Hacia el fin de los días
“UNA CASA
LLENA DE DINAMITA” êêê
DIRECTOR: Kathryn Bigelow.
INTÉRPRETES: Idris Elba, Rebecca Ferguson, Gabriel
Basso, Jared Harris, Tracy Letts, Jason Clarke.
GÉNERO: Thriller político / DURACIÓN: 112 / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2025
He de reconocer que la Kathryn Bigelow que más me gusta e interesa es la de películas como Los viajeros de la noche, Le llaman Bodhi, Acero azul, Días extraños o Detroit. Es decir, la menos militarista y preocupada por los horrores de la violencia institucional (La noche más oscura, En tierra hostil). Sin embargo, con Una casa llena de dinamita reafirma su posición como una de las cineastas más obsesivas en la exploración de los fríos y espeluznantes mecanismos del poder.
La película, ambientada en un contexto de inminente catástrofe nuclear, muestra una narrativa tensa y fragmentada que transcurre en distintos centros de decisión (la Casa Blanca, una base militar en Alaska y un bunker subterráneo de un comando estratégico). Desde esos centros de poder, Bigelow despliega una reflexión lúcida sobre la precariedad del orden mundial y la debilidad del raciocinio humano frente al miedo y la maquinaria burocrática
Una casa llena de dinamita adopta una estructura de thriller político, pero la trasciende al combinar una precisión casi documental y densidad moral. La cámara, fiel al estilo hiperrealista de Bigelow, se mueve con nervio entre pantallas, protocolos y tensos minutos cargados de incertidumbre. Es fácil apreciar como la directora huye de la glorificación de la acción militar para intentar descomponerla. Así, cada decisión es mostrada como un acto de fe en sistemas que nos son ajenos y que apenas comprendemos. La amenaza del misil desconocido que presumiblemente se dirige a Chicago -eje central del relato- se convierte en una alegoría de la propia condición contemporánea: el planeta vive en un equilibrio sostenido sobre dispositivos que podrían destruirlo todo en cuestión de minutos.
El guión, escrito con economía y sobriedad, evita los discursos grandilocuentes para centrarse en los conflictos éticos que atraviesan sus personajes- Idris Elba, una especie de émulo de Barack Obama en el papel de presidente- encarna la tensión y el pánico moral; su actuación, contenida pero intensa, funciona como eje emocional en medio del caos provocado por las cuestiones técnicas y militares. Bigelow, por su parte, demuestra una vez más su capacidad para desarrollar suspense en lo cotidiano: las conversaciones en una sala de control poseen tanta carga dramática como una secuencia bélica.
Formalmente, Una casa llena de
dinamita se caracteriza por su montaje sincopado y un pincel cromático
dominado por grises metálicos que enfatizan el carácter aséptico del poder. La música
del Volker Bertelmann, discreta, ominosa, contribuye a la atmósfera de
fatalismo. El desenlace abierto, sugerido más que mostrado, se inscribe en una
poética del desconcierto; la incertidumbre no es una casualidad, es la
condición misma con la que vivimos el presente. Finalmente, Bigelow, ofrece
una obra que conjuga tensión narrativa y pensamiento crítico. Una casa llena
de dinamita no es una película redonda, con una temática similar es muy
superior Punto límite (Sidney Lumet, 1964), ni descubre nada nuevo sobre
el temor a un ataque nuclear, pero eso sí, nos obliga a contemplarlo.









Preocupante que vuelvan estas películas a recordarnos nuestra fragilidad. En cualquier caso, es un buen ejercicio de suspense.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es la moda. No creo que esta película deje en mí mucho poso.
ResponderEliminarUna abraçada.