Me gusta el cine que hace el rockero Rob Zombie, con una filmografía compuesta hasta la fecha por cuatro
títulos: el díptico La Casa de los 1000 Cadáveres (2003) y Los Renegados del Diablo
(2005), y las dos entregas de la saga iniciada originalmente por Jonh
Carpenter, el remake Haloween (2007) y su continuación H2:
Halloween (2009), tanto en su música como en sus films se nota su
pasión por la contracultura, la serie B y Z, el rock clásico, los cómics y el
gran guiñol, pero es que además el fundador y frontman de la banda de metal
industrial White Zombie, nos ha regalado uno de los mejores finales de película
que este crítico recuerda en la última década. Fue precisamente en Los
Renegados
del Diablo tomando como fondo musical el magistral tema “Free Bird” de
Lynird Skynyrd, cinta en la que, por supuesto, participaba su preciosa esposa,
Sheri Moon Zombie, que posee un rotundo culo sureño.
Más cercana al
western y la road-movie que al puro terror, en Los Renegados del Diablo,
secuela de su ópera prima La Casa de los 1000 Cadáveres, nos
volvemos a encontrar con la familia de asesinos sociópatas Firefly, rodeados en
su casa por los hombres del terrible Sheriff Wydell (William Forsythe), armados hasta los dientes. Sólo Otis (Bill Moseley) y su hermana Baby (Sheri Moon Zombie), logran
escapar indemnes de la tremenda balasera, para poco después reunirse con su
esperpéntico padre, el Capitan Spaulding
(Sid Haig). Juntos vivirán a salto de mata eliminando a cualquiera que se
interponga en su camino. No obstante, la implacable caza emprendida por el
Sheriff Wydell, que busca su venganza personal, nos abocará a un enfrentamiento
brutal: el grupo de asesinos lanzándose como kamikazes contra una compacta
barrera policial que corta la carretera y que les dispara sin compasión
mientras la cámara congela cada uno de los disparos letales que van recibiendo.
Un western salvaje, sórdido, sucio y polvoriento acorde con la tenebrosa personalidad
de Zombie, uno de los pocos tipos con los que compartiría una botella de Jack
Daniel’s.
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