jueves, 9 de octubre de 2025

“ALICIA EN LAS CIUDADES, 1974”. LA PRIMERA OBRA MAESTRA DE WIM WENDERS


  Wim Wenders consolidó con Alicia en las ciudades (1974) una de las piedras angulares del Nuevo Cine Alemán, movimiento que en la década de los 70, buscó redefinir la identidad cultural y estética de una Alemania fragmentada entre su pasado reciente y la creciente influencia estadounidense. La película, a medio camino entre la road movie norteamericana y la introspección europea, inaugura una poética visual y narrativa que marcará toda la obra posterior del cineasta: la búsqueda de sentido en el tránsito, la alienación en la era de la imagen y la redención a través del encuentro humano.

    La función sigue a Philip Winter (Rüdiger Vogler), un periodista alemán que, tras un frustrante viaje por Estados Unidos, queda varado en Europa junta a una niña, Alice (Yella Rottländer), cuya madre se quedó en Nueva York y no ha vuelto a dar señales de vida. El viaje que ambos emprenden en busca de la abuela de la niña se transforma en una travesía espiritual que deconstruye el mito de la movilidad física como garantía de descubrimiento. A diferencia de las road movies estadounidenses como Easy Rider o Carretera asfaltada en dos direcciones, en Alicia en las ciudades el movimiento no produce liberación, sino una lenta toma de conciencia de la imposibilidad de pertenecer.

    Desde el punto de vista formal, Wenders adopta una estética documental apoyada por el blanco y negro granulado del 16 mm cortesía del iluminador Robby Müller. La cámara se detiene con melancolía en moteles impersonales, carreteras vacías y paisajes urbanos desprovistos de algún encanto apreciable. Esta observación convierte el espacio en un reflejo del estado interior del protagonista: el mundo occidental aparece saturado de imágenes paro carente de significado. Las fotografías que Winter hace compulsivamente, y que luego revisa sin encontrar en ellas “autenticidad”, simbolizan la crisis real de la representación de una época dominada por los medios de comunicación.

   El vínculo entre Philip y Alicia introduce una dialéctica entre experiencia y contemplación. Si él encarna la desilusión adulta ante una realidad atravesada por la tecnología, ella representa la percepción directa, ingenua, casi prelingüística del mundo. La relación no se construye sobre la autoridad o el sentimentalismo, sino sobre la gradual reapropiación del asombro. Wenders evita toda resolución melodramática y la película concluye con una nota de ambigüedad, con una promesa de continuidad más que con un cierre narrativo.

    En términos temáticos, Alicia en las ciudades es un estudio sobre la pérdida y la reconstrucción de la mirada. La película anticipa la preocupación wendersiana por la topografía emocional -visible más tarde en París, Texas (1984) y Cielo sobre Berlín (1987)- y articula un discurso crítico sobre la hegemonía cultural estadounidense, al tiempo que interroga a la propia identidad alemana de la posguerra. La película se sitúa entre la crónica de la movilidad e incluso el nomadismo moderno y la elegía por una autenticidad irrecuperable.

  Finalmente, Alicia en las ciudades se eleva como una obra maestra de la vanguardia cinematográfica, cuya aparente sencillez esconde una profunda meditación sobre la mirada, la memoria y el desarraigo. Wenders logra, a través del viaje de un hombre y una niña, el itinerario generacional de la Europa sin brújula de los setenta, donde el acto de mirar -y aprender a mirar de nuevo- se convierte en el único modo posible de reconciliación con el mundo. De ahí que Phiplip, que sólo ha tomado unas pocas notas, al entregar una caja de fotos tomadas con Polaroid al redactor del medio para el que trabaja en Nueva York, sea abroncado por éste por no presentarle una crónica escrita tras un mes deambulando por los Estados Unidos. Así, la mirada permea hasta diluir toda narrativa, hasta que esa narrativa tenga algún sentido. Y lo tendrá.




2 comentarios:

  1. Wenders evita pudorosamente caer en el melodrama. Una década más tarde, rueda "París, Texas", que es también en parte una road-movie, con adulto y niño que viajan juntos, y ahí dará más rienda suelta a la emoción, pero en su justa medida y con un resultado extraordinario.

    Un abrazo.

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  2. Sí, lo comento en la reseña. Son las dos películas que más me gustan de Wenders. La road movie es un subgénero que tiene un gran atractivo para el director alemán, el movimiento como recurso activo y narrativo para la meditación y el redescubrimiento.

    Una abraçada.

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