jueves, 17 de enero de 2013

MIS PELÍCULAS FAVORITAS: "QUIERO LA CABEZA DE ALFREDO GARCÍA"


QUIERO LA CABEZA DE ALFREDO GARCÍA êêêêê
(BRING ME THE HEAD OF ALFREDO GARCÍA)
DIRECTOR: SAM PECKINPAH
INTÉRPRETES: WARREN OATES, ISELA VEGA, GIG YOUNG, ROBERT WEBBER.
GÉNERO: THRILLER FRONTERIZO /EE.UU. /1974 / 112 MINUTOS.
      
      Era prácticamente un crío que se comía los mocos cuando vi una docena de veces en los circuitos de los cines de un barrio este tremendo y certero escupitajo de mi adorado Sam Peckinpah titulado QUIERO LA CABEZA DE ALFREDO GRACÍA. Tachado de machista, fascista y apologeta de la violencia, el genial autor californiano fallecido en 1984, descendiente de los indios y auténtico inventor del western crepuscular, supo cómo dotar de gran fuerza visual a sus relatos, aunque la obra de este gran coreógrafo de la violencia (famoso por sus brutales ralentíes) es mucho más  que una luminosa explosión estética, elevándose como modelo paradigmático del horizonte que recrea, con personajes que nacen siempre fruto del desengaño, la desesperación, el escepticismo y dueños de una amoralidad continua obligados por la supervivencia.  

      El film, según un argumento de Frank Kowalski, nos narra cómo un cacique chicano al descubrir el embarazo de su hija ofrece una recompensa de  de un millón de dólares a quien le traiga la cabeza del responsable, un tal Alfredo García. Dos mafiosos le ofrecen a Bennie (Warren Oates) que trabaja en una cantina mejicana, diez mil dólares por la cabeza del proscrito García. Bennie se pone manos a la obra acompañado de su novia Elita (Isela Vega), que fue en tiempos amante de Alfredo García, a quien ya saben muerto en un accidente de coche. Llegados al pueblo natal de García profanarán su tumba, pero antes de decapitar el cadáver son atacados por algunos miembros de la organización mafiosa que les seguían los pasos. Elita muere y Bennie, tras un baño de sangre, recuperará la cabeza del maldito García, y desquiciado, no parará hasta llegar a la hacienda del cacique, donde hallará la muerte tras intentar huir con la recompensa y con la cabeza de Alfredo García.

      Tras el estrepitoso fracaso de la que tal vez sea una de sus mejores películas Pat Garret y Billy the kid (1973), el viejo Peckinpah se encontraba en un estado lamentable, su cuerpo horadado por el alcohol necesitaba constantes cuidados médicos, todos los que le rodeaban lo pasaron fatal al ver en esa situación a quien tanto admiraban. Con un millón y medio de dólares de presupuesto y cuarenta y seis días de rodaje en México, el productor Martin Baum se interesó en coproducir la película. Todo estaba dispuesto, Sam sabía que el libreto perfilado por él y Gordon Dawson era un sólido guión. 

      De modo que el realizador pudo recomponer un poco su desastrada y patética figura y la película estaba lista para su estreno el verano de 1974. Algo no demasiado sorprendente en su carrera volvió a ocurrir: los pases de prueba de la cinta resultaron verdaderamente calamitosos. Durante la proyección la gente despavorida abandonaba la sala en estampida, a la salida su desorientación y su asco eran patentes. Así, el film se estrenó sin convicción ni esperanza y con escasa promoción. La mayoría de los críticos la destrozaron, poquísimos hablaron de ella de forma positiva, aunque la revista Sight & Sound la incluyó en la lista de las diez películas del año. Muchos vieron en el film un instrumento auténticamente diabólico engendrado para provocar a los que seguían tildando el cine de Peckinpah de violento y machista.

      Ha pasado el tiempo y casi cuarenta años después nos encontramos ante una obra clave en la filmografía de su autor y un hito en la historia del cine, se ha hecho justicia y nadie se acuerda de su estruendoso fracaso crítico/comercial. QUIERO LA CABEZA DE ALFREDO GARCÍA está considerada actualmente una cult movie que ha derribado todas las barreras que con aviesa hipocresía e intolerancia la condenaron al ostracismo. Su naturaleza lóbrega y perversa, de una violencia salvaje punteada por un lirismo arrebatador, con resonancia de un lejano, heroico, desgarrador romanticismo, hacen de ella uno de los más precisos y preciosos documentos sobre el mito del perdedor, ese loser de sueños rotos y cuyo horizonte alcanza hasta donde alcanza la mirada.

       Un western moderno donde los caballos son sustituidos por enormes y destartalados automóviles, caminos polvorientos y almas en tormento sobre el escenario de un paisaje fronterizo y desolador, muy apropiado para desatar los mil demonios enjaulados y dinamitar  los cimientos del “sueño americano”. Habla Sam Peckinpah: “Mis personajes se han acostumbrado desde hace tiempo a la muerte y la derrota, ya no tienen nada que perder, no les queda ninguna ilusión”. MUERTE, DERROTA, DESILUSIÓN, personajes desnortados en un mundo donde ya no queda lugar para el héroe. Las interpretaciones de Warren Oates e Isela Vega están a la altura de esta magistral película.

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