lunes, 15 de abril de 2013

MIS PELÍCULAS FAVORITAS: "EL FOTÓGRAFO DEL PÁNICO"


EL FOTÓGRAFO DEL PÁNICO êêêêê
(PEEPING TOM)
Terror - Gran Bretaña, 1960 - 109 Minutos - Color.
DIRECTOR: MICHAEL POWELL.
INTÉRPRETES: KARL HEINZ BOEHM, MOIRA SHEARER, ANNA MASSEY, MAXINE AUDLEY.
   

    El británico Michael Powell nació en Bakesbourne en 1905 y falleció en febrero de 1990 en California. Interesado desde muy joven por el cine debutó como actor en una película del irlandés Rex Ingram (El jardín de Alá, 1927). Trabajó como ayudante de dirección del propio Ingram y de Jaques Feyder; y como fotógrafo de plató de Alfred Hitchcock. Su estreno como director se produce con las denominadas quotas quickis (películas de bajo presupuesto y corta duración concebidas por la industria cinematográfica británica para hacer frente a la invasión del cine norteamericano), Powell realiza veintitrés de estas películas. Su primer film de cierta importancia es The edge of the world (1937), de esta primera etapa son también conocidas El espía negro (1939) -que es su primera colaboración con el productor húngaro Alexander Korda-, El ladrón de Bagdad (1940) y Los invasores (1941). En 1942 funda con el escritor austro-húngaro Emeric Pressburger la productora The Archers, esta unión va a durar cerca de veinte años y da lugar a más de una docena de films entre los que destacan: Coronel Blimp (1943), Narciso negro (1947), Las zapatillas rojas (1948), Los cuentos de Hoffman (1951) y Luna de miel (1959) film rodado en España protagonizado por Antonio “el bailarín”.
   

     Peeping Tom narra la historia de Mark Lewis (Mark Heinz Boehm) un joven trastornado que padece escoptofilia (perversión en la cual el placer se obtiene de mirar el acto sexual) es decir, algo así como un voyeur al que le gusta mirar morbosamente.  Lo que le ocurre es debido a las experiencias que su padre le sometió de pequeño, filmándole a todas horas. Mark ahora se dedica a asesinar muchachas con un estilete simulado en una de las patas del trípode de su cámara. Con ella filma la agonía de sus víctimas, las cuales contemplan a la vez su propia muerte al verse reflejadas en un espejo colocado encima del objetivo.



    El fotógrafo del pánico es una auténtica joya del cine de terror. Con una ambientación tan extraña como magnética, Powell trasciende con esta película el simple juego cinematográfico para enfrentarnos con la obsesión, la que se traduce de llevar límite cualquier afición -en este caso la de filmar- interpretada como un impulso irrefrenable que no es posible controlar, una perversión que tiene de hecho un diagnóstico evidente y un origen traumático -el padre de Mark era un científico que le utilizó cuando niño como un conejillo de indias para de forma experimental estudiar su evolución y sus reacciones-, sin embargo, sin el estímulo de esa adicción se hace ya complicado vivir.


      No estamos ante un thriller de psicópata al uso, el director de Narciso negro no fragmenta la personalidad de Mark Lewis, joven enfermizo y atractivo que trabaja en unos estudios cinematográficos y también haciendo fotos pornográficas, los ojos han sido sustituidos por la cámara, su mirada está permanentemente tamizada por la misma, y lo que ésta no recoge pierde su embrujo diabólico y excitante. Relato de auténtico entramado psicológico, cierta resonancia biográfica y calculada depravación por parte de sus creadores, el film es un alegato contra las múltiples formas de obtener satisfacción sin que importe los medios para conseguirlo.


    El cineasta, junto a Leo Marks -guionista del film- crea un personaje de maneras elegantes y rostro sereno, si bien en sus ojos se adivinan algunos signos alarmantes de su viciosa inmoralidad, arquetipo que se eleva en su locura donde es feliz, retrato perfecto para que Powell haga un ejercicio de auto-recriminación y una pérfida meditación sobre la imantación visual y el extraño efecto que genera en determinados mecanismos cerebrales. El hecho cinematográfico, la cinefilia, el voyeurismo, todo un complejo juego de espejos que el “malvado” cineasta recrea distorsionando el verdadero objetivo del artista. El film incluye secuencias de un mórbido/decadente erotismo y un sofisticado diseño donde el color -elemento importante en la obra del realizador- intensifica la peculiar atmósfera del film.
   

      Como su autor, denostada e incomprendida en su tiempo, Peeping Tom es hoy en día un clásico del terror psicológico, favorita de directores como Coppola o Scorsese, siendo motivo de estudios y revisiones continuas. 
   

2 comentarios:

  1. Puestos a imaginar, uno puede espiar por la cabina de proyección de cierto cine londinense donde se estrenaba, un día de abril de 1960, "El fotógrafo del pánico". Desde esta privilegiada posición, a modo de panóptico foucaultiano, descubrimos a lo largo del patio de butacas un bosque de cabezas, las miradas ocultas, caras vueltas a nuestro deseo de vislumbrar la expresión de esos rostros, mientras en la pantalla se desarrolla la primera de las escenas del film: el asesinato de una prostituta desde el punto de vista del criminal.

    Antes de que este momento climático se materialice en nuestra sala de cine, adivinamos un destello casi imperceptible en la parte baja de la esquina derecha de la gran pantalla. Lo percibimos también por que la larga cortina vertical, que había servido de gran telón, se ha movido sutilmente. El destello pertenece a la lente de una pequeña cámara cinematográfica portátil, tras la cual se encuentra un hombre de calvicie incipiente y bigotito en forma de sonrisa triste. Es Michael Powell, el director de la cinta que estamos proyectando.

    Ni más ni menos.

    Justo cuando intuimos, por los desasosegantes sonidos emitidos por los espectadores, y por las imágenes que percibimos en la gran pantalla, que el cruel asesinato se va a cometer ante nuestra deliciosa incapacidad como voyeures —un erotismo de muerte, en este caso, o la muerte como acto erótico—, justo en ese momento, justo entonces, sabemos sin ningún género de dudas que allí abajo, tras las oscuras bambalinas, Mr. Powell ha activado el motor de su cámara de cine y está rodando la expresión de terror dibujada en el rostro de sus espectadores: la verdadera película, el auténtico "El fotógrafo del pánico",

    El cine como esa muerte eterna, donde todo aquél que sale ahí, delante de una cámara, en una película, vivirá más allá de su muerte física.

    La vida (y su inevitable asesinato a manos del tiempo) como ese film del que somos protagonistas principales.

    El miedo, por tanto, a la vida.

    Un cuadro de deslumbrante estética pop, una paleta de energía cromática, que esconde, a poco que raspemos a lo largo de la superficie, un poso hediondo y sucio.

    Un palimpsesto donde intuimos los renglones torcidos de la empatía y lo deshumanizante.

    Una morbosa terapia psicológica para adentrarse en el amor mal comprendido en alas de la ciencia y en como éste, el amor, otro tipo de amor, puede sanarnos.

    En definitiva, "El fotógrafo del pánico": una obra maestra del suspense y el terror. ¿Puede haber algo más horrible?

    https://twitter.com/cautivodelmal

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  2. Exacto. Una obra maestra redonda, total y absolota.

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