. Pero puedo comprender que las luchas encarnizadas por el poder y los lozanos cuerpos desnudos que aparecen en ella supongan una adicción para tanta gente. A mí llegó un momento en que incluso eso dejó de interesarme.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar